jueves, 19 de abril de 2018

Los malos

Resultado de imagen de diablo dorePara las feministas, los malos son los hombres. Para los pobres, los malos son los ricos. Para los videntes, los ciegos, y para los ciegos lo son, evidentemente, lo videntes. Para los negros, malos son los blancos. Para los blancos, todos los demás. Para un demócrata, malos eran los nazis. Para un judío lo es el musulmán. Para un cristiano, el ateo. Para un humanista el mal de la civilización está encarnado en los científicos. Para un pacifista, los militares son los culpables de todo. Para los militares, los terroristas. Para los nacionalistas, los malos son los otros nacionalistas…

Podría seguir con este ejercicio, realmente divertido, pero como muestra basta: no sé lo que tiene esto de genético o de aprendido, pero nos encanta pensar a los humanos que hay malos, que hay gente que es realmente mala.

Es lo más fácil: pensar que algunos individuos fácilmente reconocibles por un puñado de rasgos, o solo uno, son portadores de una esencia maligna que los hace no solo causantes de males, sino, además, culpables. Esto último es lo mejor, porque así podemos odiarlos e, incluso, si llega el caso, castigarlos.

Evidentemente, es un error. La mente humana es tremendamente plástica. Nuestro comportamiento tiene que ver con nuestra herencia genética, claro, pero también con el entorno familiar, social, político e histórico en el que nos desarrollamos. Si queremos cambiar las cosas no basta con señalar y perseguir a los malos: hay que cambiar las estructuras, esas mismas estructuras que han dado lugar a los malos… y a los buenos.  

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