Dos ideas recorren el libro de
Han: no es tanto que el tiempo esté acelerado, como que está atomizado, carece
de narración y, por tanto de sentido, lo que hace que todos los momentos sean
iguales y que el tiempo se desboque en todas direcciones.
Por eso, y es la segunda idea, hay que
darle aroma al tiempo, pero esto no se consigue estando ocupado, no se consigue
trabajando, porque la ocupación consume tiempo. Se logra con la vida
contemplativa, la única que en su demora concede tiempo.
Estoy de acuerdo: en cuanto más absorbente es una actividad, sea trabajo o no, más rápido pasa el tiempo, menos conscientes somos de su transcurso. Por su parte, la alternativa, a saber, no hacer, demorarse en la contemplación, si bien permite recuperar el aroma del tiempo, también exige cierto abandono del yo. Es decir, o consumimos el tiempo, o lo estiramos a costa de ser un poco menos.
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