Si el pronombre yo es engañoso, lo del nosotros
(y su colega, el vosotros) no tiene nombre. A muchos de mis
alumnos musulmanes les cuesta entender, al menos al principio, que el mundo no
se divide en un nosotros islámico y
un vosotros cristiano porque, entre
los demás también hay, por ejemplo, gente atea.
Les cuesta, pero acaban entendiéndolo, cosa que no le ocurre a gente adulta y presuntamente formada, gente para la cual el mundo es sencillo, porque se constituye de dos categorías: nosotros y los demás, hecho que para ellos se plasma en una forma de ver la vida: estás conmigo o contra mí.
Lo terrible es que hay quienes incluso esto
les parece demasiado complejo y optan por una única categoría: todos. Así, hablan alegremente de lo que
“todos quieren”; de lo que “todo el mundo sabe”; de lo que “todos entienden”.
En ocasiones, no por matizar sino para ser un poco más hirientes, califican y
hablan de “la gente de bien”; “la gente sensata”; “la gente normal”…
Yo estoy harto, completamente harto de
estos imbéciles de mente roma incapaces de entender que hay más, mucho más de
lo que entra en sus mentes estrechas y mezquinas. Estoy harto de escuchar
pontificar a gente como, por poner un ejemplo, el presidente del gobierno
español, acerca de lo que todos pensamos o deseamos. Pero ¿cómo se atreve?;
pero ¿cómo se le puede pasar por la cabeza saber lo que deseamos los demás?; pero
¿realmente se cree lo suficientemente listo como para comprendernos a todos los demás?
Me temo que sí: antes creía que los dirigentes
políticos eran seres maquiavélicos que perseguían con inteligencia fines secretos.
Pero en Rajoy solo veo un tipo mediocre que persigue fines miserables, un mediocre
de la peor clase, aquella formada por quienes, inconscientes de su propia
mediocridad, desprecian lo que no entienden. Y hay tantas cosas que no entienden…
Y no estoy hablando de sus ideas, que también
me repugnan, por cierto: estoy hablando de que se atreva a erigirse en mi portavoz.
No tiene derecho a eso. Tiene el poder que le dan unas leyes (por otra parte
bastante cuestionables), vale, pero la realidad es la que es: una quinta parte
de los habitantes del Estado Español votaron a su partido: ellos sabrán si con
ese voto le concedieron el derecho de hablar por ellos, de interpretar sus
deseos, sus pensamientos. Pero los otras cuatro quintas partes no lo hicieron.
Yo no lo hice.
Muchas palabras llevo para decir algo en el
fondo muy simple: siento mucha, mucha vergüenza cuando escucho a Rajoy hablar
en mi nombre. Y luego les extraña que haya gente que se quiera independizar.
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