Esta novela habla de la mente. Por un lado lo hace de las inteligencias específicas, esas que son capaces de alcanzar la genialidad en una parcela estrecha de la existencia mientras que se muestran imbéciles en todo lo demás. Por otro nos habla de la locura a la que puede llevar el aislamiento y de las obsesiones en las que podemos caer huyendo de él.
Y lo hace con la precisión y elegancia de Zweig.
lunes, 25 de noviembre de 2019
domingo, 17 de noviembre de 2019
La defensa, de Nabokov
La capacidad de Nabokov para crear
ambientes y construir personajes es asombrosa. En esta novela nos habla de
Luzhin, un maestro de ajedrez en el mundo de los emigrados rusos en Berlín. Nos
habla de sus dificultades para jugar la gran partida que es la vida y su
búsqueda de la gran defensa que le ponga a salvo de los ataques de sus
oponentes. Luzhin es consciente de que el juego está lleno de trampas, trampas
que son incluso capaces de confundir al lector y hacerle prever movimientos que
no se producen. Sin embargo, Luzhin no se dejará engañar y logrará encontrar la defensa definitiva.
Es este un libro divertido, cruel, trágico,
inteligente, emocionante y de una rara profundidad. Solo Nabokov podía escribir
algo así.
domingo, 10 de noviembre de 2019
El río de la conciencia, de Oliver Sacks
Libro
póstumo, resulta más ligero y variado que otros, aunque algunos temas son
realmente interesantes: el retrato del Darwin botánico, la percepción subjetiva
de la velocidad, el pensamiento con apenas unos miles de neuronas, los falsos
recuerdos, la contingencia de la ciencia…
En todo libro persigo al autor. Intento imaginar
el personaje que se esconde detrás de los textos. La imagen de un Sacks anciano
y enfermo escribiendo sobre sus queridos Darwin y Freud y disfrutando apasionadamente
de la ciencia me ha resultado emocionante.
domingo, 3 de noviembre de 2019
La libertad de acción, de Dennett
Ateo
militante, Dennett repasa algunas de las
cuestiones fundamentales alrededor del libre albedrío, como son el
porqué de la mala fama del determinismo, el tema del control, la
responsabilidad moral y, especialmente, la compatibilidad entre el determinismo
y el libre albedrío.
No estoy en absoluto de acuerdo con su
conclusión. Viene a decir que hay que creer en el libre albedrío porque es
bueno creer en él, porque es una ilusión útil, porque una sociedad que no
suponga responsabilidad moral en los individuos volvería al estado de
naturaleza y porque, siendo imposible construirnos a nosotros mismos y ser
agentes morales perfectos, somos “aproximaciones bastante fidedignas de esos
absolutos imaginarios”.
No entiendo la necesidad de creer. Basta
saber que la sociedad nos hará responsables de nuestros actos para que
introduzcamos en nuestros cálculos esta eventualidad. La creencia en la
responsabilidad solo tiene una finalidad: poder castigar. Pero a una lavadora
estropeada no la castigamos: la reparamos o la retiramos de circulación.
Dicho esto, recomiendo sin embargo la
lectura de La libertad de acción a
todos los que se interesen por el tema del libre albedrío: es un texto perfecto
para poner a prueba las propias ideas.
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