domingo, 19 de mayo de 2019

La séptima de Shostakovich

Resultado de imagen de shostakovichEl domingo pasado la ONE interpretó, dirigida por David Afkham, el tercer concierto para piano de Beethoven y la séptima sinfonía de Shostakovich.  El primero, interpretado por Josep Colom, resultó prescindible. La segunda, espectacular: la heroicidad, el orgullo, la amargura, la victoria, la derrota, la sospecha, todo está en esta obra extraordinaria.

El primer movimiento podría ser una pieza independiente: con un crecimiento guiado por el ritmo marcado por la caja que recuerda al bolero de Ravel, Shostakovich nos va presentando por parejas los instrumentos que van a participar en la fiesta y que representan, así lo entiendo, a las distintas partes del pueblo que se incorporan a la defensa de Leningrado.

Luego vienen dos movimientos lentos, ambiguos, en los que quizá el pueblo se lame las heridas y se pregunta por lo ocurrido. Y por fin llega el cuarto movimiento, potente, pero cambiante, heroico a veces, esperanzador a veces, pero confuso, a veces amargo, como si nos estuviésemos dando cuenta de que después del final del cuento la realidad continúa y se impone con sus miserias.

Sí, esa es la idea: Shostakovich no se planta en el final victorioso y apoteósico del primer movimiento: continúa la exploración y nos descubre el día de después, el de la derrota.

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