domingo, 16 de diciembre de 2018

En busca del tiempo perdido, de Proust

Marcel Proust en busca del tiempo perdido alianza ed..jpgTerminé hace unas semanas de leer En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, pero me ha costado sacar las conclusiones generales acerca la obra por culpa de la perplejidad que me ha producido, aunque lo cierto es que las conclusiones las tengo claras. 

Proust hace pasar a su personaje por las tres edades. El Marcel niño es encantador: sensible, observador, delicado, inteligente. Luego crece y se convierte en un joven idiotizado por el sexo primero y por los celos después. Cuando por fin se hace mayor, toma conciencia de la inutilidad de su vida y busca desesperadamente la salvación en el arte, en la literatura que siempre acarició pero que nunca tuvo la voluntad o la disciplina de abrazar. Se pone a ello, e intenta rescatar el tiempo que se fue, el tiempo que pasó en fiestas absurdas, buscando destilar fragmentos de tiempo puro mediante la identificación de personajes y situaciones que se repiten, buscando arquetipos que congelen el tiempo y le ayuden de alguna manera a escapar de la muerte. Ese es el eje que recorre toda la obra, la simetría entre la relación de Swann y Odette y la suya propia con Albertina.  

No entiendo el tratamiento de la homosexualidad. Entiendo que no pudiese o no se atreviese a reconocer que él era homosexual, pero no puedo comprender que le dedicase cientos de páginas a denigrar sus propias prácticas sexuales, llegando a inventarse todo tipo de barbaridades acerca del pobre Charlus. ¿Te escondes insultando y criminalizando a los que son como tú? No lo entiendo.

Personalmente, la lectura me ha resultado compleja. Con momentos de muchísimo placer, sobre todo en los dos primeros volúmenes, también he vivido el tedio de esas fiestas que parecían dilatarse hasta el infinito en su tontería; el desprecio del personaje por su actitud machista y profundamente egoísta en sus relaciones con las mujeres y, en general, con Albertina; el rechazo ante la misoginia y la homofobia de los relatos de las vidas de Charlus y Saint-Loup; y, finalmente, en el último volumen, la profunda tristeza de ver una mente extraordinaria enfrentada desesperadamente a la muerte.

Más allá del relato histórico y social, En busca del tiempo perdido es el relato de un fracaso vital, de una vida tirada a la basura. Como todas, por otra parte.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Historia reciente de la verdad, de Roberto Blatt.


Resultado de imagen de <i>Historia reciente de la verdad</i>, de Roberto Blatt.El objetivo del libro es contar cómo se ha pasado del realismo decimonónico a esta sociedad de verdades múltiples y posverdades. La verdad de la que habla es de la verdad construida por los medios de comunicación, en principio una verdad presuntamente objetiva y única (construida a partir de la imprenta, del daguerrotipo, de los periódicos) pero que, poco a poco, se ha ido convirtiendo en múltiple y optativa. Quizá la idea más interesante es que las nuevas tecnologías y, en concreto, las redes sociales, nos permiten elegir nuestras verdades. Al hacerlo, al elegir aquello que queremos oír, construimos esferas de verdad en las que nos encerramos como individuos o como miembros de tribus.

El autor, para terminar, considera que “sería prudente que los seres humanos restableciéramos unos principios realistas básicos compartidos acerca de la verdad”. 
Casi nada.

sábado, 8 de diciembre de 2018

El aroma del tiempo, de Byung-Chul Han


Resultado de imagen de el aroma del tiempoDos ideas recorren el libro de Han: no es tanto que el tiempo esté acelerado, como que está atomizado, carece de narración y, por tanto de sentido, lo que hace que todos los momentos sean iguales y que el tiempo se desboque en todas direcciones.

Por eso, y es la segunda idea, hay que darle aroma al tiempo, pero esto no se consigue estando ocupado, no se consigue trabajando, porque la ocupación consume tiempo. Se logra con la vida contemplativa, la única que en su demora concede tiempo.

Estoy de acuerdo: en cuanto más absorbente es una actividad, sea trabajo o no, más rápido pasa el tiempo, menos conscientes somos de su transcurso. Por su parte, la alternativa, a saber, no hacer, demorarse en la contemplación, si bien permite recuperar el aroma del tiempo, también exige cierto abandono del yo. Es decir, o consumimos el tiempo, o lo estiramos a costa de ser un poco menos.  

viernes, 7 de diciembre de 2018

El mundo feliz, de Luisgé Martín


EL MUNDO FELIZEl autor lee Un mundo feliz de Huxley y no le parece mal. Si aceptamos como objetivo la felicidad, la pregunta entonces es: ¿a qué se debe renunciar para conseguir un mundo feliz?

Para responder a esta pregunta revisa la influencia de los mitos humanistas de la libertad, la igualdad y la fraternidad con la idea en mente de que solo son interesantes si ayudan al objetivo de ser felices.
Sobre la libertad concluye que es una ilusión necesaria, como decía Borges. De la igualdad, que es imposible por culpa de la fealdad, la enfermedad, el desamor, la mentecatería, la locura… Y de la fraternidad, que es más fácil amar a la humanidad en general que al vecino, como dijo Hobsbawn.

Una pregunta clave es ¿habría escrito Shakespeare sus obras si no existiera la infelicidad? La respuesta es no, pero entonces surge una pregunta aún más interesante: ¿alguien lamentaría la pérdida de dichas obras?

La idea central del libro es que, frente a la idea de Rousseau de que es la sociedad la fuente de los males humanos, está más encaminada la de Hobbes que dice que el mal está en el hombre, y pone como ejemplo la asimetría de juicio que se da cuando juzgamos los mismos actos en los demás y en nosotros mismos.

Hasta aquí no puedo estar más de acuerdo. De hecho, me ha sorprendido la coincidencia en casi todos los argumentos anteriores, pese a no pertenecer al mainsteam.

Sin embargo, no puedo estar de acuerdo con sus conclusiones, cosa que, por cierto, me ha aliviado. 
Su conclusión es clara: la única solución es modificar naturaleza humana, cosa podremos lograr próximamente gracias a la tecnología. Si no estoy de acuerdo es porque sospecho que antes llegarán los listos, se apropiarán de la tecnología y nos exterminarán. Y no creo que exagere.


Pese a lo dicho, este libro es de esos libros que a mí me hubiese gustado escribir.