No sé si hay estadísticas al respecto, pero
estoy seguro de que una de las palabras más repetidas en español oral es hola. La usamos para saludar, para dejar
constancia de que somos conscientes de la presencia del otro. Sin embargo, los
humanos raramente damos puntada sin hilo, por lo que, a la vez que saludamos, aprovechamos
para comunicar o expresar algo más.
Cuando, por ejemplo, nos cruzamos con una
joven alternativa, su hola, dicho en
tono cantarín, nos dice que nos quiere y que está dispuesta a querernos pese a
todas nuestras evidentes ignorancias y contradicciones. Si en vez de una joven
es un joven, al tono cantarín le acompañan unas notas de temor, un deje
suspicaz, reflejo si duda de la inseguridad crónica del hombre contemporáneo.
En el otro extremo del espectro nos
encontramos con el interesante hola
de la gente conservadora de edad avanzada. Enunciado en tono muy grave y
completado por lo general con un “buenas tardes” dicho a continuación pero tras
una pausa significativa, su hola
sirve para cercenar de raíz toda confianza y dar solemnidad al encuentro. Estos
expertos del desprecio tienen la habilidad de dar a entender en su saludo, aun
sin decirlo, un término más, como, por ejemplo, chusma. Así, su saludo completo vendría a ser “hola…, buenos, días,
chusma”. Este último elemento evaluativo sirve tanto para informar al receptor
de su lugar en el mundo como para deshago del sufrido conservador que se ve
obligado a encuentros tan desiguales.
Hay holas
rápidos, secos, que suelen corresponder a intentos de neutralidad pero que esconden
el ánimo expectante y cauto de quien teme a lo desconocido pero no quiere pasar
desapercibido. Viene a ser un epítome de “bueno, me gustaría saber de qué vais
y en función de eso quizá, ya que estoy por aquí, entre en la cosa, aunque,
como todavía no sé muy bien de qué va la cosa, me mantenga expectante, como ya ha
dicho el escritor un poco antes”.
Aunque tampoco se oye demasiado, distinto del
anterior es ese hola que se ahoga
antes de ser emitido. Es un hola
dicho en un tono más agudo que la voz normal pero con tan poco intensidad que
pasa desapercibido. Es el hola de
quien no quiere estar allí, de quien no le llega la camisa al cuerpo, de quien
lo dice por educación pero teme que su saludo provoque una contestación. Es el hola, en suma, de quien no quiere por
nada del mundo crear un vínculo.
Un tercer hola silencioso, en realidad completamente silencioso, es el de ese
vecino al que se conoce desde veinte años atrás pero que, por algún extraño
sentido de la economía, prefiere agachar la cabeza, desviar la mirada, hacerse
el invisible y no saludar de ninguna de las maneras. Es un hola evacuado, un hola-vacío,
tan solo un hueco en la continuidad espacio-temporal. Una variante interesante es
el hola gruñido escuchado en las
zonas comunes, un hola inarticulado,
arrojado más que dicho y sin duda muestra de algún tipo regresión a estados
paleontológicamente previos al Homo
sapiens. Una teoría que explica esta incapacidad para el saludo es que una
deficiencia en el neocórtex impide distinguir entre el ámbito incógnito de las
calles de la ciudad y el medio aldeano de la comunidad de vecinos.
El hola
anterior a veces se confunde con el hola
rencoroso del enemigo, ese que en realidad quiere decir, “ah eres tú, imbécil”,
pero en realidad no tienen nada que ver. Mientras que el hola-vacío del vecino tiene que ver con la tacañería y quizá
ciertas deficiencias neurológicas, el hola
enemigo es rico en matices y significados en consonancia con la enorme variedad
de odios que somos capaces de desatar en los demás. A veces el enemigo obvia el
saludo, pero, en cualquier caso, se trata de un silencio estruendoso.
Por oposición hay que hablar del hola que acompaña a la sorpresa
agradable, al encuentro fortuito, inesperado, y bienvenido. Este hola surge como un globo de cómic de un
rostro sonriente, luminoso y feliz. Es un hola
que habla de felicidad, de nuevas oportunidades, de aprecio, un hola que te
hace mirar el cielo y verlo azul. Si me he detenido brevemente en la
descripción de las consecuencias subjetivas de este hola es porque está documentado que hay gente que nunca lo ha
experimentado y para que sepan.
Distinto es el hola insinuante, sugerente, el hola
erótico, que habla de disponibilidad y de interés. Al tiempo que el cuerpo
emisor intenta reconfigurarse para dar lo mejor de sí mismo, emite toneladas de
feromonas con la intención de alcanzar al otro y establecer lazos químicos que
favorezcan futuros enlaces físicos. Este hola,
en entredicho en la sociedad actual, está a punto de ser sustituido por una
instancia en papel timbrado.
Sea como fuere, a veces se superan rodas
las dificultades. Entonces aparece el hola
más dulce, ese que se intercambian los amantes tras el sueño o el sexo. Señala
el inicio del reencuentro y habla de miradas y caricias.
No quiero terminar esta introducción a la
antropología del hola sin hablar del
lugar de más interés para el experimentador: me refiero a los pasillos de los
centros de trabajo con abundante personal. Allí se da el saludo de forma
iterativa y con frecuencia cíclica, como ya estudiaron el equipo de sociólogos
Monthy Python en su film El sentido de la
vida, aunque en su caso el contexto era más acuático. En los pasillos, en
razón de su alargada topografía, los encuentros entre el personal son
frecuentes y, por lo tanto, también la emisión de todo tipo de holas: ahogados, insinuantes, alegres, roncos,
altivos… A la multiplicidad de interacciones se le une la frecuencia: los
sucesivos encuentros con las mismas personas obligan a la mera repetición o, en
aquellos de casos de mayor creatividad, a un esfuerzo por variar el saludo y
adornar el hola con gestos y
comentarios que nunca dejan satisfechos a nadie y sí la sensación de ser un
poco imbécil. Se sabe de gente que dispone de una serie creciente de saludos
del tipo “1) hola; 2) hola otra vez; 3) y van tres; 4) vivimos en los pasillos;
5) dirás que me paso el día paseando, pero no creas, lo que pasa que hoy tengo
unos papeles que… Como idea no es mala,
pero obliga a memorizar el número de veces que uno se ha cruzado con cada
persona y supone cierto riesgo, como es decirle a alguien a quien no hemos
visto en todo el día “y van tres”.
Con el apasionante mundo de la empresa
termino estas notas que solo pretenden ser una primera aproximación a un tema de
enorme interés y que pude dar lugar, en manos expertas, a una profundización en
la psique humana y en las formas en las que nos relacionamos. Sin duda,
cualquier avance en el sentido y uso del hola
supondrá una extraordinaria contribución al bienestar de la especie humana.
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