domingo, 1 de marzo de 2009

Miedo al futuro

La gente no sola compra lotería, sino que lo hace en ciertos lugares donde “toca más”. Pese a que los hechos demuestran la incapacidad de los analistas económicos de predecir nada de nada, los periódicos y los discursos de los políticos siguen llenándose de sus opiniones. Aunque jamás se ha cumplido una profecía, la mayoría de la población mundial sigue creyendo en sacerdotes, hechiceros y videntes. Los enamorados siguen creyendo, generación tras generación, que lo suyo es especial y eterno, pese a la evidencia estadística en contra.

Solemos achacarle este extraño comportamiento a la ignorancia del personal y a la manipulación de los poderosos, pero no es suficiente. Tienen que haber algo más, algo que sea beneficioso en esta credulidad inverosímil, algo que explique por qué los miembros de una especie dotada de un procesador de información prodigioso son capaces de equivocarse tanto y tan a menudo.

La explicación resida quizá en el miedo, en la angustia existencial. Somos animales dotados de futuro, a diferencia de casi todos los demás. Sabemos que tenemos un provenir, y que ese porvenir está limitado, acotado por la muerte. El futuro de un gato tan solo abarca hasta el momento en que satisfará sus apetitos. Y a eso se limitan sus preocupaciones: comer, follar y sobrevivir al momento presente. Sin embargo, nosotros los humanos, al conocer la existencia de un futuro indeterminado pero que sabemos puede prolongarse durante años, no podemos evitar preocuparnos por él, hacerle objeto de nuestras reflexiones y cuidados.

Esta preocupación, este miedo es el que nos hace proclives a aceptar la palabra de cualquier cantamañanas que diga conocer lo que vendrá. Irracional, irreflexivamente, abrazaremos con alegría lo que sea que cartografíe el futuro con tal de que reduzca el misterio, la inquietud, la angustia.

Esto no debería de ser malo si no fuera porque, además de ponernos en manos de dichos cantamañanas, nos hace vivir una ilusión, la de que el transcurrir de nuestra vida es un proceso al menos en parte previsible. Por el contrario, ser conscientes de nuestra ignorancia, de todo lo que el futuro tiene de caótico, nos estimulará a vivir con intensidad lo único que tenemos, el presente, y a prepararnos para la sorpresa.

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