domingo, 25 de febrero de 2018

Encuesta de opinión


Feminismo
1. ¿Qué opinas del manifiesto contra el movimiento #MeToo que escribieron hace unas semanas un grupo de intelectuales francesas?
2. ¿Lo has leído?
3. Si es que sí, mi enhorabuena. Si es que no, prueba a hacerlo.

Si en 1 tenías algo que decir, tu respuesta en 2 ha sido negativa y luego has seguido mi recomendación de 3, cuéntanos tu experiencia.

Libertad de expresión
4. ¿Qué opinas acerca de la prisión decretada por el Tribunal Supremo para un rapero mallorquín?
5. ¿Has escuchado o leído sus letras?
6. Si es que sí, mi enhorabuena. Si es que no, prueba a hacerlo.

Si en 4 tenías algo que decir, tu respuesta en 5 ha sido negativa y luego has seguido mi recomendación de 6, cuéntanos tu experiencia.

Teoría económica
7. ¿Qué opinas sobre la teoría de Fukuyama acerca del fin de la historia?
8. ¿Has leído el artículo ¿El fin de la historia? de Fukuyama?
9. Si es que sí, mi enhorabuena. Si es que no, prueba a hacerlo.

Si en 7 tenías algo que decir, tu respuesta en 8 ha sido negativa y luego has seguido mi recomendación de 9, cuéntanos tu experiencia.

La idea de esta encuesta me ha surgido al escuchar en la radio una tertulia acerca del caso del rapero Valtonyc. Al oír hablar a los sesudos comentaristas no he dudado ni un momento de que ninguno había leído una sola línea de sus versos. Luego me he acordado de la sorpresa que me ha deparado la lectura de ¿El fin de la historia? de Fukuyama, sobre todo porque, antes de que me diese por leer el artículo, yo ya tenía una sólida opinión acerca del fin de la historia de Fukuyama.

sábado, 24 de febrero de 2018

Academicismo

Es curioso cómo la sociedad absorbe el arte. El impresionismo, tan rompedor en su momento, es ahora admitido en el salón-comedor de cualquier casa bien pensante. El expresionismo americano, pese a romper con la tradición figurativa y con lo que hiciera falta, puede ser visto ahora sin el menor reparo en el vestíbulo de la sede corporativa de cualquier gran empresa.

Es verdad que El origen del mundo de Courbet sigue poniendo nervioso a más de uno, pero nadie se escandaliza ya ante un cuadro tan polémico en su tiempo como Desayuno en la hierba, de Manet.

¿Quiere decir esto que vamos progresando? No, no lo creo. Quiere decir, simplemente, que nos hemos acostumbrado. Los escándalos tienen que ver con ese espíritu conservador que se inquieta ante los cambios. El impresionismo o el expresionismo abstracto supusieron, sobre todo, innovaciones en la técnica pictórica, innovaciones rechazadas por aquellos que rechazan siempre lo nuevo, por norma, porque sí, en un notable ejercicio de pereza mental.

Pero la vida sigue, las técnicas se asimilan y nos damos cuenta de que no pasa nada, de que esos cuadros que muestran bajos fondos y a gente bebiendo absenta o jugando a las cartas llevan ahí años y no pasa nada. De hecho, vemos que la sociedad, el mundo cambia más deprisa que el arte, que el arte corre con la lengua fuera intentando contarnos lo que pasa pero fracasando, porque ya ni siquiera nos incomoda.

Sin embargo, tenemos un cuadro como el que subí hace unos días: Phryné devantl'Aréopage, de Jean-Léon Gérôme. La historia que muestra es la siguiente: Friné, hetaira y modelo de  Praxíteles, se jactaba de ser tan hermosa que Afrodita. Por eso fue acusada de impiedad y llevada ante el areópago para ser juzgada. Como el defensor vio que no estaba consiguiendo nada, le quitó en un gesto dramático la ropa para que los miembros del jurado la viesen y decidiesen si merecía la pena hurtarle al mundo tanta belleza.

Pero la historia tiene otra interpretación: Friné se había comparado con Afrodita. El abogado, al mostrar su cuerpo desnudo, estaba quizá diciendo “¿puede o no puede compararse con una diosa?”. La cosa es que Friné fue exculpada, quizá porque, por unos instantes, todos aquellos señores togados cometieron también impiedad al no poder imaginar que la diosa del amor fuese más hermosa que aquella criatura que tenían ante sus ojos.

El cuadro de Jean-Léon Gérôme es de la escuela academicista. Denostados por la historia del arte como conservadores frente a los innovadores impresionistas, a mí me gustan porque, pese a ciertos excesos, contaban cosas. Visto con siglo y medio de distancia, los campos de flores del impresionismo me parecen mucho más burgueses que los desnudos de Gérôme o Bouguereau.  

De qué es más revolucionario, contar un acto de impiedad que queda sin castigo o embadurnar un enorme lienzo con el goteo del pincel quizá hablé otro día.  





miércoles, 21 de febrero de 2018

La prueba


Jean-Léon Gérôme, Phryné devant l'Aréopage. 
Kunsthalle Hamburg

martes, 20 de febrero de 2018

Progreso distópico

Dice Zygmunt Bauman, en Vida líquida:

"El terreno sobre el que supuestamente descansan nuestras perspectivas de vida es sin duda inestable, como también lo son nuestros empleos y las empresas que los ofrecen, nuestros compañeros/compañeras y nuestras redes de amigos, la situación de la que disfrutamos en la sociedad, y la autoestima y la autoconfianza que se derivan de aquella. El "progreso", otrora la más extrema manifestación de optimismo radical y promesa de una felicidad universalmente compartida y duradera, se ha desplazado hasta el polo de expectativas opuesto, de tono distópico y fatalista. Ese concepto representa ahora la amenaza de un cambio implacable e inexorable que, lejos de augurar paz y descanso, presagia una crisis y una tensión continuas que harán imposible el más mínimo momento de respiro (algo así como un juego de las sillas en el que un segundo de distracción puede comportar una derrota irreversible y una exclusión inapelable). En lugar de grandes expectativas y de dulces sueños, el "progreso" evoca un insomnio repleto de pesadillas en las que uno sueña que "se queda rezagado", pierde en tren o se cae por la ventanilla de un vehículo que va a toda velocidad y que no deja de acelerar."

lunes, 19 de febrero de 2018

¿Por qué vuelvo por aquí?


Una de las preguntas que, parece razonable, se hace todo aquel que se hace preguntas es ¿qué hacer, encerrarse en uno mismo o salir hacia fuera y actuar sobre el mundo?

A estas alturas de la historia tenemos experiencias suficientes como para saber que actuar sobre el mundo es un desastre: cada vez que a alguien se le ha ocurrido imponer su idea sobre cómo deberían ser las cosas, las consecuencias han sido impredecibles, si no desastrosas.

No voy a hablar de los que se levantaron en armas para defender proyectos personalistas, supuestos religiosos o visiones megalómanas y unificadoras: el dolor que provocaron excedió en tanto al bienestar que lograron para sus congéneres que es ridículo hacer balance.

Tampoco proyectos más altruistas tuvieron demasiado éxito: las revoluciones francesa y rusa surgieron de un verdadero deseo de felicidad para la humanidad pero se convirtieron en dos manifestaciones más del terror que los humanos somos capaces de ejercer sobre nosotros mismos.

Con lo anterior no quiero decir que no saliese nada bueno de unos u otros acontecimientos: de acciones tan enormes siempre sale algo bueno. Lo que ocurre  es que suele ser sin querer.

El mundo es un sistema de una complejidad inabarcable por la mente humana. Esto que digo es una obviedad dado que nadie ha sido capaz hasta la fecha de predecir con un mínimo de exactitud el devenir de los acontecimientos. Ningún filósofo ilustrado predijo la guillotina. Y menos aún a Napoleón.  A lo que voy es que, siendo verdad que se puede actuar sobre el mundo desarrollando, por ejemplo, un sistema de contacto entre amigos, las consecuencias son impredecibles: Facebook.

Siendo esto así, siendo que no soy capaz de predecir las consecuencias de mis actos, ¿tiene sentido que actúe?

Lo que me sale es decir que no. Lo que me sale es replegarme melancólicamente en mi agujero, dejar que la vida pase a mi alrededor interfiriendo con ella lo mínimo posible, engolfarme con mis libros y mis músicas y suspirar melancólicamente mientras rememoro las utopías soñadas.

Pero, siempre hay un pero, resulta que mi agujero no es tal. Mi agujero es un lugar privilegiado, como corresponde a un privilegiado: soy de una constitución física, sexo, clase, raza, época y hasta continente privilegiados, por lo que eso de replegarme a mi agujero resulta bastante mentiroso. Replegarme a mi paraíso sería excesivo, porque no lo es, pero replegarme a mi refugio sí que sería adecuado, en particular porque mucha gente no tiene refugio de ninguna clase. 

Lo malo es que mi refugio no me concede el olvido. Mi refugio no me aísla por completo del mundo. Sé lo que pasa fuera, y me duele. A veces afectivamente, a veces intelectualmente. Sea como fuere, el mundo me duele.

¿Entonces? La contradicción es el signo de los tiempos. La complejidad de la vida no admite posiciones simples. Solo se me ocurre abrirme y replegarme a la vez; salir en plan guerrillero y volver rápidamente a la seguridad de mi refugio; soltar incendiarias octavillas desde dirigibles y volver a mi cueva a componer poemas a la luna; gritar versos y resolver ecuaciones; agitar el caos y replegarme a mi orden melancólico.

Eso es exactamente lo que se me ocurre: agitar el caos y replegarme a mi orden melancólico.

Por eso vuelvo por aquí.