lunes, 5 de diciembre de 2011

Pintura y escultura


Leonardo comparó en sus cuadernos de notas la pintura y la escultura para encontrar que la primera tiene infinitas posibilidades de las que la segunda carece. Siglos después, Baudelaire escribiría un ensayo titulado Por qué la escultura es aburrida. Uno de los tópicos de la crítica artística es este, el de situar jerárquicamente las artes en general y la pintura y la escultura en particular. Por carente de sentido que pueda parecer la tarea, no deja de ser interesante el hecho de que se plantee y, más concretamente, el que la pintura ocupe un lugar más importante que la escultura.

Si he recordado esto es por el asunto de la profundidad. Lo cierto es que, salvo gloriosas excepciones, la pintura tiene un poder de seducción muy superior al de la escultura, cuando a priori podría pensarse que debería ser al revés, por estar la escultura más cerca de la realidad. Y quizá sea este el quid de la cuestión, el poder cautivador de la ficción, la capacidad que tienen la pintura de crear ilusiones, de fingir un mundo tridimensional en una superficie. La escultura, estoy ahora hablando de arte representativo, es menos sorprendente cuanto más perfecta es.

El pintor pone a nuestro alcance, en la superficie del lienzo, todo cuanto quiere, hasta el punto de sumirnos en perspectivas y profundidades imposibles. El escultor, por el contrario, es incapaz no solo de sustraernos de nuestras habituales tres dimensiones, sino de mostrarnos todo lo que quiere mostrarnos de una vez.

Los egipcios no pintaban como lo hacían por moda o torpeza, sino porque buscaban transmitir la mayor cantidad de información: importaba menos el realismo que la comprensión del objeto representado. Desde entonces la pintura le ha llevado la delantera en este aspecto, logrando una mayor profundidad que la escultura.

A fin de cuentas, los cuadros son ventanas, nosotros vemos proyecciones en la superficie de la retina, solo la ficción es capaz de combatir la insoportable levedad de lo real y la ilusión de profundidad quizá no sea más que un juego de espejos en el que los espejos están lo suficientemente bien escondidos.

La adoración de los Magos
Leonardo da Vinci
(Sale en Sacrificio, de Tarkovski)



4 comentarios:

  1. Al leer tu entrada, me viene a la cabeza que hará en torno a un año, año y medio que las empresas de videojuegos habían dado un paso atrás en cuanto a realismo, ya que los personajes "excesivamente humanos" generaban cierto rechazo. En concreto, ponían el ejemplo de un videojuego de fútbol, donde representaban futbolistas reales.

    ¿Tendrá algo que ver con que la mayoría prefiramos la pintura?

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  2. Es interesante lo que cuentas: quizá tenga que ver con el margen para identificarse con los personajes que ofrezca el juego: una cosa es querer ser como Messi y otra ser Messi.

    Ampliando la idea, por lo general nos atraen más aquellas obras que dejan margen a la imaginación. Si está todo dicho, si no hay misterio, no tenemos cabida, como espectadores no tenemos nada que hacer.

    Algo parecido a lo de los video juegos pasa con la escultura: nos gusta ver una pieza de mármol con la forma de un cuerpo hermoso, pero si pintamos la piedra de color carne y le ponemos pelos puede pasar que hasta dé asco.

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  3. No voy a decir nada nuevo, pero es un tema que me interesa, puesto que más de una vez me ha dado por jerarquizar las artes, siendo mi apreciación personal que la música y la literatura están muy por encima de las demás. En éstas, la imagen, el escenario, el movimiento, los creas tú, en las demás te vienen dados (lo cual no quita para que puedan transmitir a veces unas emociones o experiencias estéticas sublimes).

    Lo que comentas de los videojuegos, Pepe, es muy cierto: si salen de los mundos y personajes fantásticos para sustituirlos por personajes y escenarios reales dejan de cumplir su función de evadirnos de la realidad.

    Lo que comentas, Alberto, de coger una escultura y hacerla muy realista ya existe (esculturas hiperrealistas), y efectivamente, más allá de admirar el trabajo que hay detrás, le dejan a uno frío. Si el arte sirve para evadirnos de la realidad, para tener otras perspectivas, está claro que no puede ser muy realista (para eso ya tenemos la cruda realidad).

    Además mi sensación es que cada arte tiene su propio ámbito donde mejor es cuanto más puro se mantiene. Me explico: cuando la música intenta hacer poesía o literatura muchas veces fracasa pues generalmente sacrifica la melodía (su ser) porque la subordina al texto, cuando en un cómic se pretende meter literatura queda fatal y cuando un videojuego parece una película interactiva pasa igual. Que un libro traiga ilustraciones suele resultar odioso pues te quita la libertad de imaginarte la escena. Los musicales, tanto teatrales como cinematográficos, rara vez son geniales. Dicen que la ópera es el arte total por aunar literatura, música y arte escénica, pero a mí personalmente me dice bien poco, no da margen a mi imaginación (lo que decías, Alberto). Algo parecido me pasa con las películas, aun admitiendo que algunas son geniales.

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  4. Veo la exposición Arquitecturas pintadas, y resulta que viene a cuento: la arquitectura es tridimensional por naturaleza, y tan real que conforma los espacios que habitamos. Sin embargo, al aplastarlas en el lienzo, las arquitecturas se vuelven fantásticas, más materia de sueños que de urbanismos: las formas se vuelven caprichosas y las construcciones exageradas, absurdas, incluso imposibles, y pocas cosas pueden superar la potencia de especular con lo imposible.

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