domingo, 22 de marzo de 2009

El tedio de lo vulgar

No sé a cuento de qué, pero hoy me he acordado de lo apasionante que era Internet al principio: si a aquello le llamaron navegar es porque realmente la búsqueda de sitios tenía mucho de aventura pues, llevado por la intuición, iba uno saltando de un vínculo a otro en busca del artículo fundacional, de la página deslumbrante, o del portal definitivo sin saber nunca si tus elecciones te estaba llevando al objetivo deseado, a una maravillosa sorpresa o al fracaso más estrepitoso.

Guardábamos por entonces las direcciones que encontrábamos como si fuesen joyas y esperábamos ansiosos el momento y la oportunidad de, a partir de aquellas direcciones, continuar la búsqueda de nuevos campos de información. Y es que, por aquel entonces, encontrar una gráfica de un campo de fuerzas, el fotograma de una película, o un texto original era una sorpresa y un regalo. La consecuencia de todo aquello fue una época estimulante, una época en la que la sensación de descubrimiento y de frontera se propagó por el mundo.

Sí, fue apasionante, pero apenas si duró unos pocos años. Internet es el ejemplo perfecto de la aceleración de los tiempos, y de cómo esa aceleración aniquila esos momentos de transición tan interesantes. Cuando las nuevas ideas o las nuevas tecnologías se instalan, los normales mortales que las recibimos lo único que sabemos es copiarlas, alterarlas, estirarlas y caer en manierismos y barroquismos: explotamos y sobreexplotamos las posibilidades de los nuevos hallazgos hasta que, cansados todos de darle vueltas y revueltas a lo mismo, algunos, esos dotados por el azar con el toque genial, generan nuevas ideas y nos dan nuevo impulso. Es en esos momentos de frontera, de transición entre lo viejo y caduco y lo nuevo y apenas esbozado cuando las mentes, gracias a esa materia prima que son las nuevas ideas, parecen explotar de creatividad. Son tiempos convulsos y a veces ridículos, pero también apasionantes y creativos.

Hoy día los procesos son tan rápidos, el consumo tan voraz, que los periodos de transición apenas si existen: en cuanto una idea salta a la palestra pública es fagocitada por la industria y esa máquina de trivialización y vulgarización, en el peor sentido de la palabra, que es el conjunto de los medios de comunicación de masas. Antes de que uno pueda ponerse a reflexionar sobre una nueva idea, esta ya ha sido ensalzada, consumida y arrojada al cubo de la basura por quienes, lógicamente, desprecian las ideas y solo quieren “información”, término que para ellos alude a cualquier dato que pueda ser empaquetado y vendido.

Hoy le hubiesen puesto los bigotes a la Gioconda al día siguiente de ser expuesta por primera vez. Y la teoría heliocéntrica de Copérnico se hubiese convertido en póster antes incluso de que la iglesia la condenase.

Y no es que me parezca mal del todo, la verdad. Lo que pasa es que la facilidad se convierte tan rápidamente en superficialidad que temo sinceramente que el tedio de lo vulgar acabe inundando el mundo... todavía más.

2 comentarios:

  1. En realidad creo que internet es mucho más fascinante que antes, pero a pesar de los gps como google que hacen la navegación más fácil, en realidad encontrar buenos contenidos se hace tan dificil como antaño y la navegación, ahora que se ha descubierto que el mundo cibernético no se acaba en el cabo de finisterre, vuelve a resurgir con fuerza y no solo por el mediterraneo sin alejarse de la orilla que eran los enlaces que otros intercambiaban como oro fenicio, ahora tenemos grandes mares abiertos, grandes oceanos en los que buscar islas paradisiacas aunque por supuesto... es facil perderse en el mar de los sargazos y no encontrar un destino en el triangulo de las bermudas.

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  2. Sí, es verdad que ahora tenemos verdaderos océanos, pero también enormes trasatlánticos que nos arrastran siempre por las mismas latitudes. Sí, los tesoros siguen ahí: de hecho, cada vez hay más. Pero los planos con su ubicación no están en los grandes buques. Sin embargo, ¡son tan seductores!

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