En este libro podemos encontrar
tres tipos de contenidos: un esquema de las doctrinas políticas acerca de lo
que debemos hacer, una colección de dilemas morales que nos enfrenta a las
carencias de nuestra propia ética y las opiniones del autor.
Un esquema siempre viene
bien: informa, clarifica y sirve de esqueleto en el que colgar nuevas ideas.
Los dilemas son realmente
interesantes y lo suficientemente complejos como para que nos encontremos con
situaciones realmente difíciles, si no imposibles, de resolver.
Las opiniones del autor
sobran. Kantiano él, ¿cómo se puede ser kantiano a estas alturas?, desmantela
buena parte del trabajo hecho previamente al intentar justificar barbaridades
kantianas del estilo de que hay que decir la verdad siempre, cueste lo que
cueste, o al afirmar, sin pruebas, que la ciencia no puede demostrar la
imposibilidad del libre albedrío.
La verdad es que me ha costado
entender el tono del libro, pero entonces he recordado la vieja máxima de
“cuando alguien piensa, piensa contra alguien” y he entendido el asunto: Sandel
es americano y piensa contra sus liberales radicales, esos que el libro llama
libertarios y que resultan ser liberales de extrema derecha.
Resumiendo: el libro no es
redondo, pero sí una buena introducción a la filosofía política y a la
reflexión moral.
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