¿Qué es lo contrario de prohibir? Para los
católicos, para la derecha recalcitrante, para los reaccionarios, para los
miedosos en general, lo contrario de prohibir es imponer, porque están tan
acostumbrados a la obligación, a recibir las instrucciones de fuera, de sus
textos, de sus sacerdotes y jefes, que no conciben que el otro, el que no
comparte sus creencias, quizá no quiera negarle nada ni imponerle nada sino,
simplemente, vivir a su aire y que los demás hagan lo mismo.
No, lo contrario de prohibir no es imponer.
En realidad, ambas cosas son la misma cosa. Lo contrario de prohibir es
permitir, y esto es lo que no entienden quienes piensan que estás con ellos o
contra ellos, cuando lo más normal es que los demás no estemos ni con ellos ni
contra ellos sino que, sencillamente, nos resulten indiferentes.
Hay muchos ejemplos, pero el de la familia cristiana
es particularmente extraño. Se empeñan en defender la familia porque dicen que
está siendo atacada, que está en peligro. No lo entiendo. ¿No montar una
familia cristiana es atacar a la familia cristiana? ¿Alguien les prohíbe que se
casen, tengan hijos, se pongan guapos y vayan juntos a misa los domingos? No,
claro que no. Pero el hecho de que haya leyes que permiten que otros se organicen
la vida de otra amanera para ellos es un ataque. ¿Y por qué?
Tras pensar en el asunto, creo que he dado
con el quid de la cuestión, y es que siempre me planteo estas cuestiones desde
un punto de vista equivocado, posiblemente por mi acusado egocentrismo. Tiendo
a pensar que ellos intentan imponerme a mí su modelo, que intentan prohibirme a
mí que viva según me plazca y, claro, nunca he entendido por qué les importaba
yo tanto. Pero al pensar en el asunto este de la familia, de pronto lo he visto
claro: no es a mí a quien quieren prohibirme cosas, sino a sus parejas, a sus hijos,
a sus amigos. Lo que les da un miedo terrible es que la ley permita a su mujer
coger la maleta y largarse. Lo que no pueden soportar es que la ley permita que
su hijo coja y se haga pareja de hecho de su amigo. Lo que no quieren es que su
hija del alma aprenda a comprar condones y a hacer con su sexo lo que la venga
en gana, incluido abortar si la gomita se rompe. Lo que no quieren es que sus
amigos puedan divorciarse, salir del armario o declararse ateos. Lo que no quieren,
en suma, es que ese mundo tan maravilloso del que, sorprendentemente, tanta
gente se sale, se desmorone por culpa de unas leyes que, en vez de prohibir,
que es lo que tienen que hacer las leyes, permiten hacer todas esas cosas
nefandas.
La verdad es que ahora que me he dado
cuenta de que yo no soy más que un daño colateral de la cruzada de todos estos
cobardes contra la libertad de su propia gente me siento mucho más tranquilo.
Hola Alberto encantado de volver a leerte
ResponderEliminarPues sí, no sé donde leí hace poco que los humanos inventamos la moral para conseguir que los demás hagan, o se abstengan de hacer, lo que nos interesa a nosotros, que es más o menos la tesis que defiendes tu, y como en la sociedad no todos somos iguales sino que hay unos que tienen más poder que otros pues la moral de los poderosos es la que tiene la hegemonía.
Un placer para mí estar de vuelta, aunque no sé por cuánto tiempo.
ResponderEliminarTres citas a propósito del tema:
Thomas Szasz: "La libertad es lo que la mayoría de las personas quieren para sí mismas y lo que más desean negarles a las demás".
Marx: "Ningún hombre combate la libertad; a lo sumo, combate la libertad de los demás".
Baroja: "... las leyes, para los demás".
Genial, Alberto. Estas líneas son fantasticas tengo los pelos como escarpias porque yo pensaba exactamente lo mismo que tu y me he dado cuenta de lo que verdad les importa.
ResponderEliminar