miércoles, 2 de mayo de 2018

Locura filosófica


Pensando en la locura del pos-posestructuralismo me he preguntado si la filosofía ha enloquecido por encontrarnos en alguna fase terminal o si, por el contrario, esto le ha pasado ya otras veces, y me he dado cuenta de que, efectivamente, el pensamiento humano se ha enajenado y perdido por derroteros alucinatorios varias veces: sin escarbar mucho, la escolástica medieval, el idealismo alemán y, en buena parte, la más reciente fenomenología, son corrientes filosóficas que se sumergieron voluntariamente en especulaciones lingüísticas sin sentido.

¿Por qué sin sentido? Pues porque renunciaron a la realidad, porque en su búsqueda de la verdad o de su demolición, igual da, renunciaron a la información aportada por los sentidos y se encerraron en infinitos juegos verbales autorreferenciales.

Ahora lo veo evidente, pero me ha costado llegar a esta afirmación: la filosofía ha enloquecido varias veces. ¿Por qué? Supongo que se debe a que el prejuicio del progreso sigue haciendo de las suyas, porque íntimamente sigo creyendo, aunque sé que no es así, que avanzamos, que cada nuevo paso es un paso hacia delante, cuando en realidad llevamos cinco mil años dándole vueltas a las mismas cosas, a veces acercándonos al núcleo de la cuestión, a veces alejándonos en largas curvas divergentes.