sábado, 24 de octubre de 2009

Clinamen cuántico

Para que un universo sea interesante, necesita disponer de una fuente de orden y una fuente de cambio. Sin una cierta cantidad de orden, o de información útil si se quiere, el mundo sería un caos sin nada que reconocer ni nadie que lo hiciese. Sin una fuente de desorden, o de cambio, para entendernos, todo permanecería igual a sí mismo y el tiempo no existiría.

La ciencia, se diga lo que se diga, no explica nada, sino que se limita a describir y, en el mejor de los casos, reducir el contenido conceptual de dichas causas. Así, tomando el ejemplo de la gravedad, de complejas causas mitológicas pasamos a una simple fuerza de atracción entre las masas para después reducir aún más la ontología del asunto al hablar de simple geometría.

En este proceso de reducción, de acotamiento, de empujar más y más lejos el lugar donde se encuentran las causas, hemos situado la fuente del orden en las condiciones iniciales del Big-Bang y la del desorden en la incertidumbre cuántica.

Situar todo el orden posterior en la homogeneidad total del instante inicial nos puede permitir, aparte de la salida absurda de recurrir a una entidad creadora (que más bien podríamos llamar inicializadora, y que en absoluto entiendo cómo algunos tan alegremente asocian con sus supersticiosos dioses personales), el siguiente truco: sin situación previa de la que depender, sin historia, no hay razón ninguna para la diferencia: ¿por qué algo debería ser distinto de algo? ¿Por qué, de hecho, la multiplicidad? De este modo, el orden absoluto inicial no exige explicación, y solo necesitamos de una fuente de desorden que dé forma al universo.

Es entonces cuando nos topamos con la incertidumbre cuántica, que nos dice algo tan asombroso como que ante una situación dada, las partículas elementales no tienen por qué actuar siempre igual, sino que pueden “elegir” entre todo un conjunto de alternativas.

Este “clinamen” cuántico le ha servido a unos y otros para explicarlo todo (en especial cuando parece ser que el caos matemático aplicado al mundo físico puede entenderse como una amplificación de la incertidumbre Heisenbergiana): desde la propia aparición del universo inicial a partir de la nada hasta la conciencia, pasando por los grumos de materia que llamamos galaxias.

Normalmente llama la atención el hecho de que el universo tenga un principio. A mí me asombra, y cada vez más, la ausencia de causa en el comportamiento de las partículas elementales. Solo la teoría de los Muchos Mundos ayuda un poco: si no hay ninguna razón para que un fotón, por ejemplo, siga un camino en vez de otro, va y sigue todos los posibles.

¿Se podría usar como heurístico esto de la ausencia de causas del mismo modo que se usa el Principio Antrópico o las leyes de mínimos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario