martes, 22 de septiembre de 2009

Progreso

La idea de progreso está desprestigiada. ¿Cómo podemos hablar de progreso, dicen unos, cuando nos estamos cargando el planeta, cuando las guerras cada vez son más crueles, cuando la gente sigue muriendo de hambre en las tres cuartas partes del mundo?

Pues tienen razón. Pero otros dicen que nos encontramos en un nuevo Renacimiento, pues en el siglo pasado hemos llegado a la Luna, hemos inventado la píldora anticonceptiva, resuelto el último teorema de Fermat y descubierto el mecanismo de la herencia.

Pues también tienen razón.

Estamos con lo de siempre: cada uno, según sus inclinaciones, según sus presunciones ideológicas define internamente el concepto según le viene en gana, opina en función de esa definición y ya la tenemos montada. Las dos posturas anteriores son correctas, y no suponen paradoja alguna porque hablan de cosas distintas, completamente distintas. Incluso cada una de las posturas mezcla ideas que deberían analizarse separadamente. Para no liarla demasiado, solo voy a desglosar la cuestión en cinco preguntas:

¿Ha progresado el hombre desde un punto de vista material? Polución, hambre, desigualdades: no.

¿Ha progresado el hombre desde un punto de vista moral? Si tal frasecita lo que quiere es inquirir sobre si hemos desarrollado y aceptado de modo generalizado unas pautas de comportamiento que permitan a todos los hombres desarrollarse dignamente, la contestación es más que evidente: para nada.

¿Ha progresado nuestra comprensión del mundo universo? Teoría de la relatividad, mecánica cuántica, teoría inflacionista, caos, genética: sí.

¿Ha progresado nuestra comprensión del hombre? Desde las teorías evolucionistas o la neurología se ha conseguido hacer accesibles problemas antes secuestrados por la teología: libre albedrío, consciencia, comportamientos innatos, mientras que la ética ha alcanzado su madurez como ciencia al ser capaz de desarrollarse con independencia de trabas religiosas. Sí, claro que sí.

¿Ha progresado nuestra capacidad tecnológica? Lo que más: para bien y para mal. Las telecomunicaciones han destruido todas las barreras, todas las fronteras. La medicina no solo cura, sino que empieza a saber por qué. Viajamos por el espacio y construimos túneles bajo el mar. Construimos robots que trabajan por nosotros. Y hemos aumentado la capacidad de nuestro cerebro mediante una prótesis externa a la que llamamos ordenador.

¿Entonces? ¿Por qué con tantas posibilidades lo hacemos tan mal? ¿Por qué hemos progresado tanto y a la vez tan poco?

La respuesta es tan sencilla que parece una ridiculez: porque los humanos somos exactamente iguales que éramos hace cien mil años, cuando recorríamos las llanuras africanas en busca de alimento. Es decir, que nuestros instintos siguen ahí, incluido el más necesario para la supervivencia en un medio salvaje pero el más dañino que se pueda imaginar en un medio social: el egoísmo genético. La gente se pregunta cómo es posible lo de Palestina. Siguen preguntándose cómo fue posible lo de Hitler. Simplemente porque el Cromagnon sigue ahí, agazapado, debajo de nuestra civilizada vestimenta, esperando la mejor ocasión para saltar y conseguir, sea como sea, lo mejor para él, su familia, su tribu y su raza.

Lo estúpido es caer en prosopopeyas baratas y echarle la culpa a la ciencia, a la tecnología o al empedrao. Si no nos han servido para hacer de este mundo algo mejor es porque somos unos hijos de puta, simplemente.

Las quijadas de asno no tiene la culpa de nada.

3 comentarios:

  1. La humanidad está tan capacitada para crear como para destruir, para hacer el bien como para hacer el mal. Lo que ocurre es que para lo primero se requiere de cierto esfuerzo del intelecto, mientras que lo segundo se lleva en las vísceras, en las de unos más que en las de otros. Por lo menos es lo que yo creo. Y a riesgo de que me llames catastrofista y pesimista, creo que a la gente lo de esforzarse le gusta bastante poco y más si el esfuerzo pasa por darle al coco.

    Un saludo post-estival.

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  2. De acuerdo.
    Un cuchillo puede servir para cortar el pan y el jamón o para asesinar a una persona.
    En todo caso el cuchillo no tiene la culpa de lo que hagamos con él.
    Los humanos hemos utilizado la ciencia y la tecnología para construir bombas atómicas pero en nuestras manos está el utilizarla para, por ejemplo, erradicar el hambre en el mundo.
    De lo que se trata es de socializar el conocimiento científico y tecnológico que hasta hoy ha permanecido en manos de jerarquías que lo han utilizado en su propio beneficio.

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  3. Completamente de acuerdo, pero, ¿cómo se hace eso de socializar el conocimiento científico y técnico? Lo digo porque la tendencia es la contraria, pues en cuanto más tecnología hay en la vida de la gente mayor ee el desinterés que esa misma gente demuestra por sus fundamentos.

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