miércoles, 9 de septiembre de 2009

Derechos

Vivimos en una sociedad de derechos. Todo el mundo invoca sus derechos. Vale, me parece bien. Lo malo es que pocos se han parado a pensar a) qué es un derecho y b) qué esconden realmente algunos de los derechos fundamentales.

Dejando el punto a) para otra ocasión, tratemos el b) viendo, a modo de ejemplos, algunos de los derechos que con más frecuencia se reivindican:

Derecho de los padres a educar a los hijos: ¿incluye eso el derecho a mentirles sistemáticamente desde la cuna para que acaben creyendo como verdaderas un montón de leyendas fantásticas? ¿Incluye eso dejarles en herencia sus miedos, sus frustraciones, sus prejuicios? Por supuesto, no quiero decir que todos los padres eduquen mal a sus hijos. Todos no, desde luego.

Derecho al trabajo: este es particularmente retorcido: ¿se nos quiere decir con esto que tenemos derecho a dedicar la mayor parte de la vida a obtener beneficios para otros? ¿Se nos quiere decir que tenemos derecho a doblar el espinazo para obtener ingresos con los que satisfacer las necesidades que el propio sistema nos crea?

Derecho a la propiedad. En este derecho reside casi todo el tinglado. ¿Quién no está de acuerdo en que lo suyo es suyo y que nadie debe intentar quitárselo? Lo que ocurre es que no puedo evitar ver diferencias entre la propiedad de un tebeo que he comprado con el dinero obtenido tras una hora de satisfacer mi derecho al trabajo y la propiedad del cuaderno de Leonardo que compró Bill Gates con el dinero que ganó tras miles de horas de trabajo... de sus empleados. ¿Tiene alguien derecho a poseer extensiones de tierra de decenas de miles de hectáreas? ¿O la riqueza petrolífera de un país?

Derecho a la libertad. Este es el derecho que ampara todos los demás derechos, pues los padres son libres de educar a sus hijos como les parezca; y los emprendedores son libres de intentar enriquecerse con el trabajo de los demás; y somos libres de acumular las riquezas que seamos capaces de obtener. Pero también es la mayor broma, por varias razones:
  1. La libertad no existe. Es un sinsentido lógico. O hay azar o hay necesidad, pero no hay libertad. A lo sumo, una ilusión de libertad, que es la que experimentamos cuando deseamos algo y descubrimos con gusto que podemos alcanzarlo. Pero nuestros deseos a su vez dependen de nuestra educación, del medio, de nuestras experiencias previas...
  2. El derecho a la libertad se da de leches con todos los demás derechos. No soy libre de coger lo que quiero porque los demás tienen derecho a su propiedad. No soy libre si resulta que otros, mis padres, tienen derecho a educarme como a ellos les parezca. No soy libre desde el momento en el que no puedo elegir la sociedad en la que vivo.
  3. La propia declaración de unos derechos supone una drástica limitación de la libertad que podríamos suponer que traemos bajo el brazo al nacer. Lo cierto es que venimos a la vida en el seno de una sociedad que no hemos elegido. Lo terrible es que no podemos apearnos en marcha, no podemos decir paso de esto, no podemos renunciar al sistema y huir a los bosques, entre otras cosas porque los bosques ya son propiedad de alguien.

Propongo que al lector que haga una lectura de, por ejemplo, la Declaración de los Derechos Humano de la ONU. Se la suele criticar por su generalizado incumplimiento, pero eso es estúpido, porque las declaraciones no tienen culpa de que no se cumplan. De lo que sí son culpables (en realidad no ellas, claro, sino quienes las compusieron) es de la soterrada ideología que esconden. Mi propuesta consiste en emprender la lectura con espíritu de sospecha, con ese talante paranoico que a todos se nos pone de vez en cuando, y reírse un poco.

Otro ejercicio, este más creativo, consistiría en redactar una buena declaración de derechos humanos. Los objetivos de este ejercicio son dos: tomar conciencia de lo difícil que es desear con inteligencia y comprobar que no puede existir una buena declaración de derechos humanos.

PD: Cuando un extranjero se nacionaliza norteamericano debe asistir a un acto en el que, antes de jurar esas cosas que se juran, un juez le hace algunas preguntas al aspirante para constatar que conoce el sistema político del país. En 1947, el lógico Kurt Gödel, se presentó a la ceremonia. Como buen chico que era se había estudiado la constitución. El problema era que había encontrado inconsistencias en el texto, inconsistencias que pensaba explicarle al juez. Afortunadamente para él, Einstein y Morgenstein, sus testigos, le entretuvieron como pudieron y convencieron al juez de que no dejase hablar demasiado a su amigo.

4 comentarios:

  1. Me parecen muy interesantes las reflexiones que haces tanto en el blog como en Epsilones, especialmente en las FAQ´s escépticas pero creo que el tema de la libertad es demasiado complejo como para ventilarlo de un plumazo como haces: "La libertad no existe. Es un sinsentido lógico. O hay azar o hay necesidad, pero no hay libertad." te agradeceria que profundizaras y argumentaras algo más sobre el tema. Tambien me gustaría saber tu opinión sobre el concepto de libertad en la filosofia de Sartre, gracias.

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  2. Tienes razón: en http://sector17.epsilones.com/paginas/soyateo.html#p-albedrio puedes encontrar el tema de la libertad algo más desarrollado.

    En cuanto a Sastre, supongo que te refieres a su “Estoy condenado a ser libre”. Con esta expresión, lúcida como tantas de las suyas, nos hace ver una de las paradojas que esconde la idea de libertad: al llegar ante una bifurcación no nos queda otra que elegir, bien un camino, bien el otro. Incluso si decidimos quedarnos allí y no movernos estamos eligiendo ¡no tomar ningún camino!

    Lo terrible, añado yo, es no poder tomar los dos.

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  3. Es cierto que las elecciones humanas están determinadas por factores ajenos a nuestra voluntad, pero no es menos cierto que a medida que aumenta nuestro conocimiento y conciencia sobre las causas que determinan nuestras acciones, aumenta paralelamente nuestra capacidad para independizarnos de dichos factores, el conocimiento nos hace libres.

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  4. Bueno... yo diría que el conocimiento nos hace dependientes de MÁS factores ajenos a nuestra voluntad, aunque la verdad es que podríamos definir así una medida para la libertad: la libertad es mayor en la medida en que las decisiones dependen de más factores.

    La cosa tiene más sentido del que parece, pues en cuanto más datos se tienen en cuenta más fácil es que la decisión final no dependa de ninguno de ellos en concreto. Seguimos sin ser libres en el sentido clásico, pues nuestras decisiones dependen del conjunto, pero al menos somos bastante independientes de cada dato por separado, lo cual puede proporcionar una agradable sensación de libertad.

    Si a esto le unimos el hecho cierto de que nuestra decisiones serán mejores, en el sentido de más efectivas, si las basamos en la mayor cantidad posibles de factores, parece que lo de disponer de conocimiento es más que interesante.

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