domingo, 23 de junio de 2019

Señas de identidad, de Juan Goytisolo.

Resultado de imagen de Señas de identidad, de Juan Goytisolo portadaÁlvaro es hijo de una familia bien catalana con muchos tíos y primos. Algunos de ellos viviendo en Cuba, de donde parece que proviene la riqueza de la familia.

Cuando parece que la cosa va de saga familiar, la obra da un giro y se convierte en una novela social en la que vemos la situación de la España del franquismo (con tortura policías incluida) y la de los intelectuales exiliados en París.

Crítico con estos últimos, Goytisolo nos muestra una mezcolanza de activistas, charlatanes, escritores que no escriben y gente que, poco a poco se va desencantando ante una situación que se prolonga año tras año sin nadie sea capaz de cambiar nada, incluida la comunidad internacional.

Goytisolo se siente más cómodo hablando de la gente del pueblo, a quienes, en su brutalidad, describe como poseedores de mayores dosis de nobleza y sinceridad.

En lo formal, la novela es un campo de experimentación. Goytisolo usa el francés en muchos diálogos y con gran extensión; utiliza párrafos con distintas sangrías; combina en la narración la tercera y la segunda personas del singular; se olvida de la puntuación; yuxtapone frases en largas series… 

El resultado de todo ello es una novela muy interesante pero algo confusa. Está claro que la idea es mostrar la pérdida de las “señas de identidad” a lo largo en ese “lento y difícil camino de ruptura y desposesión” que es la vida. ¿Ruptura con qué? Pues con “familia, clase social, comunidad, tierra”. Sin embargo, Goytisolo quizá cuente demasiadas cosas.

Magnífica en cualquier caso. 

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