miércoles, 2 de julio de 2014

Credulidad y probabilidad

No sé cuánto tiene de verdad la historia, pero incluso como cuento vale: James Randi es un ilusionista que un día se cansó de ver cómo algunos usan los trucos de su profesión para engañar a incautos y presentarse como brujos, videntes y demás. Desde ese momento se ha dedicado a desenmascarar a esto estafadores replicando sus trucos y montajes.

Un día realizó una de sus exhibiciones en la televisión. Entonces un congresista de los USA le dijo que era un farsante. “Efectivamente, eso soy, un farsante que usa trucos para engañar a los espectadores”. “No-contestó el congresista-: eres un farsante porque usas magia de verdad y pretendes convencernos de que no”.

Así es la creencia, defraudada por la realidad, mala con la probabilidad y esclava de la disyunción. Me 
explico.

Al creyente la realidad le sabe a poco. Suelen hablar con admiración de las maravillas de la naturaleza para justificar su necesidad de un diseñador, pero lo que esto denota en realidad es que a la naturaleza la ven coja, incompleta, incapaz de explicarse a sí misma. En definitiva, ven la naturaleza como una pobre huerfanita y por eso, deseosos de enmendar tamaña falta, le inventan un padre.

El creyente es malo con la probabilidad, como casi todos los seres humanos, pero, lejos de saberlo y ser en consecuencia prudente, el creyente es osado y adjudica probabilidades de la única manera que sabe: al cincuenta por ciento. Un ejemplo es el del jugador de lotería primitiva. Da igual que le expliques que es más probable que le parta un rayo a que le toque: él contestará: “pero toca, ¿no?”.  De alguna manera sutil, para un crédulo, todos los sucesos son igualmente probables, y con eso viven. “Pero puede ser, ¿no?” es la frase que el crédulo usa después de que un pobre escéptico le haya explicado con todo lujo de detalles físicos e históricos, la extrema improbabilidad de que los nazis hubiesen diseñado una máquina del tiempo. El problema es la asimetría: asignar probabilidades implica conocimiento, análisis, esfuerzo, mientras que creer es mucho más fácil, porque no hay que hacer nada. Y tan divertido…

La esclavitud de la disyunción ya está explicada en parte, aunque merece unas palabras más: la disyunción, o esto o lo otro, es una de las muchas trampas del lenguaje. Su estructura binaria introduce una simetría en los enunciados que lleva a confusión. Cuando la usamos, parece que los dos términos de la disyunción son igualmente probables: “hoy puede que llueva o puede que no” parece decirnos que igual que puede llover puede que no, cuando perfectamente puede ser que la probabilidad de lluvia sea del 95% y, por tanto, la de que no lo haga del 5%. Formalmente la afirmación “puede que toque, puede que no” es absolutamente cierta, pero terriblemente engañosa para quien está deseando encontrar una razón para jugar. O para creer.


Pascal explicó que, desde el punto de vista de la probabilidad, lo racional es creer en dios, porque aunque consideremos su existencia una cuestión de azar, y aunque esta sea altamente improbable, lo que ganamos en el caso de acertar es tanto que merece la pena. Aparte de que no sé yo si a algún dios le valdría esta forma tan sin vergüenza de creer, lo que nunca explicó Pascal es lo que te pierdes en el caso de creer y equivocarte.

3 comentarios:

  1. Igual no viene al caso, pero yo soy de los que mira el pronóstico del tiempo donde vivo y donde trabajo para decidir si voy en moto o en coche. Prefiero ir en moto pero el viento y la lluvia son motivos suficientes para que lo evite. El pronóstico que consulto lo es a pocas horas vista por lo que la probabilidad de acierto es más elevada que las previsiones a largo plazo. Lo curioso es que la vista de la nube con gotas indica para todo el mundo que puede llover, al mirar detenidamente la previsión ponen las nubes a partir de dicha posibilidad aunque solo sea de un 5% que también indican en la predicción. A los efectos de todos los que miran ese mismo programa no parece haber diferencia entre una probabilidad de precipitación de un 5% y una de un 95%. Sin embargo, cuando no llueve con una probabilidad de un 5% todos parecen coincidir en que el hombre del tiempo se ha equivocado, cuando en realidad ha acertado al afirmar que podía no llover en un 95%. A lo que voy es que el dibujito que nos ponen en la predicción de las nubes y el agua es lo que nos acaba incitando a pensar que hay una probabilidad mayor de que llueva a pesar de que la predicción indica lo contrario y esa nube solo indica que existe esa posibilidad.

    Esa nube, la extrapolo yo al creyente en general, desde que era pequeño le pusieron la nube, hasta se oficializa en el colegio donde hay la opción de aprender religión, para un niño si se enseña en el colegio, será que es verdad o que las probabilidades de que lo sean sean mayores... a nadie le indican que igual es una nube que seguramente esté muy lejos de ese 5%, algo así como indicar una posibilidad entre una cantidad difícil de imaginar. Pero la nube la pusieron ahí desde hace mucho tiempo. Me resultó más fácil deshacerme de la nube de la religión que de aquella que me impide coger la moto y me hace arrepentirme al volver del trabajo sin lluvia en ninguno de los dos trayectos, pero entiendo que sean más los que creen en sus creencias, sean las que sean.

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  2. Me encanta el párrafo de "la esclavitud de la disyunción" y lo digo sinceramente, no es una ironía aunque lo pueda parecer.
    Soy aficcionado a la botánica y una herramienta muy potente para conocer la botánica son las claves dicotómicas que se estructuran precisamente con disyunciones. Si te "plantas" delante de un árbol puedes ver que:
    1.- O tiene hojas aciculares (ir a paso 2) o no son hojas aciculares (ir a paso 3)
    2.- Tiene hojas con dos lineas de la nervadura muy maracadas en el envés (Abeto) o con una sola línea de la nervadura en el envés (Pino)
    3.- Tiene hojas escamadas que cubren las ramitas (Ciprés) o tiene hojas sin forma de escamas (ir a paso 4)
    ....y así sucesivamente
    Claro que puede darse el caso que sea invierno y no tengas la oportunidad de ver qué hojas tienen ciertos árboles, pues se pueden configurar disyunciones con otras premisas o bien fijarte en el suelo por si encuentras hojas de ese árbol.
    Lo que quiero decir es que las disyunciones pueden ayudar mucho en el análisis de una "realidad" y se pueden enfocar de muchas maneras y llegar a las mismas conclusiones.
    Por ejemplo, ante tu afirmación de que las disyunciones son una de las muchas trampas del lenguaje, puedo pensar sin saber tus intenciones ni las probabilidades de que seas mal intencionado o bien intencionado que:
    O bien es cierto lo que dices o no es cierto. Si es cierto bien, si no es cierto puedo pensar que:
    O lo dices a sabiendas o no es a sabiendas. Si es a sabiendas me estás tomando el pelo y mientes, si no es a sabiendas es que estás honestamente equivocado.
    Así puedes hacer un mapa de posibilidades y ayudarte a configurar la trayectoria de un análisis. No creo que siempre sean trampas del lenguaje y pienso que tú tampoco lo crees precisamente por tu PROVOCADORA manera de terminar el párrafo, con una rotunda disyunción.

    Instisto, me encanta el párrafo y no estoy criticando una posible contradicción.
    Estoy agradeciendo un guiño provocador.



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  3. Completamente de acuerdo, Outsider. Esa es una de las peligrosas potencias de los lenguajes: nos hacen creer. Basta que algo se pueda referenciar (con un nombre, un icono) para que creamos un poquito en su existencia. Si a eso le unimos una torpeza genética a la hora de calcular probabilidades, ya tenemos en pie de igualdad que llueva o que no, o que exista dios o que no. A fin de cuentas, puede ser, ¿no? No hay que olvidar que en muchos mitos la creación se identifica con el acto de denominar.

    Y sí, gomy, usé disyunciones, je je je, un montón. Toda taxonomía es una colección de disyunciones, y toda ciencia empieza con taxonomías. Pero aunque hubiera algo de retranca en el texto, insisto en los peligros del lenguaje. El lenguaje es una herramienta maravillosa para relacionarnos con el mundo, pero, como todas las herramientas, pueden ser peligrosísima usada sin cuidado. No hay problema si no olvidamos su carácter instrumental, pero sí lo hay si acabamos creyendo que refleja perfectamente la realidad (lo mismo pasa con la ciencia). El ejemplo de la botánica es perfecto. La imagen que nos da la botánica o la zoología del mundo natural es el de algo perfectamente estructurado en distintos niveles y categorías. Pero lo cierto es que todo el sistema taxonómico es una aproximación discreta a una realidad continua (o casi) en la que las diferencias entre niveles y categorías es confusa, brumosa, polémica, tanto sincrónica como diacrónicamente.

    Por no creer no creo ni en los nombres comunes. Nietzsche decía que las ficciones científicas solo son nocivas si se consideran reales. A eso me refiero.

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