jueves, 18 de octubre de 2012

No sé si son egoístas o imbéciles


Me preocupa de veras la distinción. Un egoísta tiene intereses particulares que antepone a los intereses del colectivo. Un egoísta es uno que va a los suyo. Puede hacer daño, pero no es su objetivo. Y si te topas con uno, puedes negociar con él. Su objetivo no está en contradicción con el tuyo. Puede ser injusto, pero no tiene por qué oponerse a tus derechos ni deseos. No necesariamente.

Otra cosa es el imbécil: el imbécil es destructivo. No le guía la razón, sino la sinrazón, el absurdo. Guiado por celos, prejuicios y dogmas, el imbécil intenta que el mundo se acomode a todo ello, aunque no redunde necesariamente en su beneficio. El imbécil no tiene por qué ser iletrado. Por el contrario, puede ser ilustrado y de buena familia. Entonces utilizará su formación para justificar su imbecilidad.

De este tipo son los tipos y tipas que nos mandan. Son completamente imbéciles. Se creen los reyes y reinas de los mares, pero lo cierto es que son unos pringados que, incapaces de medrar en ámbitos más lucrativos, han accedido a la política como única forma de lograr protagonismo. No hay más que escucharles. Entonces, uno cree estar oyendo el guión de un personaje caricaturesco. Lo malo es que el habla no es Martínez el Facha, por ejemplo, sino el ministro de educación, por ejemplo.

Tras la escucha, uno no da crédito, porque nos habíamos creído lo de la transición, todo eso de que nos habíamos reconciliado y de que habíamos superado las diferencias de las dos Españas y…

Mierda. Ni transición ni nada. En Alemania los nazis perdieron (aunque ahora parezca que siguen a los mandos). En Italia los fascistas perdieron (aunque ganaron los mafiosos, que viene a ser lo mismo). En España no. En España nos quisieron convencer de que la reconciliación eras posible, cuando resulta que los muertos de unos están en panteones mientras que los otros están en las cunetas. Pero tragamos, tragamos porque, así nos lo dijeron, solo así superaríamos las diferencias. Pero no fue verdad. Los de los panteones han seguido mandando mientras que los otros, los de los muertos en las cunetas, se han empobrecido más y más.

Sin embargo, insisto: los que mandan no son egoístas. Entonces lo entendería. Lo terrible es que, los que mandan, son imbéciles, porque ni siquiera son capaces de generar riqueza para ellos mismos. Nos están hundiendo en la miseria a todos, a sus bancos, a sus empresas y, de paso, a todos los demás.

No, qué va, no son imbéciles: son idiotas. 

2 comentarios:

  1. Coincido contigo. Pero no sólo los que ahora están en el poder, también vale para los que estuvieron la legislatura anterior.

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