miércoles, 23 de mayo de 2012

Absurdo


La verdadera sabiduría no es más que una: todo es absurdo. Cuando llegas a esa verdad parece imposible no haber llegado antes, y que no hayan hecho lo propio los demás y todos aquellos que nos precedieron. Pero tiene sentido, porque, aunque creamos en el sinsentido, secretamente creemos en otros sentidos, no metafísicos pero igualmente falsos, como el que proporciona el arte, el conocimiento o la lucha solidaria.

Pero todas esas alternativas en realidad no lo son. Nos ofrecen formas de vivir, de olvidar el sinsentido, es verdad, pero nada más. Son técnicas de enajenación. Valoradas socialmente, es verdad, pero en nada esencialmente distintas al opio.

Los románticos hicieron del arte su religión. Ahí tenemos el gran ejemplo. Incapaces de renunciar a lo que habían descubierto falso, se inventaron un sustituto. Es la nostalgia del absoluto, que cada uno llena con lo que tiene más a mano. Dios, el yo, el arte, la historia, la clase obrera, todas son formas de lo mismo: entidades superiores, ajenas a la corrupción, inmortales.

Pero nada es inmortal. Todo es, incluidas las consciencias, mortal. En realidad, el propio concepto de vida y, por tanto, el de muerte, se diluyen cuando pensamos en moléculas y procesos metabólicos, pues no son, a fin de cuentas, más que átomos cayendo por la pendiente de las fuerzas físicas.   

La ciencia…, sí, para muchos la ciencia es la nueva y definitiva religión. No lo es, por supuesto, no es una religión, no es tan absurda, pero también es verdad que muchos la viven como si lo fuese, porque creen en ella, cuando la ciencia no establece dogmas en los que haya que creer, sino hipótesis de búsqueda que, una y otra vez, nos alejan de cualquier sentido. Por lo que sabemos, el universo no es moral, ni finalista, ni progresivo, ni siquiera lógico, al menos humanamente lógico.

La única cuestión relevante que nos podemos plantear, ya lo dijo Camus, es si seguir viviendo o no. La respuesta depende tan solo del grado de sufrimiento: si este es soportable, puede merecer la pena aguantar para después, quizá, disfrutar de algunos placeres. Si el sufrimiento es insoportable, para qué seguir, lo cual es una perogrullada porque, si es insoportable…

Hoy he oído en la televisión un diálogo magistral. Yo lo transcribo, pero hay que oírlo  para entenderlo:

-         ¿Qué soy?
-         Lunes.

15 comentarios:

  1. Si, desde muy antiguo el hombre buscó absolutos para justificar el sinsentido en las diversas religiones. Buena entrada Alberto.

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  2. Amigo, hace años que no oía de usted y cuando le vuelvo a encontrar en el oceáno digital suena usted como el Esclesiastés. Vanitas vaniitatis.... Todo es absurdo y esta es la máxima sabiduría. Bueno, sí y no. Esta herida melancólica que nace al descubrir que no hay sentido absoluto, que no hay fundamento, es profundamente romántica y me sorprende en usted.
    Sí. Todo son ficciones y artefactos lingüísticos de diversos tipos. Pero si nunca hubo otra cosa y lo sabíamos, por qué sentirnos como niños estafados? ¿Acaso no nos valen los sentidos construidos desde nuestra propia fragilidad? ¿La única alternativa al Sentido absoluto es el Sinsentido absoluto?
    Hay muchas razones para la tristeza que yo comparto con usted, pero esta no es una. Que el mundo carezca de sentido es una liberación.
    Que todo tuviera un sentido- UNO e inmutable, ajeno a las construcciones humanas- seria espantoso.
    La verdadera cuestión- y el origen de todos los relatos, todas las ciencias, y todas las melancolías- es la fragilidad humana. All we are is dust in the wind, como dice la canción. O en palabras de Roy Batty: all these moments will be lost, like tears in rain.
    Recuerda usted los dos hermanos de la película Gattaca? ¿Cómo compiten a ver quién se cansa de nadar antes, y sorprendentemente, gana el que se supone que es de genética mas débil? "¿Cómo lo logras?"- le pregunta el otro hermano, el "superior". "Porque no guardo fuerzas para el viaje de vuelta"- le responde el "débil"
    Es que no hay vuelta atrás, ni otra orilla que alcanzar. Un día salimos a nadar y no hay retorno ni punto de llegada, solo nadar en un océano inmenso hasta que las fuerzas se acaben.

    James T. Kirk

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  3. Querido Tiberius, cómo lo he echado de menos…
    Tiene usted razón en todo lo que dice, y lo digo sin sarcasmo. El texto de este post y otros de esta época melancólica por la que paso no pretenden ser descubrimientos ni pistas ni argumentos: son manifestaciones de cómo me encuentro. Claro que “nunca hubo otra cosa y lo sabíamos”. Lo que ocurre es que, esta es mi confesión, solo ahora lo siento.
    Usted sabe mejor que yo que el yo es una república de mentes. Una de esas mentes, la racional, sabe del sinsentido desde hace ya demasiado tiempo, y esa ha sido siempre la fuerza de los lúcidos, una fuerza yo diría que hasta romántica, porque solo sabiéndonos solos hemos podido ser libres y poderosos en nuestra fragilidad.
    Pero… y sigo con la confesión, tengo la sensación de que en alguna de esas otras mentes menos explícitas quedaban residuos de creencias, restos místicos encarnados en idolatrías varias que usted sabe siempre fueron mi debilidad: la ciencia, la música, el arte… De alguna forma, creo que en algún lugar muy profundo aún albergaba esperanzas. ¿De qué? Pues de que los futuros que soñamos se hiciesen realidad, de que la vida consistiese en resolver complejos y profundos problemas acerca del ser, de que, por fin, todos fuésemos razonablemente elegantes, de que por fin nos convirtiésemos en sabios y generosos.
    Este curso, es curioso cómo para los profesores los años son ficciones, solo los cursos tiene realidad, se me han caído los palos del sombrajo. No racionalmente, sino sentimentalmente. No he descubierto el sinsentido. Lo he sentido. Nietzsche hablaba de algo parecido, pero refiriéndose a las sociedades. El conocimiento puede estar ahí, pero eso no quiere decir esté realmente incorporado al bagaje colectivo. Esto que quiero explicar es algo parecido: yo sabía que nada tenía sentido, pero, ahora me doy cuenta, no era un conocimiento incorporado. Solo ahora siento el sinsentido. Solo ahora me lo creo.
    Quizá todo esto le suene a sabido. Yo, al igual que le gustaba decir a nuestro común amigo, “soy un tardío”. Hasta hace no tanto el puente del Enterprise era todavía para mí un sueño posible. Ahora solo es un sueño melancólico, un sueño en el que el placer de la imaginación se mezcla con la tristeza de saber que es imposible. Esto confiere serenidad, pero quita alegría.
    Y en esas estoy. Pienso que todo esto tiene que ver con que, por diversas razones, he salido por fin de la adolescencia. Vale, vale, tengo cincuenta años, pero conozco casos peores. La cuestión es que me parece que voy a volver a ella, aunque, como es lógico, nada es igual cuando uno vuelve después de haberse ido. La mirada ahora tiene que ser, necesariamente, distante, irónica, melancólica.
    Si sigo escribiendo acabaré haciéndolo sobre jardines de esencias, así que aquí lo dejo.
    Fueron los mejores tiempos, fueron los peores tiempos.
    Salud, amigo.

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    1. Querido amigo
      Las épocas (y sin duda esta es una) de caídas, eclipses y derrumbamientos, personales o colectivos, son estremecedores y hermosas a la vez, como los ángeles de Rilke, con su promesa binaria de destrucción y liberación, parpadeando como un pulsar en las tinieblas.
      Solo puedo expresarle mi solidaridad. Sí: la diferencia entre la ausencia de sentido como dato cognitivo y como percepción emocional plena es la que hay entre un soplido y un tsunami. Como dijo Nietzsche: Una cosa es mirar al abismo, y otra que el abismo te mire a ti. O que esté en ti.

      Pero permítame que evoque a nuestro común amigo, levantando su cerveza, y tarareando ante nosotros con sorna: "... Si está usted tomando el tranvía/ desde la calle melancolía/ hacia ese nuevo barrio de la alegría/...", esa nueva existencia que llama usted "una nueva adolescencia", creo que convendrá conmigo que el ángel de la destrucción tiene otra cara: irónica, burlesca, libre.

      Recuerda usted la primera versión de I Am Legend? Omega Man creo que se titulaba, con Charlton Heston de protagonista? Heston es el último superviviente de una civilización que se ha autodestruido en la cumbre de su soberbia y su estupidez y vaga solo por una gran ciudad vacía, hablando con los maniquíes, viendo películas en cines en ruinas. Inmenso absurdo y melancolía. Todo aquello en lo que creía se ha derrumbado ¿Y qué hace Heston entonces? Mi secuencia favorita: se mete en un deportivo y woaaaaaaaaaaaaaaaaaa, a toda pastilla por la ciudad vacía: si esto es el fin del mundo, entonces soy el puto amo- y por la noche si vienen los zombies nictálopes los ametrallaré desde el balcón!!! Si esto no es alegría y felicidad, por lo menos es ironía y ferocidad. Es así como yo imagino algo parecido a lo que usted llama la actitud 'adolescente'; una forma de reírse y decir FUCK YOU en la cara de esa sustancia pegajosa disfrazada de realidad que nos sale al paso cada mañana.

      Una vez le preguntaron a Bertolt Brecht por el realismo en sus obras, y respondíó: "No me interesa el 'realismo'; el 'realismo' no es la realidad, sino una estética más, y no muy convincente". No confundamos el 'realismo', y su retórica pesimista obligatoria, con la realidad, que es mucho mas compleja. Si todo es un sueño, la sabiduría que dice que la esperanza del Enterprise es posible ciertamente sueño es, pero también lo es entonces la sabiduría contraria, la que dice que el Enterprise es imposible. Porque 'posible' e 'imposible' son solo conceptos y como tales están en el mismo plano: es decir, son metafísica, retórica, ideología. No se deje seducir, amigo mío, por la bella verborrea de la desilusión, que es tan vana como su contraria, la del optimismo babeante. Todo lo 'posible' puede perfectamente no suceder nunca, y todo lo supuestamente 'imposible' puede suceder, en el destello glorioso o devastador de un solo instante.
      No hay ninguna evolución lógica que lleve de nuestro presente al Enterprise. Pero la historia humana no funciona así. Las 'evoluciones graduales' son una ficción de los historiadores, un artefacto del aparato interpretativo y la lógica narrativa que confiere retroactivamente una apariencia de necesidad a los acontecimientos. Piense: 1789 fue imposible durante siglos y un día sucedió. O Chicxulub y los dinosaurios. O los cisnes negros.

      Se puede experimentar esto como algo pavoroso o como algo liberador, pero aunque respeto a Pascal que optó por lo primero, yo opino como Roy Batty que vivir con miedo es ser un esclavo, así que prefiero lo segundo. Y por las noches, en las extensas praderas del insomnio o contemplando en diversas pantallas el hedor de mezquindad, mediocridad y mentira que nos rodea, y el poder de los sofismas que subyugan a naciones enteras, pienso mas que nunca que le necesitamos a usted, comandante, para ametrallar zombies desde el balcón de su inteligencia. Ya se que son inagotables y vienen a oleadas. Pero hay que ametrallar sin desfallecer.

      Un abrazo
      James T. Kirk

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    2. Capitán, mi capitán, su texto es motivador y profundamente hermoso. Y performativo, porque, al mismo tiempo que aboga por ametrallar zombis, su texto ¡ametralla zombis! Amigo, usted es un maestro.

      Mi pero, o mi disculpa, no sé muy bien, es que la realidad real, la que se construye con el más feo de los relatos posibles, es insidiosa e insufriblemente obstinada, y cuando echa mano de sus armas más terribles, a saber, decretos, reglamentos, denuncias, es difícil sustraerse a su perniciosa influencia.

      Tengo que matizar su canto de esperanza. Que todo pueda ocurrir no quiere decir que algo vaya a ocurrir y menos que podemos esperarlo. Los sucesos inesperados, por definición, no pueden aportar esperanza. Bienvenidos sean los cisnes negros: yo sigo atento a ellos. Pero siento que el tiempo se me acaba. Sé que el tiempo es otra ficción, pero de esta todavía no he conseguido liberarme.

      Sea como fuere, somos leyenda,y el poder decirlo en plural ya es un motivo de alegría. Oiga, me ha gustado mucho lo de ametrallar zombis.

      Gracias.
      Alberto.

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    3. Querido Amigo

      Quizás la percepción de que el tiempo se nos acaba encierra una profunda verdad, pero no sobre una dimensión que se agota, sino sobre todo aquello que algo o alguien nos está quitando. No 'tenemos tiempo' porque nos han robado décadas enteras. La sustancia del tiempo perdido es la vida no vivida, las experiencias bloqueadas, las horas condenadas al tedio, la angustia o el agobio. Todo esto, incluso en su versión mas íntima, personal e intransferible, es profundamente político y colectivo, porque millones lo sufrimos y hay una forma de existencia que lo hace posible, especialmente en ese planeta pantanoso de cielos violáceos y oprimentes poblado por 'decretos, reglamentos, denuncias' y otra fauna semejante, donde yo también he sufrido mas de un aterrizaje forzoso. Vaya usted bien armado si se ve obligado a transitar por ahí, y sobre todo sepa que la fealdad y la mezquindad de las criaturas que habitan ese biotopo no es mas que un arma psico-depresora con la que aturden a sus víctimas.
      La gente hace guerras para repartirse el espacio, pero el verdadero combate debería ser la Guerra del Tiempo. Conozco a alguien que cada vez que se encuentra con un absurdo o una estupidez- proferida por alguien, escrita o filmada o cometida por alguien- exclama 'No tengo tiempo para esto'. Es la frase exacta. El tiempo que tenemos no es para esto. La impaciencia es un arma, y cada minuto es un desembarco de Normandía, cada segundo es un Guadalcanal, un Subirachi. Hay que luchar por cada hora de nuestras vidas como si fuera Stalingrado.
      Un abrazo
      Kirk

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    4. Amigo, le agradezco sus certeros consejos: efectivamente, estoy viendo como la necedad de quienes me acosan acaba envolviéndome y haciéndome preguntar si no seré yo el necio. Que en parte lo soy lo prueba el que me hayan incluido en sus tejemanejes. Pero, como usted dice, uno no tiene tiempo para estas bobadas. Lo malo es que los demás sí lo tienen, y te atrapan.

      El tiempo… ¿Sabe?, cierto agobio que experimento ante la aceleración de su paso me lo explicó Nabokov en Ada o el ardor: el tiempo corre más deprisa cuando adulto porque se da en fracciones cada vez menores del siempre creciente fondo de la existencia. Y porque uno se aburre más de joven. Vamos, que es una cuestión de proporciones y de saber vivir. Lo cierto es que uno ahora sabe lo que da de sí una década y, como no es para tanto, se agobia. De críos sentimos que el futuro es infinito porque los pequeños momentos vividos nos resultan tan intensos que el cálculo es obvio: la vida da para todo y para más. Pero, claro, no sabemos del cansancio, de la enajenación, de las imposiciones de la realidad real, ni del coste siempre creciente de nuevas experiencias.

      Sin embargo, lo que ahora me interesa más es el presente. Por William James sé del presente especioso, de ese que consiste en un trocito de pasado y un trocito de futuro. Puede parecer una obviedad, dado que el presente, casi por definición, no existe, pues si pensamos en él ya es pasado y, si queremos preverle, es aún futuro; pero que sea una obviedad no hace la idea menos inquietante.

      En cualquier caso, mi interés actual no es acerca de qué es el tiempo, sino de cómo vivirlo. Usted me habla del tiempo robado. También están el tiempo perdido, ese que no incrementó las experiencias, que dejó pasar oportunidades de placer; el tiempo productivo, ese que deja un rastro literario, un reguero de reflexiones, de recuerdos, de ficciones; y hasta el tiempo enajenado, ese en el que nos dejamos llevar por ficciones ajenas, sean El hombre sin atributos o Galactica.

      Últimamente ando coqueteando con el tiempo contemplativo. Se trata de apagar un poco la conciencia, de reducir el ruido interno, para sentir un poco más lo de fuera. Naturalmente, para que esto tenga un mínimo de interés, hay que conseguir un afuera interesante. Puede parecer otra obviedad, pero cuando uno está tan acostumbrado a llenar su tiempo, que el chapoteo de un pez en el agua sorprenda es, en sí, una extraordinaria sorpresa. Entonces el tiempo se detiene.

      Seguro que sabe a qué me refiero.

      Contemplativos saludos.
      S.

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    5. El acoso ha existido siempre, pero hasta hace bien poco (y esto es un ejemplo de construcción social de la realidad) no estaba reconocido como un fenómeno psico-social con entidad propia, de modo que no era percibido colectivamente como tal y por tanto ‘no existía’, lo cual por supuesto machacaba aun mas a las víctimas, que carecían de un vocabulario que semantizara el proceso y les permitiera articular lingüísticamente su propia defensa. Yo experimenté esto en los años 90. Hoy afortunadamente el fenómeno está muy estudiado y hay mecanismos de defensa. No subestime usted a los acosadores, amigo mío, ni se deje fatigar o deprimir por su mezquindad- responda con vigor y furia controlada. Fusión fría. Recurra a un abogado si es necesario (en caso de duda, lo es); acumule testimonios, pruebas. Pase a la ofensiva. Luche, y no solo por usted mismo, sino porque tiene usted razón. What the fuck!
      El tiempo contemplativo: está hablando usted de la raíz común de las vivencias místicas y la experiencia estética. La diferencia entre ambas estriba en si el chapoteo de un pez le hace a usted sentir una conexión inexpresable con algo no-humano o supra-humano (mística), o una simple suspensión del devenir y de todo interés individual (estética). El estado satori del Budismo Zen estaría entre medias.
      Hay una escena maravillosa en el Perceval de Chrétien de Troyes, del S.XII. El héroe cabalga lentamente por un campo cubierto de nieve. En el cielo un halcón persigue a una paloma y la hiere aunque no logra apresarla. Gotas de sangre caen sobre la nieve. Perceval se detiene y desmonta para contemplar la mancha de sangre. El color de la sangre en la nieve replica el tono rosado de las mejillas de su amada y lo hechiza. Pasan horas, días (es una novela fantástica) y el héroe sigue contemplando ese color inefable, sin moverse de allí. Los caballeros del Rey Arturo, que lo observan desde una colina cercana, se preguntan quién es, y bajan a intentar charlar con él. Perceval los ignora, y cuando se irritan con él y le retan a un duelo, los bate uno tras otro, para que le dejen en paz. No quiere que lo saquen de ahí y le arranquen de la contemplación de la belleza, aunque sea para unirse a la Tabla Redonda. Todo ha quedado suspendido- Arturo, el Grial, la Gran Búsqueda. Al final Sir Gawain (si mal no recuerdo) le convence con humor y cortesía, donde los otros caballeros fallaron con amenazas y retos. Pero la nostalgia del color sobre la nieve permanece para siempre, y uno se pregunta si ese es el verdadero Grial y el héroe que lo busca ya lo tuvo y lo perdió.

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    6. Hace poco hablaba con una amiga con inclinaciones místicas de lo místico de mis experiencias contemplativas porque, efectivamente, sus manifestaciones se parecen terriblemente. Negar que existen estados en los que la conciencia se ve alterada o disminuida es absurdo. Sea con fármacos, ejercicios respiratorios o mera introspección, alcanzarlos está al alcance de cualquiera. Lo que nunca he entendido ni he conseguido que nadie me explique es por qué, a partir de dichos estados, hay quienes aseguran una conexión con lo transmundano. Supongo que habrá de todo: un poco de superstición, un poco de necesidad de consuelo y protección, un mucho de vanidad. Sea como fuere, por mucho que sospeche que es genético, no deja de sorprenderme que de una ilusión se saquen conclusiones ontológicas.

      Gracias por su párrafo sobre el acoso: inteligente y motivador, de nuevo. Se está volviendo usted terriblemente sintético, señal de sabiduría. Lo que más tristeza me produce todo esto no es la cuestión personal (esa solo me genera ira) sino la constatación de lo difícil que es construir y lo terriblemente fácil que es destruir.

      Gracias también por su cita del Perceval de Chrétien de Troyes. Lo leí hace siglos, pero no fui consciente de la belleza del asunto, lo cual prueba que leer no es juntar letras.

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    7. Acoso y destrucción. Sí: en la entropía de la comunicación y de las organizaciones humanas (la entropo-antropo-logía?), parece mucho más fácil destruir que construir: reputaciones, relaciones, vidas. Tan fácil que da vértigo: “A person rises on a word and falls on a syllable” (Don DeLillo, Cosmopolis). Pero esto es así porque- y no hace falta recurrir a Kali, Heráclito o Hegel para verlo- para los humanos la destrucción es en realidad construcción. No es una paradoja: si la destrucción de algo o alguien no es gratuita, entonces es instrumental: persigue un fin estratégico al servicio de un tercero. El que destruye a otro construye su propio poder- trepa sobre el cuerpo que se hunde. Es un juego de estructuras disipativas. Disminuyo mi entropía haciendo que te la comas tú. Para detener este mecanismo hay que generar un contrapoder proporcional o (mejor aún, pero no siempre viable) modificar de raíz la institución que de entrada hace posible el juego. Tres tácticas útiles: a) si nos apuntan con el dedo desde la oscuridad, dirigir nuestra linterna a sus rostros: es decir, contra la singularización de la víctima de acoso, identificar y airear la identidad y motivación de los que difunden, impulsan y se benefician del acoso (cui prodest?); b) no luchar solo, es decir, contra la red de difusión de intoxicaciones y mentiras, hay que mobilizar una contra-red y una contra-campaña; y c) el poder nunca es neutral; es decir, los superiores que fingen neutralidad ante la situación de acoso la están haciendo posible e impulsando con su inacción- si es que no la han puesto en marcha en la sombra, de modo que se les puede exigir la mas enérgica postura, o de lo contrario incurrirán en responsabilidades. (Sobre esto último hay jurisprudencia)Fuerza amigo!
      Ontología e ilusión. ¿Pero no es toda ontología ilusión? Auf Deutsch: Schein und Sein. La mística está tan alejada de la religión como de cualquier otro discurso. No es una pregunta, es un detenerse. Si silenciamos el ruido del ego y apagamos el lenguaje, ¿qué se oye?¿Qué se ve?¿Qué se percibe?

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    8. Al malo que destruye para construir le entiendo, aunque la eficiencia de su método deje mucho que desear, pues en términos globales el coste de sus logros sea muy superior al de estrategias más colaborativas. Aunque, claro está, el punto de vista colectivo es, precisamente, el que le falta al malo.

      Pero el que me inquieta de verdad es el que destruye porque sí. Es aquello que citaba Ortega de Anatole France “Un necio es mucho más funesto que un malvado. El malvado descansa algunas veces; el necio, jamás”.
      Si recordamos la famosa clasificación de Cipolla en función de los ejes beneficio propio y beneficio ajeno,
       malvados: salen beneficiados de sus actos, mientras que los demás salen perjudicados,
       inteligentes: ellos y los demás salen beneficiados de sus actos,
       incautos: ellos salen perjudicados y los demás beneficiados,
       estúpidos: tanto ellos como los demás salen perjudicados,

      me estaría refiriendo a los estúpidos, esos que son los únicos que no saben lo que son, esos que se hunden en el fango irremisiblemente y que en sus desesperados intentos de salvarse te arrastran con ellos... si te dejas.

      Gracias por las tácticas. Verlas explicitadas ayuda a profundizar en su utilización aunque, es curioso, el instinto de supervivencia te lleva a recorrer esos caminos. Me está resultando muy interesante, dentro del cabreo, constatar la falta de neutralidad del poder, porque esta falta de neutralidad está encarnada en el propio sistema. Quiero decir que no son solo los intereses de las personas o las organizaciones las que pueden influir en tus asuntos, sino que la propia estructura está diseñada para convertirte, casi automáticamente, en acusado y sospechoso. Supongo que debe ser inherente a toda estructura de poder despojarte de tu propio poder.

      Mística. De acuerdo: en el momento estático, no hay discurso. Pero sí lo hay a la vuelta, cuando el ego retoma las riendas. Entonces llegan las explicaciones. La debilidad de un yo que se puede apagar a mí me produce cierta ternura. Pero otros, incapaces de comprender la existencia sin un yo, se inventan uno superior que de soporte al mundo mientras su propio yo se ve anulado en su presencia. Ah, el viejo Berkeley.

      Saludos, amigo.

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    9. Mit der Dummheit kämpfen Götter selbst vergebens. Efectivamente, no todas las acciones humanas obedecen a cálculos racionales, ni resultan comprensibles desde un esquema sensato de pérdidas y ganancias. Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano (Schiller). O a veces hay en verdad un esquema subyacente, hay un cálculo, pero es inconsciente, neurótico, autodestructivo: la envidia acepta el precio del propio hundimiento a cambio de la supuesta ganancia del mal ajeno. Esto es un cálculo erróneo en la economía de las emociones del mismo calibre que pensar que si pido un préstamo salgo ganando. Creo que sólo el psicoanálisis- por cuestionable que sea- ofrece una explicación plausible para todo esto.

      El poder. Sí: las estructuras son importantes, cruciales incluso, pero en ámbitos reducidos como los centros que conocemos usted y yo la micro-política lo es todo, y las estructuras son bípedas y caminan por los pasillos, toman café y tienen nombres y apellidos. Esto es decisivo, y mas en España que es un país pre-moderno donde el funcionalismo de Max Weber no rige del todo (¿o no conoce usted ese refrán de la administración que dice: “al amigo todo/al enemigo nada/ y al indiferente/ se le aplicará la legislación vigente”? He visto los dos extremos posibles de lo que puede suceder en una micro-comunidad de este tipo. Por un lado, al fondo de un valle en un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, se practicaba con refinamiento el arte de desproteger al sujeto peculiar marcándole claramente como exterior al rebaño, lo cual equivale a dar luz verde a los depredadores y al linchamiento. Por otro lado, en la comunidad donde me encuentro ahora, al pie de las montañas y con un aire mas puro, he visto hasta en cuatro ocasiones distintas, en casos que afectaban a cuatro personas diferentes, como las autoridades abolían y cortaban de raíz, con energía y claridad meridana, cualquier conato del esbozo del inicio de los preliminares de la hipótesis de la mas remotísima posibilidad de una situación de acoso. Las autoridades de una micro-comunidad tienen el poder de hacer eso de un plumazo: si ponen un semáforo en rojo, se acabó todo. Nada ocurre si ellos no lo permiten. De modo que, a sensu contrario, si está ocurriendo, es porque ellos lo permiten; y si lo permiten, cuando podrían y aún deberían pararlo- ya que su deber es prestar auxilio a la víctima- entonces son co-operadores (si no coautores) del acoso bajo el tipo de comisión por omisión. Además, aquí sí puede haber un cálculo instrumental de costes y beneficios: los acosadores pueden ser el instrumento que realiza el trabajo sucio de las autoridades. Los linchamientos siempre los han cometido turbas irracionales… contra negros, brujas, o herejes que perjudicaban los intereses de alguien poderoso que se quedaba en su castillo o su mansión, sin mancharse las manos.

      Mística-discursos-… and the rest is silence. Por supuesto, cuando el ego retoma las riendas al volver del silencio del mundo, entonces lo que le pase a usted- si se le aparece Huitzlipochtli, Ghanesa, San Hermenegildo o los Raelianos de Ganímedes, o si por el contrario pinta usted girasoles en espirales delirantes o compone nueve sinfonías siendo sordo o se inventa números aleph- eso depende de su cultura, es decir, de sus lenguajes, como dirían Sapir & Whorf. Of course it’s all projections! Pero en eso hay un empate generalizado entre todos las ideaciones del intelecto humano, como dirían Berkeley & Hume.

      Fuerza amigo

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    10. Los humanos vivimos en permanente competencia, y no me refiero solo a la cosa económica. Competimos por el cariño de los padres, de los amigos, de las posibles parejas, Competimos por el aprecio de los jefes, de los inversores, competimos por la admiración del público, categoría esta que engloba al resto de la humanidad. Ya sabe, la sociedad del espectáculo.

      Junto con el altruismo, la competitividad forma parte de esa dualidad heredada que nos convierte en locos perpetuos. Pero es lo que hay, y no sé si conseguiremos superarlo algún día sin dejar de ser lo que somos. Lo peor de todo es que uno puede verse sumido en la contienda sin quererlo. Basta que uno lo quiera para que dos compitan. Es una consecuencia de la finitud de los recursos: si tienes algo, otro puede quererlo, y ya tenemos el lío.

      Si saco esto a colación es porque pienso que en este contexto se puede explicar la propensión de algunos humanos a hacer daño indiscriminado a los demás sin obtener un beneficio propio visible. Incapaces de competir por arriba, incapaces de lograr el cariño, el aprecio, la admiración, o lo que sea, optan, supongo que inconscientemente, por bajar los niveles, por embarrar la contienda, por igualar por abajo. En la política doméstica lo vemos a diario: los corruptos son los que más acusan de serlo a los demás. Es el “y tú más” que permite a tantos votar a auténticos hijos de puta por la sencilla razón de que, como todos son unos hijos de puta, esos por lo menos son “sus hijos de puta”. Se puede ir incluso más lejos: si queremos que nuestra casa sea más hermosa que la del vecino podemos hace dos cosas; engalanar la nuestra o quemar la del vecino.

      Yo me he topado con dos incendiarios, qué le vamos a hacer. Ya le contaré.

      En cuanto a eso del “empate generalizado entre todos las ideaciones del intelecto humano”, estando radicalmente de acuerdo con usted, tengo que decir, por si hay alguien más leyendo, que estoy completamente en desacuerdo.

      Gracias por su fuerza, amigo.

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    11. He leído recientemente que- según indican algunos experimentos sobre distribución de recompensas-, los chimpancés, al parecer, tienen un sentido de la justicia parecido al de los humanos. Esto obviamente no es cierto para todos los casos. Para todos los casos de humanos, me refiero.
      En este año que comienza, pese a los Mayas, espero que los incendiarios, los envidiosos, los mediocres, los espectadores indiferentes y otros antropoides similares no hayan podido con usted, con su inteligencia, su ánimo, y su humor.
      Un abrazo

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  4. Me ha gustado lo que habéis escrito y me siento identificado, Alberto, con eso de seguir siendo un adolescente a pesar de los años (debe de ser algo bastante común).

    He pensado a menudo acerca de todo esto que comentáis del sinsentido y absurdo de la vida y entiendo lo que comentáis, pero es que lo melancólico y el pesimismo me parecen tan obvios (nos estamos deteriorando, vamos a morir, la desgracia acecha en cada esquina, etc.) que lo que me interesa es lo contrario, es decir, las 'razones' para ilusionarse, tener esperanza, motivarse, sentir curiosidad y pasión, conocer, etc. Porque estas razones existen, solamente tenemos que encontrarlas. Al final nuestra visión de las cosas hará que nuestra vida sea mejor o peor, no esa realidad subyacente que creemos poder percibir como un sinsentido absoluto. A falta de poder ser completamente objetivos, mejor ponerse las gafas del optimista, no? Además dicen que es mejor para la salud.

    Un disco que estos últimos días me ha puesto las pilas: In The Aeroplane Over The Sea de Neutral Milk Hotel.

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