sábado, 31 de diciembre de 2011

La ética y el gusto


La moral de cada uno es un juego de estrategias para actuar en el mundo. Tienen su origen estas estrategias en la herencia genética y memética, biológica una y cultural la otra, en todas esas influencias que a través del ADN y la socialización nos hacen ser como somos.

Estas estrategias entran con frecuencia en conflicto consigo mismas, porque los objetivos de unas herencias y otras no coinciden. Los genes trabajan por su perpetuación (sin darse cuenta de que ya no estamos en la sabana), mientras que los memes trabajan por la suya (sin darse a veces cuenta de que no somos pastores nómadas del desierto, por poner un ejemplo). Es, en resumidas cuentas, el conflicto entre lo individual y lo colectivo.

Es este uno de esos conflictos que no pueden resolverse de una vez para siempre, porque el bienestar social exige del individuo sacrificios, entre otros que deje de serlo tanto; mientras que el individuo exige de la sociedad libertad para campar a sus anchas y que no esté diciéndole todo el día cómo debe ser o actuar.

La frontera entre ambos mundos no es una línea recta, ni una suave curva diferenciable. Abusando de la metáfora, diría que es fractal. Nos fijemos en el ámbito que nos fijemos, encontraremos entremezcladas las influencias de genes y memes, de los instintos y de la sociedad, da igual que hablemos de la intimidad del cuerpo o de las profundidades de la mente: desde el sexo hasta las concepciones filosóficas, todo está influido por los dos juegos de instrucciones que guían nuestro juicio.

La cuestión es que la vida humana es tan compleja en situaciones, y la herencia tan rica, que las combinaciones son innumerables y que esa frontera es, por tanto, única para cada uno. Hasta qué punto estoy dispuesto a ceder parte de mi individualidad no tiene que coincidir, de hecho no lo hace, con lo que otro está dispuesto a hacerlo. El grado de compromiso con la sociedad de la que es capaz cada humano puede ir de cero a infinito.

Y la razón, ¿qué pinta en todo eso? Pues, pese a llevarse tantas veces las culpas, no deja de ser el instrumento con el que intentamos aclararnos a veces, y otras simplemente justificar, nuestras elecciones. Primero queremos y luego pensamos por qué. Primero juzgamos y luego pensamos por qué. Reconstruimos racionalmente las cosas para lograr argumentos que apoyen nuestras acciones y juicios, pero la voluntad ha ido por delante. No nos preguntamos si matar es malo: sentimos que lo es y luego, si hace falta, buscamos razones para argumentarlo. De hecho, cuando descubrimos que no nos importaría ver muerto a Fulanito, rápidamente buscamos la razón que justifica tal excepción a nuestra regla moral.

Por eso suelo hablar de que la ética se reduce, en última instancia, a estética: porque nuestros juicios no está racionalmente justificados, sino que son producto de nuestra forma de ser, producto en última instancia de esa complicada y única combinación de influencias que somos cada uno. Son, en definitiva, manifestaciones de un gusto particular. Pero lo de menos es la forma de decirlo: si lo de estética no suena bien, pues con no usarlo, basta. Lo importante es la idea de que no existen universales éticos, sino formas particulares de ver las cosas.

Termino con un ejemplo concreto: ayer se juntaron en el centro de Madrid unos miles de familias cristianas para rezarle a su Dios. Que tengan que hacerlo en la plaza de Colón y no en cualquier descampado y jorobarnos a los demás es algo que no acabo de entender, pero eso es otra cuestión. Lo que viene al caso es que los convocantes y asistentes no solo han elegido una forma de vida distinta de la mía, sino que consideran que la mía es perniciosa y quieren prohibírla. ¿Es esta una posición ética? En muchos casos no, es simplemente moral, porque les han dado la pildorita y se la han tragado sin más. Pero, en otros muchos casos, sí que lo es, porque han pensado sobre ello y han concluido que yo soy un peligro. Mi gusto y el suyo, mis elecciones vitales y las suyas, nuestras éticas respectivas, son irreconciliables.

La verdad es que, después de escribir el párrafo anterior, me doy cuenta de que considerar estética una visión del mundo tan sucia como la de la jerarquía católica es una aberración. Mejor hablaré de gusto. En su caso, de mal gusto.

16 comentarios:

  1. Como hemos entrado en un ciclo de prohibicionismo, diría que lo de los cristianos, no llama mucho la atención. Recuerdo con añoranza la mayor libertad de que se disfrutaba en los años 80 y 90.

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  2. ¿Pero refutas que pueda existir una "ética natural" basada en instintos, o lo he entendido mal? Quiero decir, los animales sociales suelen ceder, como tu bien dices, parte de sus ventajas sobre los demás individuos para poder formar parte de un colectivo, que les da unas ventajas mayores, y se me vienen a la cabeza esos murcielagos que comparten parte de la comida con los demás, porque saben que cuando ellos pasen hambre, también alguno compartirá su comida con él. Eso un humano lo llamaría "altruismo" o al menos "generosidad" ¿no es eso ya la base de una ética, y la semilla para una leyes o mandatos como el "No robarás"? Pregunto, es que no me he enterado demasiado bien.

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  3. Pepe Deapié, ya añorarás ya la libertad de otras décadas cuando la Iglesia Católica empiece a cobrarle al PP los servicios prestados.

    Juan Antonio: no era mi intención refutar nada, sino describir un poco a qué me refiero con eso de que la ética es estética o, ahora mejor, un cierto gusto personal producto de montones de influencias.

    Ahora, ya que lo mencionas, te diré que no comparto tu idea de que los instintos puedan ser la base de ninguna ética. Cualquier fuente de información es buena para alimentar nuestras reflexiones éticas, pero que algo sea natural no lo hace mejor que cualquier otra cosa. Lo del altruismo natural está muy bien, pero ese altruismo alcanza a la familia, o la tribu. Pero también es una ley natural darle con un palo en la cabeza al de la tribu de al lado si asoma las orejas por nuestro poblado. Este instinto explica el racismo, pero podría justificarlo si le diésemos un valor especial a la ley natural.

    Muchos cristianos han intentado deducir de la naturaleza humana una moral natural. Y, ¿sabes que les sale siempre? Pues la moral católica… Chiquillos…

    Otra cosa, y esto es importante, es tener en cuenta los instintos humanos para no plantearnos absurdos. Es absurdo pedirle a la gente que ame a toda la humanidad cuando semejante hazaña es contraria a su naturaleza. Pero sí que podemos, quizá, reconducir algunos de esos instintos, neutralizar otros, y todo ello actuando sobre la parte de la programación sobre la que tenemos cierto control: la educación. Por ejemplo, el instinto que mencionas del altruismo tribal, deja de ser algo tan provinciano si convencemos a la gente de que la tribu es algo más grande que el grupo de amigos.

    ¿Cómo lo ves?

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  4. J.A., ¿te has planteado qué sería actuar incondicionalmente? Yo lo hice, y escribí mis conclusiones en La libertad.

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  5. Ummm, ¿se ha borrado mi comentario anterior?

    No sé, entiendo que es imposible abarcarlo todo, tener en cuenta todas las posibilibades, salir de tu propia naturaleza para poder actuar más allá de ella, eso lo entiendo.

    Lo que me da más miedo es pensar que la ciencia llegue a algún día a "hackear" cerebros, y que al final seremos masas aborregadas lanzadas al matadero por capricho de algunos.

    Lo siento, paranoia tal vez de ciencia ficción, ¿o no? :P

    Tal vez a nivel más pedestre, saber que no habrá nada que me haga evitar volverme loco por la sonrisa de una chica, que cuando vea mil veces la palabra "coca-cola" tenga ganas de beber una coca-cola, o evitar la depresión, cuando se tiene un caracter depresivo :/

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  6. Muy buenas n.n
    me parece muy interesante el planteamiento que compartes con Wittgenstein de que la ética = estética, pero sólo quería hacer un añadido, quizás una puntualización. Si bien es cierto que con el 'Dios ha muerto' estamos jodidos porque no hay posibilidad de asentar unos universales éticos, puesto que no tendría sentido no violar a tu vecina que está buena (en una ciudad sin ley) si ningún Dios te va a castigar aunque esto último dependa de las creencias de cada uno... Me resulta un tanto angustioso reducir el comportamiento humano al resultado de memes+genes+sus interacciones entre sí+las interacciones del individuo con el medio social. Quizá mis opiniones sean fruto de un deseo personal, de una frustración reprimida, de alguna traza de creencia en la condición de postulados de la ética de Kant o bien de una suma de todo esto que fomenta que trate de justificarme. Pero... ¿no es la ética/estética, en última instancia, lo que nos convierte en HOMBRES (o MUJERES)? ¿No elaboramos racionalmente todo esto? ¿No hacemos uso de nuestra libertad? Cuando vemos el paso de las estaciones, el cumplimiento incesante de las leyes de la física que nosotros mismos acotamos con la lógica y las matemáticas... ¿no extrapolamos de todo esto un concepto de iustitia? ¿No surge de aquí el deseo de que cada parte reciba lo que le corresponde? Y digo 'el deseo', y me refiero a dicho deseo como aquello que nos hace humanos porque, a pesar de que Dios ha muerto, ¿es propio de hombres violar a tu vecina antes que intentar cortejarla?
    El equilibrio que tiene lugar en la naturaleza entre predador-presa, animal-medio natural... y que nosotros, los "humanos", hemos roto gracias a nuestra inteligencia y nuestros conocimientos parece reclamar que miremos el cielo lleno de cuerpos celestes móviles y busquemos el orden oculto (y no me refiero a Dios, sino a las ecuaciones de Newton, por ej.) y que, asimismo, volvamos la mirada hacia nosotros y hagamos lo mismo.

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  7. Veo aquí dos asuntos bajo el mismo ropaje de la añoranza de la trascendencia. No sé si por instinto, por tradición, o por las dos cosas, tendemos a querer ser más que meras máquinas, más que animales, más que meras marionetas en manos del destino. Pero si intentamos explicitar qué es ese más que nos gustaría ser, nos encontramos con dificultades. No queremos decidir en función de las influencias que nos han tocado en suerte. Vale, lo entiendo. Pero, entonces, ¿en función de qué vamos a decidir?, porque toda decisión implica comparaciones, criterios... Si no usamos de lo que disponemos, ¿cómo lo vamos a hacer? Es el problema de la libertad: ¿qué es ser libre? ¿Actuar libre de influencias? Pero, entonces, ¿por qué hacer una cosa y no otra? ¿Por azar? Pues vaya libertad que se reduce a tirar un dado. ¿O respondiendo tan solo a mi esencia? Pero, ¿y eso qué es sino el conjunto de mis influencias? Algunas religiones arreglan el asunto con el alma, pero eso no es más que barrer bajo la alfombra, porque esa alma, ¿por qué decide?, ¿por qué actúa?...

    El tema de las leyes es curioso, porque el movimiento fue al contrario del que propones, Abel: primero las inventamos para nosotros y luego le dimos el nombre a las regularidades que íbamos encontrando en el cosmos: lo de "ley de la naturaleza" viene de aquellos que, acostumbrados a las leyes que rigen los asuntos humanos, decidieron que el universo también estaba legislado... Naturalmente que existe el deseo de leyes, de normas, el deseo de ser humanos. Pero la naturaleza humana, si entendemos por ella la heredada genéticamente, está muy lejos de parecerse a eso que nuestra civilización refrenda como bueno. De hecho, en cuanto nos descuidamos, el barniz civilizado desaparece y la pobre mujer del vecino es violada por los defensores de la civilización. De hecho, no deja de ser curioso que esto de la mujer del vecino, y sé que empecé yo, sea el ejemplo que se nos ocurre de barbarie.

    Hay que tener mucho cuidado con las palabras. Llamar leyes a las regularidades de la naturaleza fue una desgracia, porque posibilita decir cosas como que los electrones deben hacer esto y aquello en presencia de protones. NO, no "deben" hacer nada, sino que lo hacen, quizá porque no hay ninguna razón suficiente para hacer otra cosa. En el mundo físico no hay deber, no hay obediencia, no hay elección: lo que pasa, pasa porque así es el asunto. En matemáticas pasa algo parecido: dos más dos no "deben" ser cuatro: son cuatro.

    Sin embargo, en los asuntos humanos, las cosas cambian: cuando hablamos de leyes, hablamos de decisiones, de obligaciones, de libertad... Por lo tanto, no hay extrapolación posible. Usamos la misma palabra para referirnos a cosas radicalmente distintas. No sé si hay un orden oculto en el universo físico, quizá sí, quizá solo aproximadamente, quizá no, pero hablar de un orden oculto en los asunto humanos supone pensar en leyes hechas a la medida humana, y eso va más allá de la obligación que tenemos todos de caernos por el terraplén en presencia de gravedad. Pensad en la ley moral que os parezca más evidente, más clara, más "humana": ahora, decidme: ¿por qué deberíamos cumplirla?

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  8. Termino: pese a los problemas, y hasta la repugnancia, que producen estas éticas relativas y escurridizas, indistinguibles de la estética personal de cada uno, las prefiero a las posibles éticas basadas en leyes universales, sean estas producto de la revelación, del estudio de la naturaleza, o de la deducción más sesuda, y las prefiero porque las primeras exigen negociación, exigen sentarnos y explicitar el contrato social. Las otras, una vez asumidas, no dan pie a la negociación: solo a la imposición. Es lo que les pasa a los seguidores de las religiones monoteístas: convencidos de la verdad absoluta de su moral, están dispuestos a matar y morir por imponérsela a los demás. Yo, por mi propia seguridad personal, prefiero gente de moral más laxa.
    Juan Antonio: cuando la sonrisa de una chica te vuelva loco, y la tuya loca a ella, disfrutadlo: ¿qué hay de malo?
    Eso sí: no contratéis una hipoteca.

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  9. PD: J.A.: sí, tu mensaje debió desaparecer, porque yo contesté al correo que recibí con tu comentario sin fijarme en que ya no estaba. No sé la razón.

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  10. No, si no me parece nada malo, a menos que sea "la mujer del vecino" TM (juas) y no te corresponda la sonrisa, nada más. :D

    La verdad es que hace un tiempo que oi eso de que la ética es estética, y no lo comprendí muy bien. Me alegra que hayas tratado el tema, y de haberlo entendido.

    P.D. No sé donde lei que el deseo de más de dos tercios de la población masculina española es tener sexo con la mujer de un amigo, así que habrá que aceptar que ese sea un tema recurrente. XD

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  11. Querer o no querer decidir en función de las circunstancias que nos han tocado es la libertad. Y en esto creo que estamos obligados a ser libres. Tirar o no tirar el dado. No caer en el esencialismo de si el hombre es una mera máquina, un animal o una marioneta. Nadie sabe todavía qué es el hombre. Me parece extraño eso de 'naturaleza humana' porque estoy de acuerdo en aquello de que el hombre no tiene naturaleza sino historia. Esto no quiere decir que no tiren más dos tetas que dos carretas (que nuestros genes tienen mucho peso, y llevados a "condiciones de elevada presión y temperatura" son los que deciden), pero es evidente que tenemos el poder de elegir. Que alguien considere que debe o no elegir es cuestión aparte, pero tú decides si violas a tu vecina o no. Esto conduce a una segunda cuestión, la de hacerse cada uno, a sí mismo, responsable de sus actos. Obviamente actuarías de mala fe si dijeras que violaste a tu vecina porque según la teoría de la evolución como animales que somos queremos dejar descendencia. O que no la violaste en último término porque según la teoría de la evolución reprimiste ese impulso pensando en el bien de la sociedad. El problema es que la afirmación del destino es irrefutable, mi destino me obligó a escribirte y no pude evitarlo, vaya.
    Estoy de acuerdo, obviamente, en que los electrones se comportan siempre como se tienen que comportar (al menos antes del advenimiento de la física cuántica) y que el agua destilada hierve -siempre- a 100º C y por eso utilicé el término 'acotamos', porque las ciencias trabajan por aproximación a los fenómenos que tratan de definir, explicar y predecir; y por eso se dice que la física cuántica es más completa que la física de Newton, y el descubrimiento de la teoría de la relatividad de Einstein permitió explicar fenómenos que antes eran misteriosos. De igual manera, me referí al orden oculto del movimiento de los cuerpos celestes porque los antiguos, al observar los cielos, determinaron que el movimiento de los planetas debía guardar un orden (kósmos = orden), pero no quedó demostrado hasta que pasaron cientos de años de observación astronómica, a eso me refería con el "orden oculto".
    Como la filosofía es poesía, la analogía entre el universo y el hombre es, también, de orden poético. En mi opinión el hombre no tiene esencia, y que su esencia sea acaso el ADN es algo que está por demostrar. Como el hombre no tiene esencia (opino), tampoco tiene un orden oculto dentro de sí. El hombre vive constantemente proyectado hacia adelante, pre-ocupado por sus circunstancias y su futuro, y cada cual tiene en sus manos, a la greña de las circunstancias, su proyecto de vida.
    A lo que me refiero con ser HOMBRES, en el pleno sentido de la palabra, y no ratas, es a ese proyecto: a elegir, a dialogar, y, si se quiere, a filosofar. No sé dónde leí que el hombre está un milímetro por encima del chimpancé, cuando no un centímetro por debajo del cerdo. El hombre que busca Diógenes con un farol encendido a pleno día es el que se debate consigo mismo por tratar de ser mejor a cada día. No tenemos libertad suficiente para ser perfectos, pero tenemos perfecta libertad para intentarlo, y lo mejor que podemos hacer, en tanto que hombres, es morir en el intento.

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  12. Abel, te pido disculpas por no haber entendido lo que de poética tenía la analogía del orden oculto: a veces uno olvida que "la filosofía es poesía".

    Lo que no acabo de entender es en qué sentido utilizas la palabra libertad. Te parece caer en esencialismos pensar en el ser humano como una máquina, pero a mí me parece una metáfora estupenda. Dices que "Nadie sabe todavía qué es el hombre". Bueno, saber quizá sea demasiado fuerte, pero a estas alturas sí que podemos esbozar algunas buenas teorías, como, por ejemplo, que lejos de estar hechos de la materia de los sueños, estamos hechos del mismo barro que el mono y el cerdo y que esa razón de la que tan orgullosos estamos no es ni más ni menos que un simulador de futuros.

    Somos libres, estamos obligados a ser libres... Sí, claro que sí: somos máquinas de tomar decisiones, aunque sea la de decidir no decidir. Pero, ¿más que una ameba que decide qué camino tomar en función de los gradientes químicos de su entorno? Si el grado de libertad se mide por el número de factores o influencias o datos que se manejan a la hora de tomar las decisiones, no tengo problema en reconocernos a los humanos como los seres más libres del universo conocido. Pero si se quiere decir algo más... Ser hombres y no ratas... No sé, admitiendo que nuestros procesos son en general más complejos que los suyos, ¿perseguimos cosas distintas? No pretendo ser ni irónico ni retórico. Lo pregunto en serio: más allá de la evidente diferencia cuantitativa entre la capacidad de cálculo de humanos y ratas, ¿hay alguna diferencia más?

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  13. Intentando contestar a tu última pregunta, Alberto, he recordado la ley de la dialéctica de la conversión de la cantidad en cualidad, el ejemplo que suele ponerse es el del agua liquida que se puede calentar aumentando de temperatura, pero sigue siendo agua líquida, hasta determinado punto crítico, 100ºC a presión normal, en que deja de ser líquida y pasa a estado gaseoso, es decir, algo cualitativamente distinto, y lo hemos logrado solo con un aumento cuantitativo de la temperatura, supongo que con la capacidad de cálculo pasa algo parecido, determinada acumulación de cambios cuantitativos pueden dar lugar a cambios cualitativos. En algún momento de la evolución, situado entre las ratas y nosotros, ha habido un momento critico en que una diferencia cuantitativa en el cerebro ha dado lugar a algún tipo de salto cualitativo que nos ha hecho diferentes al resto y nos ha hecho tomar conciencia de nosotros mismos y esas cosas.

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  14. Estoy plenamente de acuerdo en que el hombre-máquina es una estupenda metáfora, y que nosotros, los humanos, estamos hechos del mismo barro que el mono y el cerdo (Carbono, Hidrógeno, Oxígeno, Nitrógeno, Fósforo y Azufre en su mayor parte). Ahora bien, la razón, que puede ser un excelente "simulador de futuros" (función que, al parecer, pertenece a la corteza prefrontal), seguramente sea algo más, y por eso los griegos, en lugar de 'ratio' (del latín "cuenta" para realizar cálculos) la llamaron 'lógos' (palabra, discurso). Supongo entonces que denominar "simulador de futuros" a la razón es también metafórico. Y Supongo también que al determinar que somos máquinas de tomar decisiones lo que hacemos es calcular cosas, puesto que las máquinas no toman decisiones (al menos de momento). O quizás consideres que "tomar decisiones" es "realizar cálculos" y entonces daríamos de nuevo con una metáfora.
    La cuestión en todo caso es aporética; la ameba nunca se va a declarar en huelga de hambre, el problema es denominar factores o influencias a lo que otros denominarían motivos o razones. Aminatu Haidar se declaró en huelga de hambre porque tuvo sus razones, no porque las influencias le empujaron a ello y no pudo evitarlo. ¿O fue al revés? La idea en la que estoy (en las ideas se "está") es que el hecho de que David Mills dispare a John Doe en la película Seven (Se7en) se convierte en un "hecho humano" si David Mills decide hacerse responsable de sus actos y declara ese disparo como resultado de un acto de libertad. El hecho de verse empujado, los factores, son muy fuertes, esto es evidente, pero, ¿pudo evitar disparar? Yo voto a que sí. Si algún día se descubre lo contrario, entonces estaré de acuerdo en que somos meras marionetas.

    Lo siento, Alberto, si a veces soy algo incisivo. Lo digo de corazón.

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  15. Durante unos años trabajé programando guías de teléfonos. Algo tan prosaico tenía más enjundia de la que pudiera parecer: el software, en función de una serie de parámetros relativos a la ocupación de la página, a la distancia de los anuncios de su lugar alfabético, al desorden de este orden y varios más, decidía cómo confeccionar las páginas.

    No voy a caer en la trampa de pensar que la misma palabra, decidir, signifique lo mismo en el caso del software que en el caso humano. Pero tampoco quiero prejuzgar. Los humanos tenemos tantos parámetros a los que atender que a veces ni somos capaces de explicitarlos. Que hay un salto cuantitativo entre las decisiones del software de las guías de teléfonos y las de mi mente es obvio. Pero lo que no sé es donde está el paso de la cantidad a la cualidad o, como se dice en ciencia, la transición de fase.

    Yo tuve un perra, una pastora escocesa, Isis. Esto que voy a decir no es una afirmación científica, solo una impresión personal: pero Isis no solo sentía hambre, y cansancio, y dolor, lo cual quizá pueda parecer obvio, sino, también, miedo, alegría, afecto y... confusión. Tendríais que haberla visto sin saber qué hacer ante un trozo de comida que había caído al suelo en presencia de mi padre. Le temblaban las piernas, pero no se acercaba a la comida, aunque, eso sí, salivaba.

    Mis dos historias de hoy, la de las guías de teléfonos y la de mi perra, no significan nada, apenas dos apuntes emocionales. Pero tampoco significa nada votar por la capacidad de decisión del ser humano o esgrimir la ley del paso de la cantidad a la cualidad. Entre el agua líquida y sólida se da una transición de fase que podemos explicar. Es obvio que un vaso que se llena gota a gota va llenándose sin que cambie nada más que la cantidad de volumen ocupado hasta que, de pronto, una gota rebosa.

    Pero aún no hemos sido capaces de describir el paso de la inconsciencia que le suponemos a las amebas a la consciencia que nos suponemos a los humanos (yo, la verdad, solo estoy seguro de la mía, y no del todo). No sé ni siquiera si realmente hay una transición de fase. Y, de haberla, no tengo claro que se dé en nosotros y no en los delfines o los perros.

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  16. Dejo esta interesante charla de Antonio Damasio (de marzo de 2011) por si resulta de interés:

    charla de Antonio Damsio sobre consciencia

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