Los profesores de enseñanza secundaria de la Comunidad de Madrid vamos a tener que trabajar más. Ya se nos ha bajado el sueldo, pero no ha sido suficiente y ahora se nos incrementan las horas lectivas, todo apelando a nuestro sentido del deber. Y mintiendo.
Porque desde la Comunidad de Madrid se repite una y otra vez que nuestro horario pasa a ser de 18 a 20 horas, sin explicar que estas 20 horas son lectivas, y que en ellas no se incluye la preparación de las clases, la preparación de las prácticas, la corrección de exámenes, las reuniones de coordinación, la dedicación a actividades complementarias y extraescolares, la atención a padres, la tutoría de alumnos, las guardias, los claustros, las juntas de evaluación o los cursos de formación, actividades que, la mayoría de ellas y como es lógico, aumentarán en proporción a esas dos horas lectivas añadidas que, en muchos casos, son en realidad tres, al dejar de considerarse la tutoría como actividad lectiva.
Y todo ello intentando engañar a la gente diciendo que la calidad de la enseñanza no se va a ver perjudicada. Eso es falso. Dar clase es un trabajo agotador, con un desgaste físico y mental considerable. No pretendo hacer mística de mi profesión. Es obvio que los profesores podremos estar metidos en las aulas veinte horas en lugar de dieciocho. Pero no lo haremos igual de bien.
En cualquier caso, en Madrid vivimos la paradoja de que quienes tienen que gestionar los servicios públicos están en contra de los servicios púbicos. Son las cosas de la democracia.