domingo, 15 de noviembre de 2009

Una caricatura

Escribió Nietzsche “Todo aquello de lo que adquirimos conciencia está de todo punto compuesto, simplificado, esquematizado, interpretado”. Es decir: lo que percibimos no es el mundo, sino una mera apariencia, un esquema simplificado que nos permite entenderlo. Hoy sabemos que la evolución ha seleccionado, de todo el continuo disponible, tan solo unos cuantos rasgos y solo dentro de ciertos rangos para mostrarnos: solo vemos ciertas longitudes de onda, solo oímos ciertas frecuencias. Eso es lo que tenemos y con eso vivimos.

Lo terrible vino cuando Friedrich dejó de mirar hacia fuera y dirigió su pensamiento hacia el interior. Dijo entonces: “...todo cuanto llamamos conciencia es un comentario más o menos fantasioso sobre un texto que no sabemos, que quizá no podemos saber, pero que sentimos”. De lo que se dio cuenta es de que si la conciencia solo percibe parte el mundo exterior, lo mismo le ocurre cuando su objeto es el mundo interior, el propio ser: solo somos consciente de una muestra, de una simplificación, de lo que realmente somos. No se trata aquí de que haya contenidos que no nos sean accesibles, como cuando hablamos del inconsciente. Se trata de que el yo, eso que creemos que somos, no es más que una simplificación del todo seleccionada para poder entendernos.

Dicho de otra manera: el yo es una mera caricatura.

2 comentarios:

  1. Joer, pues yo la mayor parte de las veces no me entiendo, será que simplifico malísimamente.

    Una mente brillante la del señor Nietzsche aunque no apta para toda clase de públicos.

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  2. Bueno, eso de no entenderse a uno mismo se puede ver de dos formas: la pesimista es la que propones: simplificamos mal y no entendemos ni nuestra propia caricatura.

    La versión optimista es que, pese a todos los esquemas, a todas las caretas, algo de eso que somos acaba, antes o después, surgiendo por algún sitio y poniendo en cuestión el esquema. Pero eso no es malo, pues viene a decirnos que ninguna simplificación puede abarcar todo lo que somos. Lo triste sería lo contrario: comprendernos perfectamente a nosotros mismos, porque eso significaría que la caricatura nos describe completamente.

    Si queda algo de misterio en el mundo no está en los cuentos de dioses y fantasmas, sino en eso que se escapa a nuestro propia lenguaje, eso que, si somos capaces, percibimos a través de los sentidos, de las sensaciones, de las emociones, y que, con tantos esfuerzos a veces, intentamos incorporar al esquema con nuevos signos.

    Me salgo del tema pero lo diré: ese, precisamente ese, el territorio de lo que se escapa al esquema, el del misterio, es el territorio del arte.

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