lunes, 30 de noviembre de 2009

Impuestos

Llevo pagando impuestos ininterrumpidamente desde hace veinticinco años, y lo único que me duele es que hayan sido tan bajos: me gustaría que fuesen mayores para pagar mejor a los profesores (por la cuenta que me trae), médicos, policías, basureros y demás funcionarios; para pagar todos los condones que haga falta; para pagar buenas bajas y jubilaciones; para tener unas carreteras cojonudas; para pagar abortos, y terapias del sida, y programas de rehabilitación de drogodependientes, y centros de acogida, y lo que haga falta; para pagar subsidios del paro, y becas, y para promocionar las artes; también me gustaría pagar más impuestos para la colaboración internacional y así ayudar a otros países a salir del agujero, al igual que han hecho con nosotros durante todos estos años que llevamos creyéndonos “europeos”.

Me jode que parte de mis impuestos se dediquen a la compra de armamentos, y que otra parte se pierda en la corrupción, y que tanto de mi dinero se vaya en apoyar el sistema financiero y el autobombo de los políticos. Pero la solución no está en pagar menos, porque pagando menos todo se va a ir a la mierda, sencillamente porque de donde no hay no se puede sacar: no tiene sentido hablar de derechos si no hay dineros que los respalden, y los dineros tienen que salir de algún sitio. Otros países tienen recursos naturales de los que vivir, pero en nuestro caso solo hay una fuente de ingresos para el Estado: los impuestos.

La solución a los problemas está en pagar más y exigir más, más inspecciones, más control. No se trata de pagar menos, se trata de exigir mayor eficiencia. Y la forma de exigir esto está clara: cargarnos a los que mandan una vez y otra, apartarlos del poder, mandarlos a la mierda en cuanto no cumplan con nuestras expectativas, sean del signo que sean. Se trata de no perdonarles simplemente porque sean “de los nuestros” y exigirles que cumplan con su trabajo.

Los países más avanzados del mundo son aquellos donde se paga más impuestos. No entiendo por qué nos cuesta tanto aprender de los ejemplos ajenos.

Sinceramente, como ciudadano del Estado Español, no me gustaría acabar como en los USA viendo cómo alguien de mi familia se muere porque no podemos pagarle el médico.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Un mundo trivial y emotivo

La trivialidad de la sociedad contemporánea es una cuestión de mercado. Ahora, la masa tiene en conjunto una capacidad de consumo tan grande que se ha convertido en el objetivo prioritario de la producción. Es lógico por ello que la cultura y la política se hagan para ellos. Y la masa es trivial y emotiva, luego la política y la cultura se han hecho triviales y emotivas.

Esto no es malo en sí. Lo ha dicho otras veces y lo repito sin ironía: a mí no me ofende que la gente goce en los centros comerciales o leyendo a Ruiz Zafón. Lo único malo es que el mundo no es trivial. Por contrario, es complejo, impredecible, paradójicamente lleno de elementos extraordinarios. Siendo así, una cultura trivial poco nos puede ayudar a entenderlo. Siendo así, una política trivial poco nos puede ayudar a vivirlo.

Hace unos días una emisora de máxima audiencia hizo a través de Internet una encuesta entre los oyentes. La pregunta venía a plantear si determinada ley era constitucional o no. Las miles de respuestas fueron negativas en un sesenta y tantos por ciento. Pero esto es lo de menos. Lo de más es que miles de personas contesten a una pregunta respecto de la cual no saben nada. La inmensa mayoría de esas personas no se ha leído la ley en cuestión. La mayoría de esas personas no sabe nada de nada de derecho constitucional. La mayoría de esas personas no sabe nada de nada de técnica jurídica. Sin embargo, van y opinan. ¿Basándose en qué? Pues en sus emociones, claro está.

Es como si en un matemático presentase a la sociedad una demostración de un teorema y la gente pudiese votar acerca de su corrección. ¿Qué validez puede tener la opinión de quienes no solo no sabe matemáticas sino que ni siquiera se han leído la demostración? ¿Se puede decidir la verdad matemática en función de emociones?

Lo malo es que exactamente así funcionan las cosas: los partidos políticos les dicen a sus votantes lo que saben que les hace sentir, no pensar. Los medios le dicen a la gente lo que sabe que estimula a comprar sus productos, igual que hace la cultura, incapaz de hacer llegar a la gente nada que no sea de fácil y trivial digestión.

El resultado de todo esto es que la imagen del mundo se ha reescrito, muy democráticamente, a imagen y semejanza de quienes menos saben de él.

Todo conocimiento es metafórico. Toda descripción del mundo es una aproximación, una simplificación, un mapa. Pero unos mapas son peores que otros. Y el que ahora estamos usando parece esbozado por un niño de dos años.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Creencias

Toda afirmación es en realidad una suposición y, en el sentido de falta de certeza, una creencia. Todos disponemos, porque las necesitamos, de un conjunto de creencias: creemos que existe el mundo, creemos que existen los demás, creemos cada día que va a salir el sol, etc. Algunos, muchos, creen además en otras cosas: fantasmas, espíritus, dioses... Estrictamente, la diferencia entre unas creencias y otras es de grado: para algunas la evidencia empírica es más o menos grande, mientras que, para otras, esta se reduce a cero.

Hasta aquí, bien. Los problemas surgen cuando las creencias se convierten, en las mente de algunos, en certezas. Entonces las suposiciones se transforman en dolor, guerra y muerte. Las dudas no matan. Las certezas sí.

Antídoto: empezar desde el principio, no dar nada por sentado y, sobre todas las cosas, dudar, siempre dudar.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Azur & Asmar

Azur & Asmar es una película de animación con guión, diseños y dirección de Michel Ocelot. Se trata de una verdadera joya, con unos dibujos exquisitos y historia contada con una delicadeza sorprendente. Cuento oriental, narra la historia de dos niños que se crían juntos, siendo uno francés y el otro árabe. La madre de este último es la nodriza del primero, hijo de un gentil hombre que es un auténtico cabrón. La madre-nodriza les contará la historia del hada de los Djins, que está atrapada y ha de ser liberada. La historia les impresionará tanto que, ya convertidos en apuestos jóvenes, ambos partirán al rescate del hada.

Llaman poderosamente la atención lo imaginativo de los escenarios, de una belleza a veces extraordinaria. Es de esas cosas que le reconcilian a uno con el cine.


domingo, 15 de noviembre de 2009

Una caricatura

Escribió Nietzsche “Todo aquello de lo que adquirimos conciencia está de todo punto compuesto, simplificado, esquematizado, interpretado”. Es decir: lo que percibimos no es el mundo, sino una mera apariencia, un esquema simplificado que nos permite entenderlo. Hoy sabemos que la evolución ha seleccionado, de todo el continuo disponible, tan solo unos cuantos rasgos y solo dentro de ciertos rangos para mostrarnos: solo vemos ciertas longitudes de onda, solo oímos ciertas frecuencias. Eso es lo que tenemos y con eso vivimos.

Lo terrible vino cuando Friedrich dejó de mirar hacia fuera y dirigió su pensamiento hacia el interior. Dijo entonces: “...todo cuanto llamamos conciencia es un comentario más o menos fantasioso sobre un texto que no sabemos, que quizá no podemos saber, pero que sentimos”. De lo que se dio cuenta es de que si la conciencia solo percibe parte el mundo exterior, lo mismo le ocurre cuando su objeto es el mundo interior, el propio ser: solo somos consciente de una muestra, de una simplificación, de lo que realmente somos. No se trata aquí de que haya contenidos que no nos sean accesibles, como cuando hablamos del inconsciente. Se trata de que el yo, eso que creemos que somos, no es más que una simplificación del todo seleccionada para poder entendernos.

Dicho de otra manera: el yo es una mera caricatura.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Carrera armamentista

El afán por conseguir estatus dicen los antropólogos y biólogos evolucionistas que tiene su origen en la selección sexual: más nivel dentro de la manada, más accesos sexuales, más transmisión de genes.

El estatus entre los animales se basa en rasgos fácilmente apreciables: tamaño, fuerza, arrojo... Entre los pueblos primitivos se ritualiza un poco la cosa, pero es claramente apreciable la continuidad: la fuerza, la belleza física entendida como síntoma de salud, los potlach…

¿Y qué pasa en nuestra desarrollada civilización?

Pues lo mismo. No hemos cambiado nada, salvo en las formas externas. Cubiertas las necesidades básicas le dedicamos unas cantidades enormes de recursos a la cosa del aspecto. Las industrias de la moda o la perfumería son de las que más dinero mueven en el mundo. La gente se vuelve loca por la ropa y llena los centros comerciales en los escasos ratos de ocio que les dejan los trabajos donde se dejan la piel para ganar el dinero con el que comprar la ropa de moda, y el calzado de marca, y el móvil de última generación, y el coche station wagon con el que mejorar lo más posible el propio aspecto para follar más y mejor, lo cual vienen a significar hacerlo con más ejemplares y de mejor calidad.

No pretendo ponerme moralista. La finalidad me parece genial. Lo que apena es el medio. Me apena que no seamos capaces de reconocer la trampa, el despilfarro estúpido que supone toda carrera armamentística. Si todo el mundo conduce BMW, para sobresalir hay que ir sentado en un Porche. Pero si todo el mundo va en Seat, el BMW basta. Lo malo es que, cuando nos damos cuenta de que el BMW basta, hacemos el esfuerzo y nos hacemos con uno. Todos. Entonces el que antes tenía un BMW hace a su vez un esfuerzo y se agencia un Porche. De este modo estamos como al principio, todos iguales salvo el destacado, pero con una gran diferencia: todos hemos tenido que invertir muchos más recursos para mantenernos como estábamos. Sí, es la carrera de la Reina Roja de Alicia. Sí, es un sin sentido.

¿Qué falla aquí? Pues falla el punto de vista individualista. Uno solo no puede luchar contra la carrera armamentística, porque entonces será el único Seat en un mar de BMWs. Solo podemos parar el despilfarro de nuestros propios recursos adoptando puntos de vista colectivos.

Con perdón.