jueves, 9 de julio de 2009

Una enumeración cósmica

Es curioso: Borges parece hablar siempre de las mismas cosas, como si fuesen los suyos dos o tres temas. De hecho, en el prólogo a su Elogio de la sombra, escribió: “A los espejos, laberintos y espadas que ya prevé mi resignado lector se han agregado dos temas nuevos: la vejez y la ética”. Sin embargo, si uno elabora así a vuelapluma, y sin ánimo exhaustivo, una lista de ellos se encuentra con: la muerte, los laberintos, los espejos, la espada, el puñal, sus antepasados, el otro, los libros, Buenos Aires, la literatura, los sajones, los griegos, el infinito, su ceguera, el tiempo, Heráclito, las palabras, la repetición, los efectos y las causas, la rosa, el tigre, las metáforas, Poe, las bibliotecas, las enumeraciones, el suicidio, la razón, el azar, la memoria, la vejez, el olvido, Shakespeare, los arquetipos, el arrabal...

Escribió acerca de la enumeración caótica que “debe parecer un caos, un desorden y ser íntimamente un cosmos, un orden”. Da la sensación de que toda su obra es precisamente eso, un aparente caos que nos brinda un asombroso cosmos. Esa es su magia: convertir lo confuso en un “álgebra, un palacio de precisos cristales”. Tras adentrase en su poesía surge la sospecha de si quedó algo fuera.


PD: ahora que lo pienso, mil veces mejor que mi enumeración, una suya:

Las causas

Los ponientes y las generaciones.
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.

Jorge Luis Borges, Historia de la noche (1977)

3 comentarios:

  1. Ahhhhhhhhhh
    A Rabo le gustan los hombres sensibles..

    Vigila tu ano pequeño.

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  2. Creo que te falta una coma después de ano.

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  3. Tus enumeraciones no han estado mal, pero las de Borges son un auténtico cosmos de placer, por no decir otra cosa.

    PD: Le falta algo de sensibilidad a tu comentario, Alberto. Me parece que no le vas a gustar. Jajajaja.

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