domingo, 12 de julio de 2009

Sobre lo apolíneo y lo dionisiaco

José Carlos Molina, compositor, flautista, alma de Ñu y tipo nada modesto, le llama “Dios”. Para los ateos recalcitrantes, personajes como este parecen llenar la necesidad genética de héroes, los precursores de los dioses según contó Thomas Carlyle. A día de hoy, Ian Anderson es un señor mayor que, sin embargo, sigue levantando al personal cada vez que interpreta Aqualung o Locomotive Breath. Le vi de nuevo hace menos de un año en las fiestas de Alcorcón y fue espectacular verle a él, a la banda, allí estaba, como siempre perfecto, el viejo Martin Barre, y a miles de jóvenes botar al son de aquel grupo de ancianos increíbles.

Sin embargo, Anderson ha perdido. Pero no por viejo. Tampoco por músico: hoy posiblemente lo sea mejor que antes. La cosa es que hoy es apolíneo, y entonces era dionisiaco. No tengo hoy el día para teorías, así que resumiré rápidamente: lo apolíneo es lo medido, lo perfecto, lo preciso, mientras que lo dionisiaco es el desparrame, el exceso, el descontrol. No voy a decantarme por ninguna de las dos posturas, y ello por dos razones: la primera, porque siendo de vocación dionisiaca, soy apolíneo de formación. La segunda, porque pienso que la belleza que hemos sido capaces de aportar al mundo los humanos proviene de la tensión existente entre ambos extremos, entre al polo apolíneo y el polo dionisiaco de esta especie nuestra.

Pero... algo no va bien. El equilibrio se ha roto. Este mundo de hoy no es que sea muy apolíneo, pero lo que no es en absoluto es dionisiaco. Porque el ser dionisiaco no consiste en alcanzar rápidamente el estado de embriaguez. No consiste en perder el control o el sentido. Consiste, por el contrario, en traer a la palestra fuerzas que de diario mantenemos bajo control pero en las que reside buena parte de nuestra capacidad de creación. No voy a defender las drogas o el alcohol, no se trata de eso. Lo único que quiero decir es que, quitando alguna jamsession de jazzeros, no he vuelto a ver una interpretación con la intensidad de la que se puede ver en el siguiente vídeo. Que el tema se titule My God no es ninguna casualidad. Otro día quizá teorice acerca de este asunto, pero hoy me voy a limitar a mostrar.

Señoras y señores, ladys and gentlemente, con ustedes, en estado de gracia, Dios:


7 comentarios:

  1. Qué gran tema, qué gran grupo, y menuda putada no haber nacido en esa época.
    aunque yo lo veo un poco distinto, yo adoro este grupo como otros muchos, y entre otras cosas porque mantiene la armonía clásica, perfecta, medida, y precisa no hay difonías ni relaciones forzadas que se salgan de la métrica y de la armonía clásica, en la mayoría de sus canciones.
    ahora dentro de esa armonía, para mí apolínea, que jamás lo veré como algo negativo, pienso que se puede interpretar de una manera más o menos intensa o dejándote llevar por sus escalas de maneras más o menos frenéticas, dionisíacas e intensas como pienso le ocurre al gran ian. pero al fín y al cabo sin salirse de esa métrica clásica que es a mi entender la que mejor asimila, por lo menos mi cerebro, por la relación entre los herzios de una nota y otra.
    Ahora de ahí a comparar a ian con un jazzero creo que hay un mundo, es verdad que ambos pueden manejar las escalas y jugar con ellas de manera muy intensa.
    pero ian respeta todas casi todas las reglas de la armonía clásica, y un jazzero las transgrede, también depende del tipo de jazz, pero por norma general lo hace y a mí eso pues una de dos.
    O me aburre tremendamente, o me pierde y me da vértigo si es muy intenso, en ambos casos no me da el placer que le busco a la música.

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  2. bueno despues de leer lo que he escrito quisiera recalcar lo que me ha llevado a responder al blog.
    Creo que dentro de lo apolíneo convive tal y como lo hace alien, aquel octavo pasajero, lo dionisíaco y es lo que hace que muchas cosas realmente merezcan la pena.
    A mi entender es en la música donde mejor se ve ese equilibrio... excepto en el jazz jajaja porque de una estructura deforme soy incapaz de distinguir a ese octavo pasajero jajajaja...

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  3. Al mencionar el jazz no pretendía hacer una comparación musical sino interpretativa, en el sentido de que, en alguna ocasión, he visto a jazzman que parecían tan poseídos por la música que interpretaba como lo parece Ian en el vídeo.

    Y sí estoy de acuerdo: es buena cosa esa de apolíneo y dionisiaco a la vez, apolíneo para ordenar, y dionisiaco para exaltar.

    En cuanto al jazz, si no te da placer pues no te lo da, pero yo te voy a hacer una recomendación, por si no le conoces: se trata de un pianista, Brad Mehldau y, efectivamente, transgrede todo lo que hay que transgredir, pero su forma de tocar es increíble. Discos como "Places", o los volúmenes de "The Art of the Trio", o el "Live in Tokyo" son excelentes. Y en directo es prodigioso. Si puedes, dale una oportunidad.

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  4. Muchas gracias alberto por la recomendación de brad mehldau, no le conocía me he puesto en harina y con el youtube me he escuchado unas 5 canciones, aún tengo pendientes alguna versión que hace él de radiohead y otros grupos que no me las quiero perder. Y escuchandole soy capaz de reconocer el virtuosismo en la ejecución, esa sensación sí me llega, pero soy incapaz de reconocer nada mas.
    Yo tengo la sensación de que soy demasiado sensible con la música, me afecta demasiado, y la manera de combinar las notas en el jazz al no respetar la armonía clásica, crea eso, que es lo que yo creo que pretende el jazz porque si no no me explico el sentido de esta música. Lo que te decía que crea es muchísima tensión, es como si no concluyera o no llegara a una solución, es una sensación que la equiparo a la que me produce un cambio de rasante pero que no termina de caer el coche, o como saber que estás sentado en una silla rota que en cualquier momento se puede romper y no termina de romperse, hehehe o como no terminar un polvo con una eyaculación jajajjajaja.... por esto no me deja estar cómodo el jazz... y yo lo que me pregunto es si la gente se puede sentir cómoda escuchándola, o eso o es que físicamente no os está afectando en el cerebro
    esa combinación tan incómoda de herzios.
    Ya me gustaría que me contaras cuales son tus sensaciones al escuchar jazz y porque hay gente que lo podeis apreciar tanto... de verdad que quisiera comprenderlo hehehe
    También si consideras que soy un auténtico cabestro hablando de jazz me lo puedes decir porque a menudo es la sensación que me queda...
    Saludos.

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  5. La verdad es que siendo tan físicas las sensaciones desagradables que te produce el jazz, no veo qué utilidad puede tener que yo te describa mis propias sensaciones. Conozco gente que se pone muy nerviosa con los ritmos repetitivos del Incantations de Mike Oldfield, y gente que no soporta los largos fraseos guitarrísticos de Roberto Fripp. Hay para quien el rock es insoportable, mientras que otros se sienten torturados con el flamenco o insultados por el dodecafonismo. A mí me pasa con casi todo el pop: me resulta tan tedioso que me saca de quicio.

    No sabría decirte que veo en el jazz. Lo que sí te puedo decir es que no es nada intelectual, no es una cuestión de formación académica, porque no la tengo. Sencillamente, me gusta. Es verdad que le he dedicado tiempo a escuchar y a comparar unos estilo y otros, pero nada más. Por decir algo, veo la armonía clásica como un cuadro de Vermeer, en el que todo es perfecto y acabado, mientras que el jazz es más como un cuadro impresionista, en el que las pinceladas parecen dadas sin intención pero que después, en conjunto, resultan reveladoramente hermosas.

    De todas formas, no te agobies: si no te gusta el jazz, pues no te gusta, no pasa nada. Se puede ser feliz sin escucharlo. Cuando conozcamos mejor cómo tenemos cableado el cerebro seremos capaces de explicarnos muchas de estas cosas. Mientras tanto, pues nada, a otra cosa.

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  6. Ian siempre tan protagonista e histriónico, aunque no puedo ni imaginar la droga que le hizo hacer tal coreografía para el solo de flauta travesera. ¡Viva el Aqualung!
    Un saludo

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  7. ¿Sabéis el momento que más me llama la atención de la actuación de Anderson? Pues ese en el que pasa de la flauta, abre los brazos y continúa la melodía simplemente tarareándola, o bufándola, no sé decir. Ahí, en ese momento, Ian Anderson estaba imbuido por la música. Eso es un momento dionisiaco. Algo único. No sé lo que pensará él, ahora que es tan mayor y tan formal. Quizá ese episodio no signifique nada en su biografía personal. Quizá se acuerde poco o nada de aquello. Quién sabe. Sea como fuere, la vida es eso, momentos extraordinarios que puntúan largos periodos de vaya usted a saber qué. No podemos pasarnos la vida buscándolos. Pero si recordándolos. Aunque para ello hay que vivirlos. Me refiero a esos instantes en los que algo nos hace abrir los brazos y decir: "sí, sí señor, ahora lo entiendo todo". Naturalmente que uno en realidad no entendió una mierda. Por supuesto que todo fue un sueño, una alucinación, una ilusión. Pero la experiencia fue real. Si uno sintió entenderlo todo es que lo entendió. Al menos durante un momento. Pero la comprensión es eso: una sensación fugaz, una conjunción de astros.

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