domingo, 21 de junio de 2009

La primera de Brahms

Brahms sufrió la herencia insoportable de su admirado Beethoven. Siendo considerado por todos su sucesor, tardo décadas en atreverse a componer una sinfonía, el formato que Beethoven había llevado a lo más alto con sus nueve composiciones.

Cuando por fin Brahms osó componer su primera sinfonía, la crítica, por aquellos tiempos siempre lista para hacer daño, la apodó “la décima de Beethoven”.

De la anécdota se pueden extraer dos enseñanzas: 1) la mala baba de los humanos es ilimitada, sobre todo si tenemos en cuenta que a la segunda sinfonía de Brahms la apodaron “pastoral”; y 2) la genialidad no está necesariamente reñida con la honestidad, como prueba que Brahms no se atreviese a ofrecer una alternativa sinfónica hasta que se sintió verdaderamente preparado.

Sin embargo... algo no cuadra en esa espera de años. Brahms sabía componer sinfonías. El problema no podía ser técnico. De hecho, cuando uno escucha su primera sinfonía no descubre nada nuevo, nada sorprendente, salvo una cosa: la melodía del cuarto movimiento. Pienso que ahí está la clave del enigma: el problema de Brahms era la herencia del maestro, sí, pero especialmente esa maldita melodía que singulariza a la novena. Brahms necesitaba un puñado de notas para colocar en su cuarto movimiento, algo que se acercase a la categoría del himno a la alegría. Y no paró hasta estar seguro de disponer de su pequeña joya.

Lo anterior no es más que una especulación. Pero invito al personal a escuchar la primera sinfonía de Brahms con la idea en mente de que se trata de una obra cuyo autor pensó que merecía ser publicada después de la novena de Beethoven. Con este presupuesto, me atrevo a decir que la escucha nos llevará por una obra magnífica que, sin embargo, no justifica la osadía... hasta que, de pronto, empiezan ese puñado de notas y todo parece cobrar sentido: qué belleza...

Si no las conocías, apréndelas. Si las conocías, recuérdalas. En cualquier caso, tararéalas una, dos, tres veces. Al final acabarás sintiendo la medida grandeza de una melodía arrebatadora.

Lo curioso del asunto es que Brahms, pese a todos sus esfuerzos, o quizá gracias a ellos, elaboró una melodía que jamás hubiese firmado el ególatra de Beethoven. Y es que Brahms no pudo evitar que en ella se deslizase un rasgo esencial de su carácter: su humildad.


11 comentarios:

  1. Pues si que suena a la novena.

    Yo a Brahms lo descubrí de niño con los discos de Waldo de los Rios (versión antigua de Luis Cobos al que le tendrían que haber cobrado el canon por plagio), en cualquier caso, aquella tercera sinfonía me acerca a la niñez y nunca llegué a identificar otra pieza suya.

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  2. Mi descubrimiento de Brams fue a través de Rick Wakeman y su "Can and Brams", pequeña adaptación que hizo de algunos temas de la increíble cuarta sinfonía del alemán. Está incluida den el LP "Fragile", de Yes, a su vez otra obra maestra.

    Idea para hoy: hay cosas buenas.

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  3. En realidad hay cosas muy buenas... porque una vez leí que lo bueno, si escaso, dos veces bueno.
    Como creo que aunque hay cosas buenas, son más bien escasas... pues son dos veces buenas... muy buenas... buenísimas diría yo.

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  4. Outsider, consigues despertas en mí el mortezino chip de optimismo que tengo escondido por ahí en algún sitio. ¿Más bien escasas? ¿Lo dices en sentido absoluto o relativo?

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  5. Probablemente en ambos... en sentido absoluto porque estoy convencido de que hay muchas más cosas malas (que no somos capaces de valorar precisamente porque no escasean) y en sentido relativo porque la consideración de buenas de muchas de las cosas lo es en relación a alguna otra.

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  6. Ya que estamos, perdóname que insista en el asunto: tu pesimismo, ¿es empírico o teórico? (Te lo he puesto fácil para que me vuelvas a decir que en ambos..., pero sé que, en cualquier caso, me lo explicarás)

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  7. Pues sí... diría que ambos, pero voy a llevarme la contraria y me voy a quedar con que es empírico porque a fin de cuentas hace algún tiempo que aprendo sobre todo de la experiencia. Ello me ha dado más razones para el pesimismo que para el optimismo... pero por otra parte, aprender de lo malo... es positivo, ¿optimista?, quizás... pero solo en teoría. (vamos... que al final, ambos).

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  8. Sí, es difícil separar la teoría de la práctica. Pero lo que es muy importante es el orden. Cuando el pesimismo es, en primer lugar, teórico, la cosa es trágica, porque la teoría empapa la forma de analizar la realidad y esta difícilmente nos brinda razones lo suficientemente poderosas como para superar tal visión negativa.

    Por el contrario, cuando el pesimismo tiene una raíz empírica la cosa tiene fácil arreglo: a fin de cuentas, la experiencia es contingente, y nada nos autoriza a sacar conclusiones acerca del futuro partiendo del pasado. Por lo tanto, que las cosas se hayan dado mal hasta ahora no implica que no vayan a ser absolutamente geniales a partir... ya.

    Esto me lo digo y me lo repito con frecuencia. Pero ahora me acabo de acordar del polinomio de grado infinito y me entra no sé qué cansancio...

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  9. Al final me has hecho pensar en el polinomio de grado infinito... si era de primer grado teníamos una recta, de segundo una parabola, de tercero no se el nombre pero era una parabola con otro brazo, según aumentamos el grado vamos añadiendo curvas a la función con un cierto caos que no tiene nada que ver con las curvas de una función trigonométrica. x elevado a infinito daría valor infinito para cualquier valor de y salvo para x=O y al mismo tiempo para cualquier valor de y, x valdría 1. (en mi razonamiento, x = raiz infinita de y; x = y elevado al cociente 1/infinito; como 1/infinito es cero, y elevado a cero= 1... vamos... que la representación grafica es algo curiosa... por un lado tenemos lo que se ve... una recta con un valor indeterminado en el cero, y por el otro la curva que en el infinito escapa a toda interpretación gráfica.

    Iba a decir algo a raiz de todo esto... pero me acabo de dar cuenta de mi error al plantear, desde mi prisma de completo analfanúmero, una cuestión matemática a alguien que no lo es. (analfanúmero: dicese del que es analfabeto de las matematicas) así que lo que iba a decir lo guardo, o lo pierdo, para la proxima.

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  10. Puf... tenía que haberlo leido antes de mandarlo... menudo galimatías con letras cambiadas... si aciertas a entender lo que digo te deberían dar un premio.

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  11. Bueno, resulta que un polinomio de grado infinito no tiene por qué dar esos infinitos de los que hablas. En realidad, una gran cantida de funciones, entre ellas todas las habituales, pueden expresarse mediante polinomios de grado infinito. En http://mathworld.wolfram.com/TaylorSeries.html se pueden ver unas cuantas.

    Es curioso lo que ha dado lugar la primera de Brahms.

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