jueves, 25 de junio de 2009

Genotipos, fenotipos, biotipos

El genotipo es el conjunto de los genes de un individuo, es decir, la receta bioquímica que le da lugar. Pero la receta no lo es todo: los ingredientes tienen una gran influencia sobre el resultado final: la paella no sale igual con un agua que con otra, dicen los expertos. Por eso, según sean las condiciones ambientales, el genotipo se manifestará de una manera o de otra: los mismos genes darán tipos distintos a nivel del mar en la playa de la Malva Rosa, en el altiplano peruano o en la superficie de Júpiter. A cada una de estas manifestaciones del genotipo se les llama fenotipo.

La variabilidad genética es enorme: es tan grande el número de combinaciones posibles que la probabilidad de que dos individuos tengan el mismo bagaje genético es, salvo en al caso de gemelos univitelinos, cero. Sin embargo, todos tenemos la experiencia de gente que se parece. De hecho, todos tenemos en la cabeza una serie de tipos, personajes podríamos decir, en los que acabamos encuadrando, al menos en una primera instancia, a nuestros conocidos. A esas formas típicas, a esos modelos, les llamamos biotipos. La justificación de la existencia de estos biotipos tiene que ver con las cuencas de atracción de los sistemas dinámicos caóticos, pero esto es otra historia.

Cuando ayer le comentaba a una amiga mis reflexiones sobre la cosa esta de ser un pobre plagiario de Borges, me intentó consolar diciendo que lo que ocurría es que somos del mismo biotipo: Borges y yo.

Cuando uno lleva un par de copas de Albariño en el cuerpo y le dicen semejante cosa, el ego experimenta un súbito ataque de autosatisfacción siempre injustificado, pero placentero. Luego llega la lucidez, la puñetera lucidez, y te dice que no, que para nada, y que pese a lo sospechoso de la existencia del tiempo, tiene su importancia, y que Borges fue antes, y uno después, y que eso lo cambia todo.

La primera vez que escuché la palabra biotipo tendría yo quince años y la utilizó un tipo mucho mayor que yo para decir que yo era del biotipo descerebrado, proclive a las adicciones, y no sé cuantas cosas más. Posiblemente tuviese razón. De hecho, tengo muchísimas adicciones: Brahms es una. Odilon Redon es otra. Y Nietzsche, al que siempre regreso. Y Jethtro Tull, mi banda sonora. Y Bilal, siempre increíble (alucinante su última obra, Animal’z). Y Thomas Bernhard, a quien plagio cada vez que hablo. Y...

No, no me voy a poner enumerativo, porque no se trata de eso. Se trata de explicar que mi amiga tenía razón cuando me decía que uno arranca de un punto de partida, que pertenece a un biotipo, y que ese biotipo te hace proclive a determinadas influencias. Y que también tenía yo algo de razón al afirmarme plagiario, porque si bien es achacable a ese biotipo al que pertenezco mi tendencia a ver el mundo al estilo de Borges, el que adopte sus formas, sus temas, hasta su forma de sospechar, son un mero y simple acto de copia.

La conclusión es que nuestra individualidad es tan real como el punto de vista que apliquemos, y que de este depende el que seamos capaces de incluirnos en tipos mayores. Tal como experimento el mundo, lo único que tiene sentido es aceptarse miembro de distintas estructuras, y ser capaz de vivir entendiendo que ser individuo no está reñido con ser genotipo, fenotipo ni biotipo.

Del fenotipo extendido, que era el tema que inicialmente tenía en la cabeza, hablaré otro día.

2 comentarios:

  1. Al menos eres capaz de identificar con nombres y apellidos aquellas influencias que han acabado generando tu propia personalidad. Yo a veces me creo que soy original y al final resulta que soy una burda copia, como uno de los bolsos de prada de mi señora...

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  2. Me temo que ese "identificar con nombres y apellidos" es cosa de la experiencia, es decir, de la edad, es decir: de la vejez.

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