sábado, 27 de junio de 2009

Fotografía de la depresión

Acabo de ver en el Museo ICO una colección de fotografías de la americana Dorothea Lange. Retratan los efectos de la Gran Depresión sobre la gente más desfavorecida, y fueron tomadas en el marco de un programa del propio gobierno para mostrar a la norteamericanos lo mal que lo estaban pasando algunos de sus compatriotas.

La visión de las fotografías, increíbles si tenemos en cuenta que la pobreza extrema que muestran se produjo en el país más rico de la Tierra, me ha llevado a tres reflexiones

La primera tiene que ver con la teoría económica: ¿cómo se puede seguir defendiendo las bondades del libre mercado cuando la historia nos muestra una y otra vez cómo masas enteras pueden caer en la pobreza y el hambre cuando el sistema colapsa? Solo desde la ignorancia se puede realmente pensar que el mercado, dejado a su albur, será capaz de subvenir las necesidades de todos. Solo siendo un canalla se puede defender el libre mercado sabiendo lo que hay que saber.

La segunda es acerca del sistema como un todo. Hubo tiempos en que, cuando la gente tenía dificultades, hacías el petate y buscaba nuevas tierras, nuevas oportunidades. Pero eso hoy ya no es posible. No hay tierras fuera del sistema. No hay mundos vírgenes. Uno no puede salirse del sistema, porque, vaya donde vaya, se encontrará con que las tierras tienen amo y leyes. El sistema lo es todo, lo abarca todo. Entonces, ¿cómo podemos siquiera pensar que el sistema no se ocupe de todos? ¿Cómo podemos admitir que haya gente en sus márgenes, olvidados, apartados? Defenderlo es no entender nada. O ser un canalla. En los viejos tiempos un ermitaño podía meterse en una cueva y llamarla su hogar. Hoy no: rápidamente aparecerá un municipal y le explicará que el ayuntamiento prohíbe la acampada libre.

La tercera y última tiene que ver con el papel de los hijos en el destino de los pobres. Viendo las fotos uno no puede dejar de preguntarse cómo es que toda esa gente no se levantó, cómo es que no hizo uso de la violencia y arrasó el país. La respuesta está en las propias fotografías: en ellas se ven hombres y mujeres asqueados, hambrientos, cubiertos de polvo, con la mirada tan curtida como la piel, desesperados. Pero alrededor, siempre, se ven a sus hijos: siete, ocho, diez. Esas siete, ocho, diez bocas son las razones que les impidieron levantarse y luchar. Ellos, los hijos, son el gran estabilizador social. Una mujer sola, un hombre solo, serán capaces de cualquier cosa, de cualquier revolución. Unos padres, sin embargo, lo soportarán todo por un puñado de avena.


Dorothea Lange
Madre emigrante
1936

2 comentarios:

  1. Para poder cambiar sería necesario modificar el concepto de riqueza. En un sistema capitalista todo funciona a partir de la distribución de la riqueza e inventarse la riqueza que no existe para que haya quien tenga más que otros. La riqueza real y la ficticia se suman y los que tienen más riqueza ficticia tambien tienen más de la real. Aquel que compra un casa, compra una parte de real y muchas de ficticia, que es la que fluctua para que otros no pierdan nunca.

    La soluccion comunista evita la creación de esa riqueza ficticia pero el reparto de la riqueza real demuestra que hay muy poco por repartir para demasiadas personas. Las loterias son una demostración de que ese reparto no funciona pues en ellas todo el mundo está dispuesto a perder un poco para que unos pocos tengan mucho... y pagan por el sueño de ser el afortunado sabiendo que la probabilidad dice que no lo van a ser.

    Al final resulta que el reparto en esa sociedad comunista no es precisamente equitativo y como no hay riqueza ficticia los que no tienen mucho... no tienen nada.

    Así que el problema radica en la educación que nos hace depender de la riqueza, ficticia o no, ¿pero como se enseña a alguien que no necesita comprarse otro coche, otra casa, uno más grande, mas y mejor?

    En lo referente al papel de los hijos no hay ninguna duda y ahora se me ocurre la razón por la cual las religiones promueven el tener muchos hijos, son padres mucho más manejables. Además crearon la primera riqueza ficticia que canjeaban con la real que poseían esos padres. Fue la primera lotería, todos compraban lotería aunque el premio no era repartir entre pocos lo que muchos ponían, en realidad era más una tómbola en la que el premio no tiene nada que ver con el dinero apostado. Pagaban por la promesa de una vida mejor y como nunca se daba el caso en esta vida, les prometían otra vida mejor.

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  2. Sí, tienes razón: es una cuestión de educación. Por eso pienso que ahi la culpa recae sobre los que se supone que no nos dejamos llevar por los cantos de sirena del consumo y disfrutamos con otras cosas: algo hacemos mal cuando no somos capaces de transmitirle esos disfrutes a otros.

    En cuanto a que la razón de que la Iglesia promueva tener cuantos más hijos mejor es para tener a la gente convenientemente sometida, pues no lo dije, pero lo estaba pensando, je je je.

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