lunes, 1 de junio de 2009

Estudiar... ¿para qué?

Esta misma mañana, por vez número 2000000, un alumno me ha preguntado que para qué tiene él que estudiar historia si no se va a dedicar a eso (con frecuencia preguntan por una asignatura distinta a la impartida por el profesor preguntado, en un depurado ejercicio de diplomacia).

A estas alturas uno ya tiene una contestación estándar preparada: “para no ser un paleto”. Cuando el alumno rebate el exabrupto diciendo que sus padres no han estudiado y que él no los considera unos paletos, es cuando la contestación estándar número dos, más refinada, entra en acción:

“Verás: estudiar, cualquier cosa, lo que sea, tiene cinco finalidades básicas:

1. Entender cómo es el mundo.
2. Aprender a disfrutar de la belleza.
3. Ejercitar la mente.
4. Obtener un título académico.
5. Adquirir conocimientos útiles para la cosa laboral.

¿Sabes, querido alumno? Tampoco mis padres pudieron estudiar: por eso es genial que yo pudiese hacerlo entonces y que vosotros lo podáis hacer ahora.”

Si cuento esto es porque hoy he detectado en la mirada de uno de ellos un brillo de comprensión y asentimiento. A lo mejor estaba pensando en su novia, pero a mí me llegado, sí.

8 comentarios:

  1. Yo en su día no lo entendía, pero con el tiempo me he percatado de que una de las razones para estudiar era precisamente el llegar a ser capaz algún día de poder responder por uno mismo a esa pregunta. Yo no le encontraba sentido a la historia entonces igual que tampoco se lo encontraba al arte y otras tantas disciplinas incluida buena parte de las matemáticas.

    Primero nos preguntabamos para que sirven las multiplicaciones si acabamos sumando de todos modos, despues las divisiones no parecen incorporar nada pues las multiplicaciones solucionan el problema y cada vez que coseguimos entender para que sirve algo, aparece algo nuevo que no parece servir para nada... que decir de las integrales... hasta que calculas un volumen gracias a ellas. La cuestión es que siempre habrá algo que no parezca servir para nada y cuando nos percatamos de que todo sirve... ya es demasiado tarde y quisieramos volver atras, a aquel momento en el que preguntamos por primera vez para intentar aprender más rápido con el objetivo de acercarnos un poco más a ese Aleph 0 que siempre queda tan lejos sin importar lo mucho que hayamos sido capaces de contar.

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  2. Me ha encantado tu forma de explicarlo, Outsider: es cierto que el aprendizaje se percibe con frecuencia como una extraña y caprichosa progresión de conceptos cada vez más complejos y/o complicados. Los que ya me conocen me siguen la broma y cuando parece que una idea ha quedado lo suficientemente clara y voy y les digo “¿y ahora qué toca?”, contestan al unísono: “complicarlo un poco más”.

    Entiendo la frustración, porque yo la he experimentado mil veces. Ante las dificultades es inevitable desear, aunque sea por un momento, que las cosas fuesen más sencillas, que el mundo y sus diez mil fenómenos se pudiesen explicar por lo que ya sabemos, y que no hubiese necesidad de seguir exprimiendo nuestro pobre cerebro en busca de nuevas teorías y explicaciones..

    Pero no es así. No tenemos elección. Quizá sea el gran drama humano: habernos embarcado en una tarea para la que puede que no estemos preparados. Pero ni siquiera esto lo podemos saber, por lo que no nos queda más remedio que seguir investigando, o renunciar.

    Como están acostumbrados a que les suelte rollos históricos acerca del origen de las teorías, la etimología de las palabras o los autores que van apareciendo en el temario, con frecuencia me preguntan “y esto, ¿quién los hizo?”. A veces plantean la pregunta porque sienten admiración ante lo que han visto y quieren ponerle nombre y hasta cara al autor de aquello. Pero otras muchas veces lo que les empuja es el deseo de conocer al culpable, al tipejo por el que ellos se ven obligados a estudiar semejante cosa. Es curioso como Pitágoras puede resultar un tipo genial en una clase y un ser despreciable en la de al lado.

    El problema es difícil de resolver, pero pienso que buena parte proviene de las preconcepciones utilitaristas tan de nuestros días. ¿Para que estudiar la historia si eso pasó hace mucho tiempo?, ¿para qué el análisis sintáctico si ya sabemos hablar?, ¿para qué sumar si lo hacen las calculadoras? Todas estas preguntas no tendrían sentido si algo que parece natural, desear comprender el mundo, surgiese realmente de modo natural en la gente.

    Este instinto, el de la curiosidad, que debe ser innato porque si no no estaríamos aquí comunicándonos a través de una red mundial de intercambio de información, se pierde o diluye o pervierte en la mayoría de la gente. Los gobernantes, los padres, los alumnos, los medios de comunicación, todo el mundo suele echarnos la culpa a los enseñantes. Pero yo siempre me acuerdo en estos caso del rey de la selva, el león, tumbado a la sombra de un árbol mientras espera que el cuidador del zoológico le traiga la comida. Y al acordarme pienso que el problema está en la ausencia de estímulos. La tan exaltada curiosidad humana no surge porque sí: hace falta que algo la estimule: y si hablamos de estímulos volvemos a lo de siempre: necesidad, deseo sexual, prestigio social...

    Cómo conciliar la enseñanza en las sociedades satisfechas con la ausencia de estímulos es uno de esos problemas que espero que alguna mente joven y lúcida sea capaz de resolver pronto, por la cuenta que nos trae.

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  3. Muy bueno tu post Alberto, me parece un tema realmente bueno, porque en el fondo tu labor es metafóricamente la de dejar semillas en cualquier suelo. Quizá sin saberlo saldrán brotes de vida que cada vez se harán más grandes. Con que ya fecundes un suelo ya habrá valido la pena.
    Me parece que eres una persona comprometida, y no sólo intentas explicarles el rollo de siempre, yo en la universidad sufrí con algunos profesor@s que iban a dejar sólo su perorata en clase sin importarles la motivación ni la admiración, ... después de unos años me he dado cuenta que sólo sirvió para aprobar un examen. Pero según el profesor y la forma de explicarlos he podido coger aprecio o desprecio a algo (sin yo darme cuenta).
    El problema que en España tener estudios o no tener es menos importancia que tener enchufe o no tenerlo pero eso es otra cuestión.

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  4. Sin entrar en la importancia y extensión del enchufe, otro problema es que los estudios se ven como medio, y no como fin. La consecuencia es obvia: la responsabilidad, que antes era del estudiante, ahora lo es del profesor, que ha pasado de ser alguien que enseña cosas a un obstáculo para la obtención del título.

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  5. He llegado a un punto en el que dejé de estudiar para tener estudios... entendiendo los estudios como títulos. A mi carrera le da mucho más valor la experiencia acumulada que los títulos obtenidos, así que ahora solo estudio por el placer de hacerlo y solo lamento no tener suficiente tiempo para aprender o hablar de lo aprendido.

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  6. ok, todos los comentarios publicados en este blog son validos, pero se han pregunatado alguna vez ¿estudio para ganar dinero? pues es obvvvvioooooo. por favor abran sus mentes, no sean pendejos...

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  7. ¿Y que entiendes tú por "5. Adquirir conocimientos útiles para la cosa laboral", pendejo?

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  8. 'Estudiar para ganar dinero', ¿qué si no?

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