lunes, 20 de abril de 2009

Bipartidismo y dinámica unidimensional

El bipartidismo y, en concreto, esa tendencia de los partidos mayoritarios a coincidir en sus políticas, es el resultado de una dinámica unidimensional. Me explico:

Desde que en los Estados Generales de la Francia de 1789 los defensores del poder monárquico se sentaron a la derecha y los revolucionarios a la izquierda, estamos acostumbrados a calificar a los partidos políticos como de derechas o de izquierdas, y a graduar esta calificación según lo más o menos extremo de sus propuestas. Esto implica una visión unidimensional de la política, pues podríamos colocar a las distintas agrupaciones a lo largos de una recta (objeto geométrico de una dimensión) según su grado de “derechez” o de “izquierdez”.

Esta forma de ver la política tiene una consecuencia inevitable: los partidos con posibilidades de formar gobierno tenderán a parecerse cada vez más porque todos ellos tenderán a ocupar más y más la posición central.

Para mayor claridad, vamos a reducir la cuestión a la economía: si se hiciese una encuesta entre la población acerca de en qué grado debería de intervenir el Estado en la economía y le pidiésemos al personal que graduase su opinión según una escala que fuese del cero (no intervención en absoluto) al 10 (intervención total), los datos obtenidos darían lugar a una cierta distribución (gaussiana, sin lugar a dudas) en la que lo de menos sería la media obtenida (cinco, tres, siete), siendo lo importante que alrededor de esa media, y en un intervalo más o menos amplio, se agruparía la mayoría de la gente. ¿Qué por qué? Pues porque quitando periodos particularmente revolucionarios, la gente tiende de modo natural a la mediocridad.

Supongamos que la media fuese cinco, signifique eso lo que signifique en términos económicos reales. Está claro que allí están los votos. Da igual que previamente el partido mayoritario de la derecha defendiese posturas entre el uno y el dos y el de izquierdas entre el siete y el ocho: según vean dónde está el nicho de voto se irán a por él, y esto por dos razones: una, porque en las cercanías del cinco hay muchos votos. Y la otra, porque esos votos valen doble. Pensemos en la izquierda (para la derecha es lo mismo pero al revés): un partido de centro izquierda, a la hora de diseñar su campaña electoral, tiene dos frentes a los que mirar (recuerdo que estamos en un sistema unidimensional, en una recta): su derecha (el centro) y su izquierda (la izquierda-izquierda). Aunque intentarán contentar a ambos frentes, en caso de que la cosa se ponga difícil acabarán optando por el voto de centro-izquierda y abandonando al de izquierda-izquierda. La razón es la siguiente: si por derivar al centro pierden al voto de izquierda-izquierda, este no se perderá del todo, porque irá a parar a un partido que, colocado lejos del centro y, por tanto sin opciones de alcanzar el poder, en caso de tener que apoyar a alguien apoyará antes al partido de centro-izquierda que al de centro-derecha. Sin embargo, el voto de centro es crucial, porque si lo pierde por derivar más a la izquierda-izquierda puede que ese voto se vaya al partido oponente, y allí sí que le hace daño, porque lo pierden ellos y lo gana el competidor directo por el poder real.

A partir de aquí la dinámica es evidente: cada vez que un partido siente el atractivo de sus extremos, las posiciones centrales abandonadas son tomadas rápidamente por la competencia, lo que convierte el juego democrático en una lucha despiadada por ser cada vez más iguales aunque pareciendo distintos, en un proceso muy parecido al que los economistas llaman competencia monopolística, consiste en convencer al consumidor que su detergente es distinto, siendo todos iguales.

¿Y? Pues nada, que estaría muy bien si la política fuese unidimensional, pero es que no lo es. La política tiene que ver con la economía, claro, pero también con la educación, la religión, la cultura, la política exterior, el deporte, la ética y mil cosas más. A alguien, por ejemplo un servidor, le repugna el sistema económico capitalista, pero no puede entender la política educativa de la izquierda ni ese café aguado para todos que llevan defendiendo décadas. Uno puede estar de acuerdo con el estado social, pero no compartir el igualitarismo por decreto. Una política rica en soluciones debería dar lugar a sistemas multidimensionales en los que la búsqueda desesperada del voto no provocase ese apiñamiento en posiciones mediocres y necesariamente conservadoras.

En varios de estos textos he hablado de la necesidad de inventar nuevas soluciones, y sin duda un primer paso para esas nuevas soluciones es salirse de la recta y navegar por mundos conceptuales más ricos. Outsider es de la opinión de que ya existen pero que se impide que salgan a la luz. Hoy ando pesimista y me inclino a pensar que es así. El día que me convenza del todo cerraré este blog.

Nota: la idea central de la dinámica bipartidista aparece expuesta en el libro de Cohen y Stewart The collapse of chaos. Impresionante.

4 comentarios:

  1. Estoy completamente de acuerdo con esa teoria lineal simple de la política que no se corresponde con la realidad política. Todos somos de izquierdas o de derechas según el tema en el que nos debatimos, querer tener más riqueza es un signo evidente de capitalismo, y pretender que el estado nos proteja en la sanidad o con las pensiones lo es de todo lo contrario.

    Soy de la opinión de que el discurso de todos los partidos es practicamente idéntico, más aún, cuando un lado pretende poner en marcha principios que el otro propugnaba como propios, suelen ponerle pegas, y si funciona acaban diciendo que eso ya lo habían dicho ellos y que se tenía que haber hecho antes o de otro modo... pero para alcanzar el mismo objetivo.

    Cuando un partido se encuentra en el poder, se convierte en el partido conservador, pues lo que pretende conservar es el poder, y su discurso de cara a los pensionistas suele venir acompañado de amenazas veladas a lo que podría pasar de ganar el otro... curiosamente el discurso del partido que pretende ese poder es exactamente el mismo y en realidad no hay una forma eficaz de saber cual de los dos es mejor opción pues en realidad ambos dicen lo mismo... como bien dices, ambos tienden al centro.

    Sin embargo el electorado tiene necesidad de identificar a los partidos con los extremos, por un lado es una labor del partido contrario, a la derecha se la acusa de fascista y a la izquierda de comunista (que a la postre podrían ser la misma cosa), es necesario ganar el centro pero no perder el ala pues otro partido podría acercarse al centro desde ahí y entonces los votos se escapan por los dos lados. Para evitarlo se inventaron aquello que denominaron voto útil, claro que es una denominación que confunde al votante. Para un catalán puede ser mucho más útil votar nacionalista ya que menos votos acaban haciendo más fuerza que por ejemplo los que puede obtener izquierda unida a pesar de reunir muchos más.

    El voto útil se inventó para condicionar a la opinión pública, la mediocridad que mencionas se resume en realidad en la necesidad de pertenecer a un grupo más numeroso, y votar por las minorias no es mediocre, no da la media. Sin embargo la forma de escalar esa regla no es del todo correcta, no es que se acerquen los votos al 5, yo creo que se acercan al punto medio existente entre los partidos que más influyen en la opinión pública, los que por tener más recursos la acaban dominando, y al final, las elecciones las gana el partido que sea capaz de convencer al electorado que se encuentra entre esos dos puntos.

    No voy a entrar en el tema de las soluciones, no quisiera ser el responsable de que cerrases el blog por perder una esperanza que por otra parte, yo no tengo.

    Hace poco alguien me hizo un comentario bastante simplista entre ser conservador y no serlo, el primero es más feliz, porque viviendo en el mismo mundo, suele estar contento con lo que tiene y no tiene necesidad de preocuparse por lo que les falta a los demas. El que no es conservador, o es que no tiene nada que conservar o si lo tiene está preocupado por los que no lo tienen y una de dos, o lo reparte y se convierte en uno más de los que no tienen, o se lo queda y vive con el remordimiento de lo que tiene sino se convierte en conservador antes...

    Sobre el papel, es mejor ser conservador de hecho tienen tendencia a ser creyentes, pues encargan a terceros la cura de sus remordimientos, pero sinceramente, prefiero no serlo, aunque ello me haga sentir mal con los males del mundo y no haya fe que me los cure.

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  2. Recuerdo que en una conversación con un periodista, me comentó que no es cierto que las líneas editoriales de los diarios estén comandadas por los partidos políticos. Decía que el poder real es de la publicidad, y que los anunciantes eran los interesados en que el discurso del medio en que se publicitan estuviera dirigido al sector más amplio, al centro de la campana gaussiana. En ese sentido, los partidos mayoritarios serían dependientes del mainstream... y no generadores del mismo.

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  3. No le falta sentido a lo que dices pero le veo una pequeña pega (¿contraejemplo?), no creo que sea cierto que el interes del anunciante sea llegar al sector más amplio, cada anunciante precisa que su anuncio lo vea el sector al que está dirigido y no sirve de nada dirigir una campaña de venta de condones a la tercera edad... más aún... pudiera pasar que aquel sector que use condones ignore la marca que se asocia con la vejez.

    Un periódico no gana solo por la publicidad, también lo hace por su venta, de este modo sus propietarios se anuncian como periódico, y ese anunciante se dirige a un público determinado... no creo que el sector objetivo de gara y el ABC sean coincidentes y por tanto las noticias están claramente orientadas al público que los lee.

    Por otra parte, no existe ningún propietario exclusivo de los periódicos, todo son grupos y sociedades que lo son de otros a su vez y que por lo tanto, en su escalón más alto, entran tambien en el panorama político.

    Basta con mirar las noticias de índole político en varios periódicos para darse cuenta de cual es la orientación de los mismos.

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  4. Tengo la sensación de que todo es consecuencia de una misma causa: los partidos quieren muchos votantes, los periódicos muchos lectores y los anunciantes muchos clientes. Y para encontrar a muchos hay que ir a la zona donde hay mucha gente, al grueso de la campana de Gauss.

    El problema estriba, y vuelvo al asunto, en la unidimensionalidad: al final, tanto para los políticos como para los periódicos o los anunciantes, el éxito se mide en el número de víctimas-usuarios que consigan atraer a sus redes, y para nada en la calidad de sus distintos productos. Eso les lleva a invertir la línea de influencia: en los partidos no se preocupan de crear nuevas ideas que atraigan a la gente, sino de decir aquello que la gente quiere oír. Los periódicos siguen las líneas editoriales que creen que les depararán más lectores. Y las empresas..., bueno, las empresas no intentan convencer de la calidad de su producto, sino de que comprándolo se folla más.

    El flujo de información se ha invertido: los que piensan, en vez de utilizar su ingenio para crear nuevas posibilidades que ofrecer, lo aplican a intentar averiguar qué tendría más éxito entre el público, un público que, por definición, no es creativo y tiende a pedir lo mismo, pero más de punta.

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