sábado, 28 de febrero de 2009

No estamos solos

Michel Onfrey lleva varios años desarrollando un proyecto filosófico consistente en denunciar la imposición por parte del poder y los medios académicos oficiales de un cierto tipo de filosofía idealista y dualista en perjuicio de otra filosofía ocultada, censurada, acallada a lo largo de los siglos: la filosofía materialista, monista y, en última instancia, atea.

La filosofía oficial, tendría su origen en Platón y Aristóteles, y pasando por Aquino o Descartes, defendería la existencia de otro mundo distinto al de la materia, un mundo de ideas, o espíritus, o almas, o pensamientos de dios, o como se quiera. La de esta filosofía es una visión trascendente en la que siempre acaba apareciendo un personaje omnipotente y creador de cuya voluntad proviene todo, humanos incluidos.

La filosofía alternativa de la que nos habla Onfray arranca del atomismo de Demócrito y del hedonismo de Epicuro y es una filosofía de la inmanencia, de lo material, una pensamiento sin fantasmas ni espectros, una búsqueda cuyo objetivo no es ganar el más allá, sino disfrutar del más acá. Precisamente este afán de vivir bien ha sido una de las excusas que sus críticos han esgrimido a los largo de los siglos para criticarlos y censurarlos: considerado libidinoso, egoísta, corrupto, el hedonista siempre ha sido visto como un esclavo de sus más bajas pasiones.

Que tantas veces se haya ocultado que, empezando por el propio Epicuro, un buen número de filósofos hedonistas han encontrado el disfrute de la vida en la ascesis, en el estudio, en la vida frugal, en una economía de los deseos y en la viaje estrategia epicúrea de no entregarse a placeres que después le puedan a uno acarrear males mayores, es prueba de que nunca fue la actitud de estos pensadores lo que les preocupaba a los poderosos, sino su libertad, su independencia de dogmas, iglesias y doctores.

Si algo caracteriza esta filosofía es el rechazo de la pesadez y la tristeza en favor de la alegría. Platón no hizo más que amontonar prohibiciones. Aristóteles despreció las cosas del mundo convirtiéndolas en medios para no sé qué fines. Descartes, después de poner a punto el escalpelo de la razón, lo dejó maltrecho al decidir que era impropio de asuntos trascendentes.

De otro carácter son los monistas, los negadores de la existencia de otros mundos más allá de este: Demócrito era el filósofo que reía. Epicuro ensalzaba por encima de todo el placer de la amistad. Para Cyrano nada era más amable que la libertad. Y Spinoza nos explicó que convenía desembarazarse de las pasiones tristes y buscar la perfección mediante el cultivo de las pasiones alegres, y también que la condición previa para la ética es el conocimiento.

La romántica tentación de sentirse solo, de ser único entre iguales es comprensible si tenemos en cuenta la prepotencia con la que quienes controlan los medios de comunicación, las instituciones académicas y los grupos políticos imponen su pensamiento único. Por eso pienso que es importante descubrir y saber que toda una línea de pensamiento ha recorrido la historia desde que tenemos noticia y que defiende una forma de mirar el mundo limpia de las cataratas de la superstición.

Que esa corriente haya tenido a veces que avanzar subterráneamente no ha impedido que en otros momentos haya podido aflorar y discurrir a cielo abierto. Va siendo hora de que vuelva a hacerlo.

3 comentarios:

  1. Bueno yo creo que todas las corrientes de pensamiento en su momento y en la actualidad no les quedan más remedio que convivir...
    Aunque considere que hay una que aún sigue acomplejada lo que me parece un incómodo agravio comparativo.
    Por ejemplo la otra tarde los hijos de unos amigos, con sus 7 u 8 años estaban jugando con unas "coccinelas septepuntatas", vamos las mariquitas de toda la vida... pero tenían que dejarlas para ir a hacer los deberes de "conocimiento del medio" y se me ocurrió preguntarles si sabian lo que eran los vertrebrados y los invertebrados, y en qué se diferenciaban y llegué con ellos a la conclusión de que el hecho de ser invertebrado no tiene por qué implicar carecer de esqueleto, ya que esas "mariquitas" tenían el esqueleto pero por fuera (exoesqueleto), yo les decía que nosotros tenemos el esqueleto por dentro y estos bichitos por fuera...y ahí se me descolgaron con la preguntita... ¿tienen alma las mariquitas?... joder eso es lo que se les ocurre preguntarme????... por otro lado no me extraña tratándose de dos niños del "Tajamar" (colegio del opus-dei).
    Y aquí es donde entra en juego mi complejo...
    ¿por qué no decirles delante de sus padres que ni las mariquitas ni nadie tienen alma? no sin embargo tengo que hablarles de la manera mas distendida que pueda sin herir sus creencias... bajo el examen de sus padres que a la vez son amigos míos que me conocen y conocen mi ateísmo... y quedarme en un simple "-pues hombre... las mariquitas que crean en dios tendrán alma.... y las que no crean en dios no la tendrán".... Y todo por tratar de conseguir una convivencia con la otra corriente de pensamiento. Convivencia que desde el otro lado ni pretenden... Yo tengo que andar diciendo mentiras para que al final el niño crea que tiene menos si no cree en dios... por otro lado mi chica flipando y diciéndome ¿Y con ese mensaje dejas a dos niños? pero si pareces tú peor que los del opus sólo te faltó decirle que las que no tenían alma además también irían al infierno...
    Anda y que les den me he prometido coherencia con mis pensamientos y que le den por ahí a los complejos....

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  2. Me parece perfecto eso de que "le den por ahí a los complejos". Sí señor, me apunto.

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  3. Siendo que me creo materia por encima de cualquier otra cosa, me parece que siempre ha habido quien ha sabido burlar la filosofía oficial y comprender que, venga de donde venga esta concreción material (por participación de una esencia, mundo de las ideas, dios o simplemente la propia evolución natural)caduca. Los hay que interpretan esto como un mundo de paso e incluso un valle de lágrimas y penas, pero los hay también que defienden el presente más inmediato desde una filosofía trascendental, tan solo porque la inteligencia del vividor no identifica necesariamente trascendencia con no disfrutar o ahorrar alegría para el más allá. Creo que el ser humano sabe, a veces, estar por encima de las trampas de la filosofía oficial.

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