miércoles, 11 de febrero de 2009

Muerte digna

Hablar de “muerte digna” es un oxímoron, una contradicción en los términos. Morirse es lo más indignante que un ser vivo pueda imaginar. La muerte nos roba el futuro y deja sin sentido cada uno de nuestros actos. Esos cuentos de que la muerte da valor a la vida son excusas baratas de quienes necesitan encontrarle sentido a todo. Todos vamos a morir y, por muy estadístico que sea este hecho, esto es una mierda porque, incapaces de vivir como si cada segundo fuese el último, nos vemos obligados a fingir que no nos damos cuenta, o a refugiarnos en falsos consuelos.

Sin embargo, el oxímoron cobra sentido cuando algunos se empeñan en que los últimos instantes de la vida sean indignos. No podemos morir dignamente: la muerte siempre es un fracaso. Pero al menos podemos vivir los últimos instantes con dignidad, con la dignidad que proporcionan la conciencia, la ausencia de dolor y, sobre todo, la satisfacción de poder elegir, dentro de lo que cabe, el cómo y quizá el cuándo.

Que el masoquismo de católicos y otras sectas monoteístas les lleve a sufrir y a alabar el dolor me parece bien, de veras: allá cada cual con su cuerpo. Cuando sacan su lado sádico y pretenden que los demás también muramos destrozados por la enfermedad, hundidos por el dolor y humillados por la incapacidad es cuando me preocupo. En tales casos recuerdo que el único placer que han sido capaces de describir con cierto detalle para las benditas almas que vayan a ese cielo suyo es el de que estas podrán contemplar con alborozo el eterno sufrimiento de los condenados al infierno. Supongo que ese deseo suyo de que muramos retorcidos por el dolor debe ser un adelanto de los más largos y profundos placeres que esperan disfrutar en el más allá.

Pensando en esto me asusto de veras y ruego al azar que, en mis últimos momentos, mi vida y mi muerte no dependa de los deseos sadomasoquistas de alguno de estos canallas de púrpura.

4 comentarios:

  1. Lo fugitivo permanece y es una gentil descortesía, que tiernamente hiere, recibir esta luz oscura tan llena de vacíos. Lo anterior es un refrito de oxímoros de Quevedo, Góngora,San Juan, Borges y Monterroso que, aunque descontextualizados, valen tanto para muerte, para amor, para tiempo y fugacidad, para revelación, para crisis.
    Así que me pregunto si no será que todos esos fenómenos son siempre dignos e indignos al mismo tiempo, contradictorios desde su raíz misma.
    Me pregunto también si muerte digna es como mala suerte, es decir: ¿olvidamos que la suerte también puede ser mala?, ¿naranja o limón?
    Morir y vivir son opuestos. Se puede vivir digna e indignamente. Se puede morir digna e indignamente.
    Para mí el problema es ¿cuándo y en qué condiciones es digno prolongar la vida? Yo lo veo como un "alargamiento de vida". Cuando estás ya, en cierta manera muerto, te deciden alargar la vida. Puede parecer una gran tontería, pero la crueldad es previa. Sería estupendo que los avances científicos te devolvieran a la vida, pero no te devuelven a la vida, sino que te atan a una máquina que te inventa tus constantes vitales. Así que todo es más retorcido aún. La ciencia te da la vida que no tienes, los medios de comunicación te otorgan una fama de cuyos beneficios no te beneficias, y la iglesia te prohibe morirte de esa segunda vida.
    Es cierto, ¡qué canallas son! Pero no solo la Iglesia, sino todos.

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  2. La ciencia es una abstracción, y nunca he entendido cómo se puede culpabilizar a las abstracciones. La iglesia es responsable porque su jerarquía está formada por personas concretas que emiten juicios concretos. Los gobiernos son responsables porque están formados por personas concretas que toman decisiones concretas. Pero al hablar de la ciencia, ¿a quiénes te refieres? ¿Quizá hablas de quienes diseñaron esos aparatos? No veo responsabilidad en ellos, porque esa tecnología, aparte de servir para prolongar artificialmente la agonía de los moribundos, permiten salvar vidas que aún merecen ser vividas. ¿O quizá te refieres a quienes mantienen la maquinaria en funcionamiento? En tal caso te diré que no veo justo responsabilizar a la parte más débil del sistema, cuando resulta que tienen por encima a legisladores y gobernantes.

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  3. No me refiero a la abstracción de la ciencia porque en absoluto desprecio sus avances, los aprecio. Me refiero a las personas concretas y a los imperativos concretos que fuerzan a mantener con vida artificial durante años a una persona (¿en qué condiciones, bajo qué consejos y con qué expectativas se decide eso?), me refiero a las presiones que obligan a familiares y allegados a esas decisiones y a la doble moral que está en juego: alargamos la vida porque es casi un delito científico no intentarlo, y después condenamos el desenchufamiento porque es un delito religioso atentar contra la vida.

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  4. Tienes razón en catalogar a la muerte digna de oxímoron. Esta chica ya no sufría en su estado pues probablemente hacía mucho tiempo que había perdido toda capacidad de autoconciencia sobre lo que le ocurría. El dilema lo tenía un padre que despues de sufrir el calvario que tuvo que ser el llegar a descubrir que su hija estaba efectivamente muerta, se tuvo que encontrar con aquellos, que actuando contra natura (utilizando un término que les gusta utilizar muy a menudo) se empeñaban en decirle que no tenía razón, apoyados incluso por un gobierno que no es capaz de solucionar la crisis de la recogida de basura en Napoles y sin embargo pretende sacar un Decreto ley para que no se pueda considerar oficialmente muerta a la que murió hace ya tiempo.

    Nos negamos a morir... sin éxito, claro. Nos negamos a aceptar la muerte como el único destino final, supongo que porque vivimos con la idea fija de llegar a algún sitio, de conseguir algún objetivo que si osamos alcanzar, fijamos nuevamente en otro lugar, en otro fin. Por ello nos aterra pensar que el fin, sí existe y no decidimos ni donde ni cuando.

    Quizas por ello, porque no podemos resignarnos a morir y no podemos evitar que ese sea el fin, deberíamos disfrutar un poco más del camino, porque tampoco es tan importante llegar a ningún lado... y menos aún sabiendo cual será la última parada.

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