martes, 20 de enero de 2009

Carisma

Le damos un valor extraordinario a la capacidad de fascinar a los demás. Es el carisma, una rara facultad que convierte a algunos mortales en seres resplandecientes alrededor de los cuales pueden llegar a aglutinarse naciones enteras.

Es difícil decir de qué se trata: hay algo físico: la naturalidad del gesto, la facilidad de la sonrisa... También la habilidad verbal es fundamental: saber crear en el auditorio sensaciones de comprensión, confianza, complicidad...

En definitiva, el truco, a descifrar, consiste en la capacidad de generar ilusión. Y utilizo la palabra en un doble sentido, porque la ilusión puede ser la esperanza en que las cosas pueden mejorar, pero también el engaño de hacer creer al espectador que entre el carismático y él hay algo en común.

La política democrática, tan aburrida para la inmensa mayoría, se ve aliviada y agitada de vez en cuando por la aparición de políticos carismáticos. Y esto es bueno. Lo malo, siempre hay un pero, es que pocas veces se explica que ser carismático no significa saber economía. Ser carismático ni siquiera significa ser honrado, o tener buenas intenciones. Un actor no tiene por qué ser buena persona: para su profesión le basta saber generar la ilusión de bondad. El carismático es alguien nacido para ser actor, pero actor de un solo papel, el suyo propio, el de carismático.

Es sorprendente que a estas alturas de la civilización los humanos nos sigamos creyendo las palabras. Casi todos nos reconoceremos escépticos, de vuelta de todo, hasta cínicos: ya puede venir el más pedagógico de los personajes que dudaremos de cada una de sus palabras, sospechando que hay gato encerrado.

Sin embargo, llega el carismático y nos creemos cuanto dice. Todo.

La razón de este fenómeno es también doble: por un lado están las particulares habilidades del carismático, claro. Por otro, la pereza, que nos lleva a preferir al que nos encandila que al que intenta explicarnos. Desgraciadamente, con demasiada frecuencia ni nos encandilan ni nos explican.

4 comentarios:

  1. bueno, yo hace mucho tiempo que no escucho ni al carismático ni al que no lo es. sencillamente el tiempo me enseño que ser político equivale a ser un farsante y que en el hipotético caso de que existiera un político con buenas intenciones, ninguno de los que le rodean le dejarían ponerlas en práctica. así que paso de escuchar sandeces. que encandilen a otros que hay demasiados que se dejan encandilar y así nos va.

    saludos

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  2. Sí, tu postura de no escuchar a los políticos es la más apetecible. Pero tengo la sensación de que exactamente eso es lo que quieren, que no les escuchemos demasiado. A fin de cuentas, para ellos es la mejor forma de manejar nuestros asuntos: sin que nos enteremos.

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